“Fui criado como niña”. Con esa frase Patricia Rivadeneira da inicio a la obra A los pies del árbol. La persona criada no es nadie más, nadie menos que Humberto Maturana, cuyas teorías sobre la vida influenciaron áreas del conocimiento tan variadas como la neurociencia, la sociología, la computación, la literatura y la filosofía. Un hombre criado por Olga Romesín Lezaeta, que luchó por la emancipación social de las mujeres y enseñó a su hijo a lavar, cocinar, tejer y a pedir la palabra.
Su madre creía en el concepto universal del amor, que Maturana resumió más tarde en esa simpleza de dejar aparecer al otro, que se percibe en todo su trabajo y que Patricia Rivadeneira conoció en profundidad en los últimos años.
Primero la actriz descubrió la obra de Francisco Varela a través del libro Un puente para dos miradas - Conversaciones con el Dalai Lama sobre las ciencias de la mente. Luego, conoció a los maestros Claudio Naranjo y Lola Hoffman. Y a través de ellos a Humberto Maturana.
“Ese es un grupo de gente muy especial, porque siendo todos científicos se acercan al mundo de la espiritualidad y sobre todo de la naturaleza de la mente. Es gente que tiene curiosidad por comprender la naturaleza humana”, comenta Patricia. “Yo también quiero entender la naturaleza de la mente humana, quiero entender cómo funciona el aparato emocional, cognitivo, mental”, añade.
Además, cuando estuvo en Italia como agregada cultural de Chile entre los años 2001 y 2006, descubrió que ese grupo era considerado un gran aporte al mundo intelectual, con personas “de máximo nivel”. “Esos eran los nombres que sonaban allá. No me sorprendió que los conocieran, pero sí que hubiesen trascendido y que, siendo científicos de un país remoto y tan pequeño, tuviesen esa resonancia en Europa”, sostiene.
Por eso, sintió que “fue mágico” cuando la invitaron del Festival Puerto de Ideas, en 2022, a realizar una lectura dramatizada basada en El árbol del conocimiento, el libro que Maturana escribe junto a Varela y en el que plantean su principal tesis: la autopoiesis.
Como todos los grandes filósofos, Maturana y Varela se preguntaban sobre qué era la vida y llegaron a la conclusión de que los seres vivos son autopoiéticos moleculares: nos producimos a nosotros mismos, y la realización de esa producción constituye el vivir. Ese sistema cerrado continuamente se está creando a sí mismo, reparándose, manteniéndose y modificándose hasta la muerte.
“Era un trabajo increíblemente difícil: ¿cómo se convierte un libro de 300 páginas, con esa complejidad de pensamientos, en un espectáculo de una hora?”, recuerda la actriz. El resultado de 2022 fue un éxito entre los asistentes. Por eso, la dramaturga y directora Manuela Oyarzún decidió convertirlo en una obra de teatro. Obra que será presentada durante este mes de enero en el Festival Juan Radrigán en Quilicura y en Santiago OFF, justo cuando se cumplen 30 años del Premio Nacional de Maturana.
La obra busca acercar al público al concepto y detenerse en la relevancia de su pensamiento, con experiencias sensoriales y afectivas centradas en la colectividad. “Ha sido muy desafiante transformar eso en algo accesible en donde se vive este rito del teatro y en donde todos podemos ser permeados por este personaje y su saber”, cuenta Patricia.
-Como bien dijiste, la obra de Maturana son libros de 300 páginas o más, con un lenguaje complejo en muchos casos. ¿Cómo logran transmitir El árbol del conocimiento a un público general?
-El espectador se puede sumergir, como cuando uno escucha música. La música puede ser abstracta, tú escuchas eso y tu cuerpo vibra. Aquí también ocurre eso porque la música es en vivo y está pensada para transportarnos. También la estructura de la obra, la instalación, la escenografía permiten eso, y también hay un encuentro muy contundente entre la actriz (yo) y el público porque no hay cuarta pared. Yo converso con las personas, explico, me explico y trato de explicar. En escena tú vas a ver a una actriz que trata de entender la teoría de Maturana sobre los seres vivos y la autopoiesis, trata de entender cómo es que nosotros vivimos en un mundo que configuramos y no en un mundo que encontramos, trata de entender si existe la objetividad en el mundo. Entonces, ella (yo) me hago preguntas que confronto con las teorías de Maturana y también usamos recursos teatrales muy simples, muy tiernos, está Maturana cuando era niño, está la madre de Maturana, hay una novia de Maturana y van a una discoteca, hay Maturana ya adulto, hay un psiquiatra que trata de ayudar a la actriz porque la actriz se desespera porque no entiende… El público también es parte del espectáculo.
-Ese último aspecto me llama la atención: si hay algo importante en la obra de Maturana es el aspecto comunitario, no somos seres individuales, sino que pertenecemos a un entorno mayor y estamos conectados… Me imagino que algo de eso es lo que la obra quiere plasmar.
