El recuerdo latente
En Los archivos del cardenal –la serie de TVN que relata el trabajo de la Vicaría de la Solidaridad en la identificación de detenidos desaparecidos durante la dictadura– Paulina García interpreta a la esposa del abogado de la Vicaría. Dice que hacer este rol ha sido una experiencia sobrecogedora, que ha traspasado el terreno de la ficción para hacerla revivir un capítulo potente de su biografía. Aquí, su narración.
Lo vi. Vi cómo un amigo desapareció por dos semanas. Vi cuando volvió con diez kilos menos. Vi cómo se paró encima de una mesa, en el casino del Campus Oriente, y dijo "compañeros, he confesado los nombres de tal, y de tal y de tal". Vi cómo a ese hombre le tiraron las bandejas por la cabeza. Yo estudiaba Teatro en la Universidad Católica y era parte del movimiento político. Guardo esa sensación de haber crecido teniendo controlada la existencia. Y cómo eso afectaba al cuerpo. Creo que para mi generación, al final, esa sensación se transformó en una manera de caminar. O conservabas la tensión y seguías, o reaccionabas con el desparpajo de mandar la norma a la mierda.
Recuerdo el terror. Lo tengo tan presente. Recuerdo una noche, en el techo de la casa de mi novio de entonces escuchando a miles de efectivos pasar por las calles. Balazos, balazos, balazos. Recuerdo esa frase tan cotidiana que todos te decían: "Cuidadito, cuidadito, que todo tiene consecuencias".
No tuve que prepararme para interpretar a Mónica Spencer en Los archivos del cardenal. Ya estaba preparada. Tenía la memoria latente. Y aún así, mientras grababa las escenas, me preguntaba ¿cómo pude vivir esto y seguir levantándome todos los días, desayunando todos los días? La vida seguía tan espantosamente así. Tan dramáticamente así. A veces, cuando actúas y preparas una escena en la que sabes que tienes que estar conmovida, te concentras mucho tratando de llorar cuando tienes que llorar. Pero esta vez fue todo lo contrario. Recibía la indicación de "no llores ahora". Cuando, en el fondo, estaba emocionada a tal punto que tenía que detenerme y decirme "cálmate".
Me he dado cuenta de que estamos lo suficientemente maduros para hablar de los horrores de la dictadura. Creo que Los 80, de Canal 13, preparó el camino. Mostraron el mismo periodo y se instalaron desde cómo la vida seguía tratando de ser normal mientras algo horroroso estaba pasando. Esa familia de Los 80 es una familia que está censurada por todos lados. Es bellísima. Los archivos del cardenal vinieron a mostrar el lado crudo. Sin Los 80, esta serie no existiría. Ahora era el momento justo. Si Los archivos del cardenal hubieran ido primero que Los 80, la derecha habría hecho mucho más escándalo. Aunque igual se
hiperventilaron. Sus posturas decimonónicas no nos permiten evolucionar. Pero, más allá de las reacciones de Carlos Larraín o Alberto Cardemil, lo que me sorprendió fue el rating. No esperé que quisieran vernos.
Pensé que el país no quería hablar más de esto ¡y cuánto quieren! Los cinco meses de grabación –de noviembre del año pasado a marzo de este año– fueron intensos. Nos transformamos en monotemáticos, era imposible hablar de otra cosa. Los más jóvenes nos preguntaban todo. Además, Nicolás Acuña, el director, vivió en carne propia el caso de los degollados, porque estaba en el colegio cuando se llevaron a los profesores José Manuel Parada, Manuel Guerrero y Santiago Nattino. Se creó un ambiente contenedor. Pero nos sentíamos impotentes, porque se nos hacía evidente el daño aún no reparado. Sabíamos que la aparición de la serie iba a ser un acto ritual. Me ha sorprendido escuchar de la gente que lo vivió que esto no parece ficción. Y de los más jóvenes, que hablarlo era un acto justo y necesario.
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