El día en que Claudia Vicuña llegó a su trabajo con las uñas pintadas de naranjo, recibió algunas miradas. Así se enteró que, en la empresa farmacéutica donde trabajaba, las únicas manicures que se aceptaban eran en tonos rojos, beige y francesa. La imagen corporal era un tema que siempre estaba presente. Cuando una de sus compañeras sacaba un pedazo de pan en el almuerzo se excusaba inmediatamente con un “no tomé desayuno” y en las reuniones sociales ligadas a la compañía, las empleadas solían optar por un espumante, por ser menos calórico. “Para ser aceptadas y reconocidas por el equipo, muchas mujeres perpetuaban estas actitudes”, cuenta Vicuña, la kinesióloga y activista de la Rebelión del Cuerpo. Sus compañeros varones, añade, no tenían ese problema.
Esta experiencia, que se replica en algunas empresas, refleja la presión que aún sufren las mujeres por ajustarse a un ideal de belleza que se exige de manera silenciosa en el mundo laboral.
Y aunque no son muchas las ejecutivas que hablen del tema, la revista británica The Economist explicó en un reportaje publicado este mes, que hay un beneficio económico para las mujeres que se esfuerzan por ser delgadas y mantener una imagen normativa. Una realidad respaldada por las estadísticas.
Una investigación publicada en 2019 por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, mostró cómo el físico de un trabajador se valora de forma distinta según sea un hombre o una mujer. Según este estudio, los hombres obesos y con sobrepeso tenían casi un 14% más de sueldo mensual que aquellos con un peso considerado estándar. Sin embargo, las mujeres obesas y con sobrepeso ganaban cerca de un 9% menos que las demás.
Otro estudio de Linkedin, en donde se encuestó a 4.000 personas de Reino Unido, reveló que las mujeres con sobrepeso tenían más probabilidades de recibir un salario inferior al de los hombres con sobrepeso y se veían más afectadas por su imagen corporal en el trabajo.
Según The Economist, una serie de estudios realizados en Estados Unidos, Europa y Canadá concluyen lo mismo: las mujeres con sobrepeso tienen peores salarios y en algunos casos les cuesta alrededor del 10% de sus ingresos.
“No debería ser un requisito, pero sobre todo en el mundo comercial y financiero, en especial en altos cargos, la apariencia sigue siendo muy importante porque las empresas proyectan su imagen corporativa en la persona que va a ocupar ese cargo. Y esto lleva a cumplir con estándares de belleza socialmente aceptados y hegemónicos que están marcados por la publicidad y redes sociales”, dice Vicuña. “Además de cumplir con el perfil académico para llegar a ese cargo y tener la experiencia, es importante ser delgada, verse bien, estar siempre sonriendo y ser multitarea”, añade.
Símbolo de disciplina y control
La española Isabel Aranda, Doctora en Psicología del trabajo, experta en coaching y profesora de EAE Business School explica que culturalmente una imagen delgada se asocia a “disciplina y control”. “Esto se produce por los estereotipos sociales, como el que una persona delgada es más atractiva, pero también por sesgos en el pensamiento”, que provoca que nos dejemos llevar por las primeras impresiones. “Pensamos que alguien que tiene una imagen atractiva es también un buen profesional”, dice.
Estos prejuicios afectan a todas las personas, explica Aranda, pero en el caso de las mujeres, la situación es peor. “En la mujer es más importante porque sigue siendo evaluada por su ‘belleza’ y no por sus competencias técnicas. El estigma del peso está muy presente en el ámbito laboral”, dice.
A pesar de que actualmente hay más apertura hacia la diversidad, con modelos y tallas más grandes, para Aranda la exigencia social de delgadez sigue imperando. “Hay una fuerte exigencia social del cuidado personal, del fitness y la alimentación sana que refuerza ese prejuicio hacia el exceso de peso, se piensa de esa persona que no se cuida y, por tanto, que no se puede esperar de ella que cuide su trabajo”, dice.
Mariana Gaba, directora del Departamento de Género de la Universidad Diego Portales (UDP), asegura que hay una serie de parámetros de belleza, entre ellos la delgadez en el cuerpo, que siguen afectando a las mujeres. “Tenemos que ser delgadas, lindas, delicadas, madres. Hay una serie de requisitos, por eso cuando una no cumple con uno de esos estereotipos, las mujeres empiezan de pronto a ser consideradas mujeres de segunda o tercera categoría”.
Para la experta, esta presión por lo estético adquiere aún más relevancia en los sectores “masculinizados”, como el ámbito financiero. “En esos espacios se duplica la presión porque tenemos que mostrar que somos exitosas sin dejar de ser mujeres. Y en los campos no tradicionales para las mujeres, estos estereotipos caen con más fuerza”, explica.
En el caso de las mujeres que están expuestas al ojo público, con apariciones en redes sociales y notas de prensa, el escrutinio es mucho mayor. “Las mismas cosas que vivimos las mujeres en el día a día se tornan más frecuentes y más viciosas en el terreno de lo público, donde se despachan comentarios que no se dirían cara a cara, se pierde un poco el filtro”.
Actualmente casi un 20% de los cargos directivos en todo el mundo están ocupados por mujeres, pero según Vicuña, la presión para quienes logran ascender en la escala sigue siendo muy alta. “En algunos rubros se han eliminado estas exigencias, pero en general lo seguimos viendo porque se sigue creyendo en el concepto de que la salud es equivalente a estar delgada”.
“Creo que nos falta mayor responsabilidad frente a nuestra socialización y claramente debemos avanzar como sociedad. Que la corporalidad no sea un requisito para optar a trabajos y avanzar en cargos”, concluye Vicuña.