Paulina Dardel: “Vivir con dolor de cabeza es una situación que a muchas personas les aqueja, mayoritariamente a mujeres”

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“Sufro de jaquecas desde que tengo 7 años. Mis padres, preocupados por esta situación, decidieron llevarme a los distintos médicos que podrían dar un diagnóstico como oftalmólogos, neurólogos infantiles y endocrinólogos. En los exámenes no aparecía nada. Fue un largo recorrido y para ellos, la respuesta fue tajante: necesitaba atención. Siendo la menor de tres hermanas, para ellos esto resultaba simple y evidente, por lo que en la medida que tuviera mayor vigilancia de mis padres y familia cercana, los dolores pasarían. Pero no fue así.

Era asidua a la enfermería escolar, donde me daban una agüita de hierbas y, a veces, una aspirina o paracetamol para el dolor, el que no pasaba. Crecí con jaquecas que fueron aumentando en intensidad con los cambios hormonales, el estrés propio de la adolescencia y otros factores, como la alimentación

A los 19 años me diagnosticaron mi primera gran depresión, que se alimentaba de las cefaleas que me acompañaban desde niña. Ni siquiera las licencias médicas o los descansos obligatorios que tuve durante mi vida universitaria, paraban los dolores. Muchas, muchas veces terminé en urgencias médicas, para que se me inyectaran calmantes que pudieran adormecer el dolor, pero siempre las respuestas eran las mismas: “Solo tiene un dolor de cabeza”; “esta niña tiene que relajarse”.

El punto de quiebre llegó cuando tenía 25 años. Tuve una fuerte recaída, tanto anímica como neurológica. Pasé diez días hospitalizada, dos meses en cama, tiempo en el que no era capaz de levantarme de la cama o de lavarme el pelo. Comer era un esfuerzo impensado. La depresión se alimentaba del dolor de cabeza, y el dolor de cabeza de la depresión. Fue realmente un círculo vicioso que no paraba y no tenía cómo parar. Más exámenes, más médicos, neurólogos, psiquiatras, psicoterapia para poder terminar con este infierno. Dietas ayurvedas –propias de la medicina tradicional india–, santeros, terapias alternativas… Lo intenté todo, pero el dolor siempre estaba ahí… Presente.

Al tiempo, mi psiquiatra de la época, Premio Nacional de Medicina, me derivó con un excelente neurólogo, especialista en trastornos de movimiento, porque también sufro de piernas inquietas por las noches. Para él, con una mirada más holística, este era un problema severo que debía revisar un experto en jaquecas. Fue así que llegué a un médico que me dio, por primera vez, un diagnóstico neurológico: cefalea crónica diaria, que significa que me duele la cabeza todos los días. Ya el solo hecho de nombrar la enfermedad fue, para mí, un alivio.

Si me duele la cabeza, tengo un kit de tratamiento de emergencia en casa para no ir a una urgencia, porque la verdad es que lo único que me hacían era ponerme algún tipo de medicamento intravenoso para apalear el dolor.

El mundo no para cuando tienes un dolor de cabeza. Muchas veces cuando uno está mal te dicen: tranquila es solo un dolor de cabeza o ya se te va a pasar, pero la verdad es que estas crisis pueden llegar a durar hasta dos o tres semanas. También he estado internada en la clínica para poder tratar estos dolores, pero la verdad ya me acostumbré a vivir con dolor.

En unas pocas semanas más voy a cumplir 34. Soy profesora universitaria de literatura en Viña Del Mar. Soy mamá, tengo un hijo de cuatro años y hay momentos del semestre que son muy álgidos y que detonan fuertes crisis. Vivir en una ciudad amable es bueno, pero no lo es la falta de empatía que se tiene por vivir con fuertes dolores inhabilitantes.

He aprendido que hay cosas que no puedo comer como los quesos, las nueces, las avellana además de pillar el dolor. Lo que me pasa es que me duele una zona de la cabeza. Pueden ser vibraciones, pulsaciones y justamente la zona de la cabeza. Entre las alertas previas, figuran las alucinaciones visuales, que pueden ser simplemente que te duela una parte de la cabeza o malestar general. Tomar mucha agua y tomar café también me ayudan, pero son ayudantes no son la panacea.

Hay mucha empatía para personas cuando el dolor es visible cómo por ejemplo el cáncer o la diabetes, pero las enfermedades que no se ven como las asociadas a la salud mentales o los dolores de cabeza… Es como que la gente no está ni ahí. No hay un interés y escuchas cosas como es solo un dolor de cabeza, y tú por dentro te sientes imposibilitada de hacer clases o de hacer algo que tenía programado. Muchas veces tengo que acostarme apagar la luz, preparar un guatero porque me da mucho frío y todo ese proceso que conlleva a tener un dolor de cabeza es mayor.

La verdad es que la gente no lo entiende. Creo que como no se ve hay una falta de educación bien importante. Una sombra es una super buena palabra para definir lo que se siente. Es una sombra que te acompaña todos los días y está presente siempre, algunas veces más latente que otras.

Callar el dolor es parte de mi día a día, más que tener a mano una serie de diferentes medicamentos que pueden ayudarme a pasar la jornada, quisiera que se educara más a la población frente a este tema. No solo somos los jaquecosos o quienes padecemos trastornos del ánimo los que sufrimos, sino que hay un sinnúmero de pacientes que lo pasan muy mal en su día a día por la poca comprensión que hay sobre el dolor de los demás.

En el libro “La muerte de Iván Ilich” de León Tolstoi el autor enseña de una manera a no subestimar el dolor de nada. Hay que ser empático frente al dolor del otro. Si te sientes mal es por algo, no por nada. Falta mucho entender al otro y la comprensión que hay en el dolor. Es algo que puede imposibilitar a cualquier persona independiente sea la profesión.

Vivir con dolor de cabeza es una situación que a muchas personas les aqueja, mayoritariamente a mujeres. No quiero seguir escuchando que “solo tengo un dolor de cabeza”, cuando lo que me sucede va mucho más allá. La respuesta frente a estos dolores invisibles es la educación de la población, y no mirar en menos lo que miles de personas vivimos cuando de dolores se trata”.

Paulina Dardel es profesora universitaria magíster en Literatura Comparada y tiene 33 años.

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