-Exacto y es así como la obra se creó, es por eso que al principio se hacía esta cosa leída, después menos leída y después fue integrándose a este monólogo miembros de la compañía. El músico de pronto también actúa, el diseñador de iluminación podría haber estado en la caseta y está dentro del dispositivo escénico haciendo las luces desde adentro del escenario. La directora también está en el escenario y canta, hace voces. Entonces fuimos todos haciendo un tejido autopoiético.
-Y al mismo tiempo van rompiendo las estructuras clásicas jerárquicas del teatro.
-También, exacto. El público podría en un momento, si quisiera, pararse y hablarme.
Maturana y el feminismo
Desde el año 2000, el trabajo de Maturana empezó a mutar. Junto a Ximena Dávila, co-creó lo que se llama biología cultural y a través del centro Matríztica, aludió a una oposición de la idea patriarcal, postulando la cultura de la cooperación, el cuidado y la participación colectiva. Desde ahí, orientó sus estudios a comprender cómo el mutuo respeto y la honestidad serían el fundamento biológico-cultural del convivir democrático.
Varias de esas ideas han sido utilizadas como herramientas para transformar instituciones, incluyendo grandes empresas, porque Maturana consideraba la biología cultural algo clave en las dinámicas relacionales.
-Muchas feministas y líderes de organizaciones se han inspirado en el pensamiento de Maturana. Siendo mujer, ¿cómo ha sido para ti apoyar la obra o hacer más entendible la obra de alguien como él, que también tiene un rol fundamental en el feminismo?
-Bueno, él tiene una madre que era muy poderosa y fue criado como niña, esa es la primera frase del espectáculo. Yo creo que cualquier persona que haya sido un buscador comprende que hay una crisis sobre las masculinidades. De hecho, él funda Matríztica. Entonces es muy lindo acercarse a un hombre que ha sido deconstruido, hay una ternura en eso. Maturana es un hombre que acepta ser devoto de las mujeres. Yo abogo porque seamos todos iguales, igualos, igualas, pero también hay que aprender a ser devotos.
-¿Qué aprendiste de Maturana sumergiéndote en su obra?
-Hay hartas cosas que son importantes… Por ejemplo, para mí ha sido hermoso analizar el teatro como un dispositivo que es peligroso, como la vida. La vida tiene un aspecto que vivimos los seres humanos con mucha ansiedad porque queremos control, queremos certidumbres y eso nos hace reflexionar. Entonces, el dispositivo donde yo entro y trabajo -por el mismo hecho de cómo está diseñada la obra- me pone en un peligro en donde lo único que me queda es confiar… Estoy sola con los espectadores, no tengo la protección de la ficción. Es muy enriquecedor, porque cuando uno está en el teatro está con el cuerpo ahí a disposición, hay una vulnerabilidad en la que todos participamos. Es la comunidad en el otro y es lo que te devuelve la confianza en la humanidad, en lo social.
-Es interesante lo que dices y podría parecer contradictorio: quizás nunca has estado tan expuesta como ahora, pero eso justamente es lo que te ha hecho recuperar la confianza en el público, en los demás.
-Claro, es como cuando uno hace el amor, tienes que entregarte porque sino no ocurre. De hecho, de eso se trata la obra: el amor es dejar aparecer al otro y todo el tiempo el juego está en dejar aparecer, nos estamos mirando, viendo.
-Como lo decía Maturana...
-Sí, el amor es dejar aparecer, confiar, compartir y colaborar. Como lo hizo la madre de Maturana. Ella vivió en una comunidad Quechua de niña y después cuando grande hizo un voto de pobreza, ella siempre vivió con el recuerdo de ese período en Bolivia y la historia de esa madre es la historia de todas. La invitación a todos, entonces, es a dejarse transportar por la experiencia, porque muchas veces el pensamiento -porque está hecho así- es una exigencia reflexiva.
-Finalmente, ¿qué te gustaría que se quedara con los espectadores al momento de salir de la obra?
-Yo lo que quiero es que la gente pueda disfrutar de la experiencia sin pensar que “no entendí” o “hay cosas que no entendí”. No importa eso. La obra nos invita a salir con más preguntas que respuestas y, de hecho, al final de la obra hay unos códigos QR que se arman como rompecabezas y te llevan a algunas frases de Maturana que vas a poder recuperar del texto que yo voy a actuar. Yo espero que la gente salga con ganas de más y que piense que así como hay tantas cosas que no son positivas en esta era, también hay cosas maravillosas como que la ciencia esté a la mano gracias a pensadores como Maturana.
* Las funciones de “A los pies del árbol” se realizan el 18, 19, 25, 26 y 27 de enero en el Festival Juan Radrigán en Quilicura y en Santiago OFF.