En 2016 cuando supe que estaba embarazada de Rafaela, mi primera hija que actualmente tiene seis años, pensé en que quería ser muy consciente de cada decisión que tomara respecto del embarazo y el parto. Sabía que quería un parto respetuoso, así que comencé a buscar información. Me cuestioné el nacimiento desde su inicio, porque había leído que los traumas de adultos comienzan en la gestación. Para mí era importante.
Encontré una doula. También un ginecólogo que me recomendaron mucho. Pero cuando le comenté que quería un parto sin anestesia, sentí que puso en duda mi capacidad. Así que dejé de atenderme con él y seguí con la doula. Ella me recomendó a una matrona, una mujer muy sabia que a su vez me recomendó a otro ginecólogo y así fue como finalmente armé un equipo que me dio confianza.
Llegó el día del parto y lo hice en una clínica que tenía una sala adaptada para partos respetuosos. Allí me permitieron estar con las personas que quise, el papá de Rafaela y también la doula. Además pude entrar comida, aromas, todo lo que quisiera; pude caminar, moverme, poner música. Fueron 21 horas de trabajo de parto. Cuando ya me faltaba sólo un centímetro de dilatación, fui caminando al pabellón con la doula. Recién ahí apareció el ginecólogo. Traté de ponerme en cuclillas, pero no tuve fuerza, así que me quedé semi sentada en la camilla y pude parir.
Esa primera experiencia de parto me confirmó que era capaz de parir naturalmente, sin anestesia, sintiendo mi cuerpo, respetando cada proceso. Así que cuando volví a quedar embarazada, cinco años después, confirmé que quería hacerlo en casa. De hecho cuando hablamos de tener hijos con mi marido actual y padre de mi segunda hija, se lo dije inmediatamente.
Justo tocó que nos mudamos a España por su trabajo y yo quedé embarazada. Me tocaría parir allá. Así comenzó de nuevo la búsqueda de un equipo que pudiera acompañarme. Encontré un grupo de cuatro matronas que hacen partos en casa hace 17 años.
Nos juntamos con ellas y nos dieron toda la información que necesitábamos. También mucha confianza. Así que partimos el camino.
El plan de parto
Yo ya tenía 30 semanas, así que en dos semanas tuvimos un primer control, luego a las dos semanas otro. En cada cita hacíamos lo que ellas llamaron ‘el plan de parto’. En él anotamos qué era lo que yo quería, que no.
Creo que cuando uno habla de parto en casa, las personas piensan que uno vive en el hippismo o que es una decisión irresponsable. Yo creo que es al revés. Todas las personas que deciden parir en casa se informan demasiado porque está el miedo de que algo pase. Cuando uno va a una clínica sabe que está todo ahí: la UTI, la UCI, las máquinas. Y por eso muchas veces las mujeres no se informan, sólo se entregan.
Estas matronas son muy respetuosas del proceso natural. A mí ni siquiera me hicieron un tacto, nunca. Ellas siempre me dijeron que lo más importante es que los latidos del bebé no bajen, por eso me controlaron todo el tiempo con el monitor.
Obviamente la primera instancia es parir en casa, pero en ese plan de parto también hay plan B, C, D y todos los necesarios para estar tranquilas. Planificamos todo: cuál es la clínica más cercana a la casa, si hay que ir, quién va a manejar, en qué auto, por cuál camino. Ellas tienen un maletín con lo necesario para primeros auxilios, pero en sus 17 años en esto, sólo han tenido que llevar tres veces a mujeres a un centro médico, y nunca ha sido por una urgencia, sino que porque la mamá lo ha pedido porque no puede con el dolor.
El parto
Desde las 37 semanas me empezaron a visitar cada lunes. Iban dos de las matronas, las otras se quedaban en guardia. En esas visitas hacen un control, escuchamos el corazón. Revisan que tengas todo lo necesario para el parto: la sábana, la tina, la sal que se pone en el agua, la manguera para llenarla, todo.
También hay espacio para más preguntas. Es que ellas preguntan todo: si quería que se acercaran o no, cuánto, que si quería que me tocaran el pelo. Lo que no quería también lo anotaron en el plan de parto.
Pasó la semana 38 y nada y llegó el lunes de la semana 39. Me tocaba justo con las matronas con las que tuve mayor afinidad, así que les dije que ojalá fuese esa semana. Ellas me preguntaron si tenía todo listo. ‘Cuando las mamás no tienen todo listo, no se ponen de parto’, me dijeron. Así que afiné los últimos detalles.
