Pasando septiembre
Justo cuando creíamos que estaba llegando la primavera y empezamos a gozar de un solcito engañoso, llega también una oleada de influenza, virus sincicial, virus boca manos pies y también las alergias respiratorias. Esto no solo compromete la salud de los niños, sino que también altera el funcionamiento familiar y la rutina, sobre todo en las noches. Hay que ver cómo nos organizamos con el trabajo, ya que el niño probablemente tenga que faltar al jardín o colegio, o para poder llevarlos al doctor, atenderlos y cuidarlos. Porque cuando un niño se siente mal, no solo quiere estar con su mamá o su papá, sino que pareciera que quieren meterse adentro de uno. Y si hay más niños en la casa, se produce una suerte de efecto dominó, y van cayendo todos por su orden. El resultado casi siempre es que como mamás y papás terminamos reventados y probablemente contagiados, sin posibilidad de quedarse en cama y debiendo seguir con la rutina.
Después de varios años criando con dosis de antibióticos y sesiones de inhalador, masajes en el pecho con olor a eucaliptus, largas noches de fiebrones e interminables y lloradas limpiezas de narices, voy por el primer año sin haber llevado a mis niños al doctor. Esto no solo es una diferencia enorme en la calidad de vida, sino que también una gran diferencia para el presupuesto familiar, ya que todos los remedios que requieren los niños para pasar el invierno tienen precios de locos.
Además, cada vez que les daba antibióticos, algo me sonaba raro. Es indudable que matan el bicho y hacen que se mejoren, pero también producen efectos no tan buenos. Por eso, empecé a leer e informarme sobre los probióticos y la gran importancia que tienen para la salud. Estos microorganismos vivos pueden incorporarse a la dieta por medio de alimentos o medicamentos que los contengan. Son la parte más importante de una microbiota sana que cumple diversas funciones dentro del organismo, relacionándose directamente con el sistema inmune y las defensas, digestión de nutrientes y producción de vitaminas. De hecho, al intestino delgado se le llama "el segundo cerebro", ya que es el responsable de producir casi el 80% de la serotonina, un neurotransmisor que afecta el ánimo, el comportamiento social, el sueño, el apetito, la memoria e incluso la libido. Si baja su producción, impacta de manera negativa nuestro ánimo. Incluso hay científicos que afirman que un desbalance de la microbiota, que es este huerto de bacterias buenas que tenemos en el intestino, puede hasta gatillar una depresión.
En mi búsqueda por un cambio preventivo encontré Bifidice (bifidice.com), unos helados saludables con probióticos que, al estar congelados, aseguran la llegada del probiótico al intestino delgado. Restauran la microbiota y mejoran la salud general de quien los consume. Estas bacterias buenas que habitan en el intestino delgado, van muriendo debido a diferentes factores: vida moderna, antibióticos, alimentación ultra procesada o desbalanceada, entre otros. Y al restaurarlas, mejoran nuestras defensas. Claramente los probióticos no son un milagro, van también de la mano con una alimentación sana que consta de muchas verduras, fruta y agua, ya que es la alimentación llena de nutrientes la que mantiene la microbiota sana.
En el caso de mis niños, el consumo de este helado preventivo se ha traducido en nuestro primer año sin urgencias respiratorias. Todos más felices. Menos remedios, menos gastos. Incluso yo dejé de tomar antialérgicos. Si bien comprar los helados supone un costo, sigue siendo menor al de las enfermedades constantes y todos sus asociados. Y la felicidad da una madre o padre en torno a la salud de sus niños, no tiene precio.
Siempre que buscamos un cambio para mejorar nuestra calidad de vida viene acompañado de un poco de ansiedad y miedo. También incertidumbre de si nos va a resultar o no, y cómo empezar este cambio. Un gran dato para lograr una alimentación más sana es cambiar lo que compramos, ya que serán esos los productos disponibles para nuestra familia. Un buen tip para llenar el carro de supermercado con alimentos vivos es solo recorrer el pasillo externo, ya que ahí encontramos las frutas, verduras, lácteos y carnes. Todo el resto tiene alimentos que pueden durar hasta dos años en los estantes, ya que están llenos de preservantes, estabilizantes y miles de ingredientes no ideales para la salud.
También es una buena práctica poner atención a lo que ponemos al alcance de los niños, ya que lo que ven es lo que van a querer comer. Si llenamos el refrigerador de bebidas y alimentos ultra procesados, es a eso a lo que van a tener acceso, pero si en cambio contamos con mucha fruta y verduras, esas serán sus opciones. Los hábitos de alimentación se forman en los primeros años de vida, por lo que es fundamental para una buena salud que éstos sean positivos.
Sabemos que las fiestas patrias son tiempos en los que la alimentación se desordena y comemos mucho más de la cuenta, por lo que post 18 es un tiempo perfecto para empezar a generar estos cambios. Así lograremos convertirlos en hábitos y no solo en algo temporal post excesos. Una dieta balanceada, con consumo de productos que sean en su mayoría caseros, con ingredientes conocidos, mucha agua y poca azúcar, más un plan de prevención de probióticos, debiera producir un cambio sustancial en la salud familiar. ¡Felices fiestas!
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