“Hace más de tres años me separé del papá de mi hijo, que hoy tiene 5 años. Fue una relación bastante compleja, con mucha violencia psicológica y económica, pero fue gracias a mi hijo que me armé de valor y decidí finalmente separarme. Me fui solo con mi ropa y la de él en una maleta, porque no quise llevar nada que me recordara esos malos momentos. La separación se concretó cercano a las festividades de fin de año, por lo que además de las conversaciones sobre pensión alimenticia con el padre, también se acordaron regímenes de visitas y fechas relevantes como cumpleaños, Días del Padre y, por supuesto, Navidad y Año Nuevo.
La primera Navidad post separación, la pasé con mi hijo y el 31 le tocó con su papá. Al año siguiente fue al revés. Reconozco que esa vez me asusté, no sabía cómo me iba a sentir, pero no fue tan terrible como pensé. Probablemente porque él aún era pequeño y no entendía muy bien el significado de estas fiestas. Sin embargo, hoy que tiene 5 años, es totalmente diferente y la idea de pasarla sin él se hace terrible.
En mi hogar, con mi actual marido, que es como su segundo papá, adoramos la Navidad. Armamos el árbol anticipadamente porque es una fecha que esperamos con ansias. Adornamos la casa, escuchamos música navideña y vemos películas. Todas las mañanas, mi hijo se levanta y marca el calendario de adviento y juntos contamos los días que faltan. Pero es triste que tanta parafernalia anticipada pierda un poco el sentido al no pasar el día mismo juntos. Y esta vez, fue peor que la primera vez, porque siento que a mi hijo también le afectó.
Antes de irse, me dijo muchas veces: “Mamá, que tengas una muy feliz Navidad, te voy a extrañar mucho”. Lo mismo le dijo a mi marido. Sentí por primera vez lo doloroso que es pasar esta fecha sin mi pequeño, sin sus historias y sin poder ver su cara al abrir los regalos; sin sus bailes y bromas a la hora de la cena. Siento que me pierdo una parte de su vida y no sé cómo recuperarla y qué hacer para no sentir vacía esta fecha, en la que aflora mayormente el deseo de estar con los seres queridos, de compartir y aprovechar los momentos.
Y me han pasado cosas extremas, porque esta vez me conecté con sentimientos buenos y no tan buenos. Una mezcla entre la alegría que me genera la Navidad, pero con la tristeza de estar sin mi pequeño. Tuve emociones y sentimientos que no pensé que iba a tener, como por ejemplo, sentí empatía por mi ex después de tanto daño. Reflexioné si quizás él también se siente así cuando le toca pasar una fecha importante sin nuestro hijo. Seguramente debe ser igual de triste, porque no dudo que lo ama. Pienso también en lo que siente mi hijo, en cómo debe ser para él tener que pasar siempre la Navidad sin uno de sus padres, quizás le gustaría pasarlo con ambos y deberíamos ceder a eso en los años siguientes.
Imagino a todas las mamás que están en mi misma situación y a los niños que están en la posición de mi hijo. Pienso en mi propia mamá, que si bien pasó todas las navidades con nosotros cuando éramos pequeños, debió ser difícil para ella cuando nos fuimos de la casa. Al final, pasar estas fechas sin un hijo, cuando tienen el significado que tienen nosotros, es triste. Pero este año me di cuenta de que también es un aprendizaje de empatía y de amor. Estar lejos me permitió valorar y aprovechar aún más los momentos juntos. Y también me hizo agradecer que, independiente de que el papá de mi hijo haya sido una mala pareja conmigo, es su padre, lo quiere y está muy presente. Y entonces, se merecen este tiempo juntos”.
Alejandra Guajardo es lectora de Paula.cl