Paulina Veloso (66) tenía 14 años cuando la eligieron secretaria general del Centro de Alumnos del Liceo Experimental de Concepción. A los 16 fue elegida presidenta. En 1973, al igual que a otros dirigentes estudiantiles de la época, allanaron su casa y fue dos veces detenida. Se incorporó al Partido Socialista en la clandestinidad.
Era también una excelente jugadora de voleibol y, años antes del Golpe, en 1971, en las canchas donde practicaba para el equipo juvenil de la ciudad, conoció a Alexei Jaccard, quien sería su marido.
Alexei tenía 21, estudiaba Economía, era alto, de pelo castaño y nariz perfilada. También era parte del Partido Comunista. Con Paulina se enamoraron rápidamente, compartían una convicción militante y el deseo de participar en la política desde muy jóvenes. Entre muchas cosas, lo que le gustaba de él era su empatía para conectar con la gente. Incluso, cuando fue electa presidenta del centro de alumnos de su Liceo, Alexei conversó con la directora porque había visto que la “oficina” del centro de alumnos no tenía paredes que la cerraran. “Yo les puedo construir una, para qué van a estar al aire libre”, le dijo en esa época, pues también era muy hábil para construir. Y así fue.
Con el Golpe de Estado, después de haber sido detenido, Alexei se fue a Suiza, país de sus ancestros. Paulina cumplió los 18, había entrado a Ingeniería Civil en la Universidad de Concepción, pero en el 75, dejó sus estudios para seguir a Alexei a Suiza. Él ya estudiaba economía en la Universidad de Ginebra. Ella inmediatamente se incorporó a estudiar la carrera de Matemáticas. Se casaron en enero de 1976.
En 1977, Alexei fue contactado por el partido comunista para una misión secreta en Buenos Aires. Mientras hacía la maleta, le dijo a Paulina que tenía prohibido contarle cualquier detalle, pero que de todas maneras, quería que supiera que iba a tardar 10 días y que se trataba de una misión compleja. Iría a Buenos Aires y después a Santiago. Ella sólo le preguntó: ¿Estás seguro? Y mientras se miraban obtuvo la respuesta. Lo llevó al aeropuerto un 14 de mayo. Y no volvió.
De eso han pasado 46 años. Paulina Veloso ha sido Ministra de Estado, integró la Corte de Apelaciones de Santiago, fue profesora de la Universidad de Chile y hasta hoy es consejera de la Corte de Defensa del Estado. Y durante todo este tiempo, también ha sido buscadora de un detenido desaparecido. “Un hombre que era parte de la dirección del partido llegó desde Moscú a mi casa en Ginebra el 3 de junio de 1977. Me dijo que la operación había fracasado, pero que creía que Alexei Jaccard era al único que podían salvar. No sabían dónde estaba, quién lo había capturado ni qué le había pasado, pero me sugirieron que iniciara una campaña pública para lograr su liberación”, cuenta.
Dice también que el no saber nada hacía que la actividad fuese muy frenética. “Es esa sensación de que si tú no haces algo, no lo salvas. Y si dices algo erróneo, podría ser fatal. Así me movía el día completo. Todas las ideas que a alguien se le ocurrían, yo las hacía. Esa misma noche, contacté a un parlamentario suizo para pedirle que me contactara con el gobierno. Le dije que Alexei había ido a Chile a ver a su familia y que había sido detenido en Argentina. Presenté un recurso de amparo en Chile y Argentina; y más tarde, mi mamá presentó una querella en Chile, mientras que desde La Universidad de Ginebra se comenzó una campaña pública y se creó el Comité Jaccard, para que se reconociera la detención”.
Tuvo además el apoyo de un abogado suizo para mantenerse en constante contacto con las autoridades de ese país y las embajadas de Chile y Argentina. “Todos me preguntaban por qué me desgastaba pidiéndole explicaciones a Chile, si Alexei había desaparecido en Argentina. Pero yo tenía la convicción de que no había ninguna razón para que lo hubieran detenido y retenido en una dictadura al otro lado de la cordillera. Si es que eso había pasado, tenía que ser parte de un plan mayor”.
Una búsqueda solitaria
El año 1979, Paulina tomó la decisión de volver a Concepción con su familia. A pesar de que cuenta que su contención y cariño fue uno de los resortes que la impulsó para no hundirse en esa época, para ella la tarea de buscar a un detenido desaparecido fue muy solitaria en ese entonces. “Nadie sabía muy bien qué hacer o dónde buscar. Además del miedo y de la idea difusa de lo que una desaparición significaba, nadie se atrevía mucho a hacer nada”.
