La presión llegó a su punto más alto. Demasiada presión por que los niños estén con la tenida perfecta, jugando a algo perfecto, con la mamá estupenda, en una casa maravillosa, y llenos de panoramas entretenidos. Mucha responsabilidad tiene Pinterest por ser un banco de puras preciosuras que efectivamente dan ganas de tener, hacer o recrear, pero también mucha de esa culpa es de las mismas mamás y papás por auto imponernos esa presión. Como si la maternidad por sí sola, no fuera suficiente.

La crianza es una etapa difícil, cansadora, exigente e intensa. Obvio que la parte positiva la sabemos, pero pocas veces se habla del lado oscuro de la maternidad. Partamos por hablar de la ansiedad que puede traer la llegada de la primera guagua, donde todo es nuevo y desconocido, y la vida de esa guagua depende principalmente de uno. Tema aparte es cómo el cuerpo y las hormonas de la mujer sufren un cambio radical, y que nos demoramos alrededor de un año y medio en volver a la "normalidad", aunque la verdad es que nunca más volvemos a ser las mismas que conocíamos. Si a eso le agregamos la bolsa de culpa que a uno le entregan de regalo en la clínica, tenemos el mix perfecto para llorar a gritos.

Con el primer año de la primera guagua, también pueden aparecer o aumentar los primeros problemas entre la pareja, que antes eran dos y ahora son tres. Durante esa etapa también aparecen dos nuevos personajes; una mamá y un papá que nadie sabía cómo iban a ser. La mujer que antes era relajadísima puede convertirse en una mamá ultra aprensiva o un hombre súper lleno de reglas y cuadrado, puede convertirse en el papá más relajado y liberal. Y es en el encuentro de estos nuevos personajes, donde aparecen los conflictos.

A medida que los niños van creciendo, y que el número de hijos va aumentando, la carga se va a haciendo más pesada. No solo debemos trabajar, alimentar, educar, vestir y cuidar a estos seres vivos que son nuestros hijos, sino también debemos contenerlos emocionalmente, que es la parte más desgastante, pero lejos la más importante. El tema es que para poder contener a nuestros niños, tenemos que estar nosotros medianamente contenidos, porque si no es una tarea titánica que te drena y deja pocos espacios para recuperarse.

Parte de esta contención, es una contención social, más invisible, que se puede traducir en no recibir de nuestro entorno esa presión inalcanzable. No percibir juicios porque no diste pechuga, que no te miren mal si tu hijo está con pataleta en el supermercado. ¿Qué tal si la próxima vez que veas a una mamá o un papá con cara de angustia junto a su hijo de 2 años con pataleta porque no le quieren comprar el juguete o dulce -que estratégica y maléficamente el supermercado o la farmacia pone a la altura de sus ojos- en vez de empatizar con el duende empatizamos con los adultos que están siendo juzgados por miles de ojos a la redonda? Basta solo una mirada que diga: "estoy contigo" o "a todos nos ha pasado lo mismo" para que esa mamá o papá se sientan contenidos por su entorno. Son gestos tan chicos los que aprecian unos padres en etapa de crianza, como ofrecerle a la amiga que acaba de parir tiempo para que se duche y se lave el pelo mientras le cuidas a la guagua, o entre parejas de amigos turnarse a los niños para poder salir una noche y pasarlo bien.

Debemos deshacernos de la presión de la vida Pinterest, que es agotadora. Porque si buscaste unas actividades entretenidas para hacer con tus hijos, prepárate a que el resultado no sea lo que ves en las redes sociales. Incluso, que esté lejos a ser algo que te gustaría subir a Instagram. En lugar de sentirte mal, date unas palmaditas de aliento en el hombro porque tuviste la iniciativa de hacer una actividad con tus hijos donde lo pasaron bien y se rieron un rato. Aunque el resultado no sea perfecto. Volvamos al fin de semana o a esas vacaciones donde uno se aburría un poco. Los niños de hoy están repletos de estímulos, imágenes, juegos, panoramas, actividades… Y aburrirse es clave para el desarrollo de la creatividad.

Me parece mucho más apropiado transformar esos juicios, exigencias y aspiración a la perfección en una parentalidad compasiva, donde practiquemos aceptar nuestros errores y los de nuestros hijos. También en ser compasivos con ellos y los momentos difíciles que puedan estar pasando. Ser papás y mamás también significa permitirnos equivocarnos y poder aprender de esos errores. Pero, sobre todo, bajemos el nivel de ansiedad generalizado por llevar una crianza perfecta a los ojos del resto, cuando de verdad sabemos que no es así. Yo levanto una banderita blanca desde el agotamiento de criar cuatro niños y estar dando lo mejor de mí misma, y la levanto en señal de apoyo a todas las mamás y papás que día a día se levantan muchas veces sin tener la menor idea de lo que están haciendo o de cómo hay que criar, pero dispuestos a aprender, mejorar, cambiar y dejarlo todo en la cancha.

María José Buttazzoni es educadora de párvulos y directora del jardín infantil Ombú. Además, es co-autora del libro "Niños, a comer", junto a la cocinera Sol Fliman, y co-fundadora de Soki, una plataforma que desarrolla cajas de juegos diseñadas para fortalecer el aprendizaje y la conexión emocional entre niños y adultos.