"Nací el 25 de diciembre y cuando chico juraba que tenía poderes, como Jesús. Creía que hablaba con los animales, entonces obligaba a mis papás a ir todos los domingos al zoológico para hablar con ellos. Nunca sentí que me cagaron con los regalos: la noche del 24 me daban los de Navidad y, en la mañana del 25, los de cumpleaños. Pero nunca tuve fiesta de cumpleaños. Mi primera celebración fue como en 2007.
Desde niño hacía novelas dibujadas y todos los personajes se llamaban algo terminado en ín. Eran Distraerín, Foquín, Tontín. Eso me parecía muy gracioso. Las historias eran copiadas de todos lados, pero me emocionaba. Me acuerdo lo que me emocionó más durante mi infancia fue una vez que calqué una cara de Condorito, que tenía los ojos cerrados y yo lo hice con los ojos abiertos. Fue ahí cuando me convencí a mí mismo de que era un dibujante.
Mi amor por los cómics empezó cuando heredé de mis primos Las aventuras de Mampato. Fue el primero y sigue siendo uno de los que más quiero. Inventé El club de los juguetes perdidos hace más de cuatro años. Lo empecé sin tener claro cómo iban a ser los dibujos, pero sí qué iba a pasar. Me demoré tanto porque no quería que fuera hecho a la rápida, como en general se hace en Chile debido a la poca demanda. Tuve que inventar en mi mente que existía la industria del cómic para hacerlo como quería: dibujos con mucha técnica, hechos con plumillas y tinta china. A la antigua.
Me había imaginado muchas cosas con 31 minutos, pero nunca que terminaríamos tocando en el Festival de Viña del Mar. Fuimos a Lollapalooza como humorada y de repente vimos que estaba lleno, repleto de gente que coreaba las canciones. Que estas sean parte del inconsciente es súper bonito porque creo que esa es la vocación de cualquier canción. No sé qué pasará con la serie, pero creo que las canciones deben seguir, ya que tienen la capacidad de transformarse en los nuevos Caballito blanco. Es raro tocar con 31 minutos porque no me gusta improvisar. Pero supongo que a Tulio le fascinará ir al festival de Viña, aunque obviamente él cree que va a estar ahí para reemplazar al animador.
Para el guión de la película No, nos concentramos en la campaña, no en el plebiscito. Han criticado que la película excluye razones por las que se derrocó a Pinochet y obviamente que es así. Pero es como si se esperara que una película de guerra como El soldado Ryan contara toda la Segunda Guerra Mundial. Es una historia que pasó dentro de un contexto, y que cuenta cómo los creativos de la franja ayudaron a convencer a votar a la gente que no estaba convencida de votar. Esta película es del mundo de la televisión, porque en esa época todo pasaba ahí. Los que vivimos la dictadura tuvimos que ver todo el día a Pinochet en la tele y, como en ese tiempo no se podía salir, era la manera de ver cómo era el país. Por eso decidimos hacer la película sobre la franja televisiva, porque la tele fue capaz de unir a muchos chilenos a pesar de que la gente no se miraba a la cara.
Hago muchas cosas diferentes simultáneamente, pero no puedo hacer todo al mismo tiempo. Igual, siempre me doy cuenta de que una cosa alimenta a la otra. Todo se retroalimenta. En el día trato de concentrarme y hacer una o dos cosas, no más. Tengo que crearme la ilusión de que estoy concentrado en una cosa o si no me vuelvo loco.
Es imposible para mí concebir algo que no tenga comedia. Siento que cualquier cosa, hasta lo más trágico, es cómico en algún sentido. La tragedia tiene mucho de pompas y formas y la gente no sabe muy bien cómo actuar en momentos terribles, entonces trata de seguir un modelo para ser serio. Me encanta reírme, me encanta el chilenismo de la talla. Comparto eso de la talla por sobre todas las cosas".