La soledad de su búsqueda además estaba dada porque los familiares de chilenos detenidos desaparecidos en Argentina eran –según dice– una especie rara en Chile. La preocupación que existía en general ya era mucha respecto de los desaparecidos y ejecutados en el propio país. Paulina se convirtió, entonces, en su propia detective.
Sus papás la inscribieron para que diera la prueba de aptitud para entrar a estudiar Derecho en la Universidad de Concepción. “Tenía la idea de que podía hacer más desde el Derecho en mi búsqueda imparable, pero también sabía que debía estudiar; en mi familia nunca estuvo en cuestión que yo completara una carrera, mucho menos que nos dedicáramos a la actividad política como profesión, a pesar de que todos participamos activamente”, dice Paulina.
Mientras estudiaba la carrera, fue la primera mujer vicepresidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción y también del país, en 1983. Marchaba en medio de los hombres de la generación; fue pionera en la creación de la federación y también fue galardonada como la mejor estudiante de su generación. Todo con una fuerza implacable, todo a la par de la búsqueda de Alexei.
Nadie tenía información sobre Argentina y Paulina comenzó a construir su propio mapa desde la Vicaría de la Solidaridad de su ciudad. En ese lugar conoció a María Audelia Mardones. “Yo la acompañaba a tomar la micro porque el paradero estaba cerca de mi casa. En medio de esas conversaciones ella me contó que no sabía nada de su hijo. Le ofrecí ayuda. El Partido Comunista nos dijo, en el 81, que Héctor Velásquez había desaparecido el 16 de mayo del 77, igual que Alexei. Antes de eso, ella pensaba que su hijo estaba exiliado”, cuenta. Así, se dieron cuenta que estaban conectadas.
Contactaron a Edna Canales, la mujer de Ricardo Ramírez, quien para el año de la desaparición era uno de los jefes de la persona que Alexei iba a contactar en Buenos Aires en la operación, y formaron un pequeño grupo de mujeres para apoyarse en la búsqueda. Pasaron 20 años hasta que encontraron a las hijas de otro matrimonio que, posiblemente, habían tenido a sus padres involucrados en la misma operación que Alexei, Héctor y Ricardo: las hermanas Stoulman Pessa. Quedaron de juntarse en un restorán de Providencia en el año 97, cada una con una rosa roja en la mano. Tres años después, constituyeron el grupo de familiares que haría una querella colectiva en el año 2000. Esa querella, relataría en profundidad lo que fue la Operación Cóndor.
Qué le pasó a Alexei
En 2007, Paulina, convertida en una abogada exitosa y de renombre, ya había pasado por el Ministerio de Secretaría General de la Presidencia en el gobierno de Michelle Bachelet, ya estaba casada con Francisco Grau, y ya se había convertido en madre de sus dos hijos Nicolás y Matías, quienes la acompañaban en la búsqueda de Alexei Jaccard como si no hubiese pasado un día.
También había aprendido lo suficiente como para adentrarse en los miles de archivos y expedientes que el Informe Retting y las instituciones de jurisprudencia habían publicado sobre la dictadura. Eran 30 años de búsqueda en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y Suiza, y ella seguía leyendo los expedientes a los que tenía acceso, palabra por palabra, para ver si en ellos, podía encontrar a Alexei.
Una mañana de ese año la llamó Raquel, una amiga abogada. “Paulina, al parecer en una causa, en la que un torturador ha estado dando declaraciones, se refiere a Alexei”. Inmediatamente fue a buscar ese expediente. Eran cuatro tomos que tuvo que revisar sola: María Audelia y Edna ya habían muerto.
“…un noruego de pelo castaño, bigote, que mide 1.82, tiene nariz respingada y es comunista, llegó con dos húngaros a Simón Bolívar”, decía la declaración. Noruego no era, pero estaba más cerca de Suiza que de Chile. El gobierno chileno ya había confesado mediante las querellas y los primeros recursos de amparo que Paulina había puesto hace tres décadas, que Alexei sí había pasado por Chile, pero que se había quedado 12 días, y después había partido a Uruguay. Pero eso no había sido así.
A Alexei en realidad, lo habían llevado al cuartel de exterminio de Simón Bolívar ubicado en la comuna de La Reina, no a Uruguay, y una de las cosas que reveló la verdad, es que Paulina había averiguado en el grupo de querellantes, que uno de los detenidos que acompañaba a Alexei ese día, había salido hacia Buenos Aires con un pasaporte falso, y húngaro, tal como decía la declaración.