El miércoles de esa semana me comencé a sentir extraña. Salí a caminar un rato a pasear a mi perro, hice dormir a mi hija mayor y me acosté. Esa semana había llovido casi todos los días, pero justo ese día salió el sol. A las 6 a.m. me tuve que parar porque ya no aguantaba las contracciones acostada. Me fui al living, me puse un polar porque tenía un poco de frío, prendí la estufa y comencé el camino.
Mi marido llamó a las matronas. Ellas llegaron cerca de las 9 a.m. Se quedaron un rato con mi mamá en la cocina, yo las escuchaba conversar y comer, porque dentro del plan de parto también pensamos qué íbamos a comer. Mientras, yo en el living me movía entre el sillón y la pelota. Caminaba, me agachaba.
En un momento comencé con contracciones mucho más fuertes. La matrona me ofreció poner la piscina, pero yo recordé el parto de mi primera hija que duró 21 horas y le dije que no, que me faltaba. Ella decidió armar la piscina, pero sin llenarla aún.
Volvió a la cocina y las seguí escuchando a ellas con mi mamá conversar. Hablaban de la comida, tomaban cafecito, era una situación tan familiar, que hasta me daban ganas de estar con ellas ahí.
Pasó un rato más y una de las matronas se sentó en el comedor a mirarme. No me hizo tacto ni nada, sólo me observaba. Minutos después le pedí que me hiciera masajes en cada contracción. Ella en un momento me dijo que llenaramos la piscina. La llenamos con la manguera, pero faltó un poco de agua, así que las matronas y mi mamá comenzaron a echar más agua con ollas, y me tiraban esa agua calentita en la espalda. Eso también me ayudó con el dolor.
Cuando me paré para entrar a la piscina supe que estaba lista. Sentí como la guagua bajó. Me metí al agua, vino la primera contracción y pensé que era la cabeza, pero no, era la bolsa, recién ahí la expulsé. Y después de la bolsa, la siguiente contracción fue la de la cabeza. Se acercó una de mis matronas y me acomodó, pujé una vez más y salió.
Parir informada
Ellas reciben la guagua, ven que todo esté bien en cosa de segundos, y la ponen encima mío. Piel con piel. Me quedé un ratito en el agua, después me acosté en el sillón porque nos dio frío. Esperamos ahí que alumbrara la placenta, hicimos el corte tardío del cordón, vino la Rafa, nos abrazó a las dos. Después la dejamos haciendo piel con piel con mi marido. Al rato la pasamos a la pieza, la vestimos.
Las matronas se quedaron ahí hasta el almuerzo y después nos vinieron a ver al día siguiente. Hacen tres controles después del parto.
Esta semana mi guagua cumple justo un año. Miro las fotos, recuerdo ese momento y sólo siento emoción y felicidad. La gente cree que las personas que decidimos tener partos en casa somos irresponsables, pero yo no lo veo así. Yo me informé mucho, porque finalmente cuando uno toma una decisión como esa, es la responsable de lo que ocurra.
Las mujeres tenemos el poder de parir, pero hay mucha desinformación. La sociedad no nos educa, no nos da las herramientas para tomar esta decisión. Hay mucho miedo, muchos mitos que ensucian ese momento que es tan lindo. Cuando los partos se medicalizaron se le quitó a la mujer cualquier posibilidad de tener el control sobre su cuerpo, comenzaron a parir acostadas, llenas de anestesia, perdieron la posibilidad de decidir porque en medio del trabajo de parto, con el dolor de las contracciones, las mujeres no pueden decidir si te preguntan si quieres forcep o no. Asumen no más. Y si uno piensa en eso, también es tétrico.
Yo no digo que todas las mujeres tengan que parir en casa o sin anestesia. Tampoco me siento mejor mamá por haber parido así o por haber amamantado. Menos juzgo a las mujeres que deciden tener un parto completamente distinto. Sólo digo que es importante y necesario informarse, durante el embarazo y con esa información hacer tu propio plan de parto, con lo que quieres y necesitas. Pero hay que tener información. En muchas clínicas lo normal es que durante el embarazo te controles con el ginecólogo y a la matrona la conoces casi al final, ¿por qué?, si ella es la que realmente te acompaña en el parto, el gine llega al final, o a veces ni llega. Entonces, mi mensaje no es que las mujeres tengan partos naturales, pero sí partos conscientes, que tengan toda la información para que sea realmente una decisión.
* Alma Delherbe Cubillo tiene 33 años, es kinesióloga y actualmente está realizando su formación como doula en España.