El Diario de la Princesa es una película que se estrenó en el 2012 y que protagonizaron Julie Andrews y Anne Hathaway. Cuenta la historia de una adolescente común y corriente en San Francisco con una familia no tan común ni tan corriente –fue criada solo por su mamá artista y viven con un gato gordo en una antigua estación de bomberos remodelada– que al cumplir 16 conoce por primera vez a su abuela paterna y descubre que es una reina. Y por ende, ella, es una princesa.

Julie Andrews, quien interpreta a la reina de Genovia, llega a revolucionar el mundo de la joven Mia Thermopolis, que fue uno de los personajes que más marcó mi infancia. Recibí esta película como un regalo de Navidad cuando tenía 12 años y recuerdo haberla visto sin parar todas las vacaciones de verano. Terminaba, retrocedía el VHS y la volvía a ver. Y es que la trama de fondo era una fantasía simplemente irresistible para una preadolescente en esos tiempos.

Se podría resumir como una especie de glow up magistral cuando los glow ups ni siquiera existían. Mia Thermopolis previo a la llegada de su abuela era una estudiante nerd, con un look desaliñado y con un pelo terrible. Pero cuando aparece la abuela y logra convencerla de que debía convertirse en princesa, comienza un proceso de cambios que la transforman precisamente en eso. Es como si a una adolescente de los noventa, con todos los problemas estilísticos que eso conlleva, le hubiesen aplicado buenos filtros de Instagram y harto Facetune, en una época en la que esas maravillas eran algo completamente impensado. Casi magia.

En cierta forma, el Diario de la Princesa podría ser un cuento que te enseña todas las malas lecciones: cambia tu apariencia, cambia a tus amigos, cambia tus intereses y la persona que eres para complacer a otros y serás más feliz. Pero el mensaje no es tan simple. Porque justo cuando la vida de Mia Thermopolis empieza a verse linda por fuera, las cosas comienzan a ponerse realmente feas para ella. No solo se expuso a una humillante papparazeo en la playa y a un muy mal primer beso con un adonis adolescente enamorado de sí mismo, sino que además alejó a sus verdaderos amigos e hirió los sentimientos de las personas que realmente la querían y la apoyaban.

Y es que por eso, a pesar de que Mia comete muchos errores en el camino, es un personaje del que no podía despegarme. Ni de ella ni de su abuela. La vi tantas veces que era capaz de repetir en silencio la escena cuando le decía "puedo enseñarte a caminar, hablar, sentarte, pararte, todo como una princesa". Porque mi versión teenager creía que quizás, tal vez, si la veía suficiente y con mucha atención, las lecciones de Julie Andrews –como reina de Genovia– me servirían a mí también.