“En estas cosas sólo una puede sentir la urgencia. Incluso una vez, una agente dio una pista de que uno de los detenidos le había pedido calcetines una noche. Alexei siempre usaba calcetines para dormir. Al otro día esa agente se desdijo de su declaración. Ese era el nivel de angustia en cada interrogatorio, cualquier rastro de realidad podía ser verdad o mentira. Por eso yo quería que se interrogara más profundamente a los agentes de esta causa, aunque no fuese la mía. Fui a pedirlo, presenté cuarenta fotos de Alexei para que lo reconocieran. Pero no lo logré”, dice Paulina.
Hasta que en 2015, ocho años más tarde, Ferrán, uno de los torturadores de Simón Bolívar que yacía prófugo de la justicia, se entregó voluntariamente para contar la historia de la detención y torturas de Alexei Jaccard.
El relato, según cuenta Paulina, tenía todos los detalles de las conversaciones que Ferrán y otro agente habían tenido con un preso político mientras éste les construía un lugar para dormir con madera y martillo en el centro secreto de detención. Era Alexei, que se había dado cuenta de que la guardia no tenía dónde alojar en Simón Bolivar, entonces les ofreció construirles un lugar. Les dio un listado de materiales para que se los compraran e hizo el trabajo. Y mientras construía, conversaban.
“Ahora yo miro todo eso, todas las cosas que aparecen en el expediente, todo lo que él les dice, y me doy cuenta que son estrategias de supervivencia. Alexei trataba de convencerlos de que él no tenía nada que ver con el partido, trató de conectar con ellos para que le creyeran que él no tenía ninguna posibilidad de entregar información valiosa para los agentes que hablara sobre lo que pasaba en Chile, porque él no vivía acá hace años. La operación para la que lo habían llamado, trataba de conectar a la directiva que se instalaría en Buenos Aires con Santiago y entregar las claves para la ruta del dinero. Él se iba a encargar de entregar esa plata, establecer unas claves bancarias y volver”, continúa Paulina.
A Alexei, lo exterminaron con gas sarín. “Ferrán decía en la declaración que quedó muy impresionado cuando lo mataron, porque eso no debería haber sido así”, dice Paulina.
Los recintos de tortura que se habían descubierto hasta el momento salieron a la luz porque quedó gente viva para contar la historia. De Simón Bolivar no había información de los sobrevivientes, porque no hubo ninguno.
46 años de búsqueda y contando
“Encontrar a Alexei en las palabras fue una cosa increíble. Después de 46 años, puedo decir que su búsqueda es un acto que trasciende lo contingente. Para mí, desde el principio, fue un acto de humanidad, un deber y un compromiso mínimo. Construí una vida donde cada cosa tuviera su carril para sobrevivir. Fui fiel a mi identidad constantemente, fui apoyada por mi familia, mis cercanos y la familia que construí, y si bien fue una búsqueda solitaria que no se sostuvo en una agrupación, como la historia de otras familiares, sí creo que yo misma tengo una gran fortaleza que me llevó incluso a hacer una huelga de hambre en Suiza, y me permitió seguir a pesar del miedo”, dice.
Y agrega: “Por eso ninguna mujer, ningún familiar debería tomar el rol de detective solitario que yo tomé. No es algo que les puedes pedir a las víctimas que caen en un hoyo profundo por la desolación de no saber dónde está la persona que quieren, pero que además, no tiene apoyo para buscar”.
Mientras estamos en su casa conversando, estamos también esperando que se confirme la sentencia que condena a distintos agentes de la DINA que participaron en la desaparición y asesinato en lo que hoy conocemos como la Operación Cóndor iniciada por Manuel Contreras en la dictadura. Muchos de ellos ya están muertos, pues esta es la querella que levantó Paulina y los familiares que se encontraron 30 años después en los 2000.
Paulina pide gestos de memoria, de no repetición y de dignidad de su víctima. La corte de apelaciones ya le ha concedido dos: crear una beca Alexei Jaccard para que cada año, un estudiante en la Universidad de Concepción haga su memoria sobre derechos humanos. También se le otorgó la petición de entregar libros sobre derechos humanos a las escuelas de Chiguayante, el lugar donde vivía Alexei. Lo que ahora espera, es que se sentencie que el Estado debe participar activamente en la búsqueda de detenidos desaparecidos, en una época donde el Plan Nacional de Búsqueda también acaba de estrenarse. Paulina espera encontrar los restos de Alexei.
También pide que se retiren los honores y distinciones a los perpetradores de violaciones a los derechos humanos, específicamente, los de Augusto Pinochet; que se planten árboles en la plaza de Chiguayante para que se recuerden a las víctimas y a Alexei en su ciudad. La Universidad de Ginebra, desde Suiza, la invitó el año 2022 a la re inauguración del salón más importante de la institución que lleva el nombre de su ex marido.
Y mientras esperamos que suene el celular, sentadas y conversando sobre casi medio siglo de búsqueda, la sentencia, otra vez, se hace esperar.