La Sirenita, la primera princesa rebelde
Cuando en 1989 Disney lanzó su versión de La Sirenita, el crítico de cine Roger Ebert dijo que, a diferencia de las protagonistas de películas de princesas anteriores, Ariel era "un personaje femenino plenamente consciente, que piensa y actúa de manera independiente, incluso de forma rebelde". El New York Times, por su lado, alabó que fuera "una temeraria valiente". Es que Ariel, con su desacato, inauguró una nueva era de princesas audaces, aventureras y que concretaban las cosas en las que creían. Y para mí se transformó en un ícono de todo lo que yo no podía ser: una joven bonita, romántica y libre que sabía lo que quería y no tenía miedo de hacerlo real.
Cuando se lanzó la película yo tenía ocho años y me odiaba a mí misma: creía que lo que todo lo que yo sentía y deseaba estaba mal, así que no tenía derecho a decirlo. No fui una niña como todas las demás. Literalmente. Porque nací con cuerpo de hombre y a mis papás les costó mucho entender que tenían una hija transgénero, así que en el Chile de principios de los '90 y dentro de una familia muy creyente, ver a la heredera del Dios del Mar renunciar a su naturaleza y dejar su linaje atrás para convertirse en quién realmente ella creía que era, se transformó en un viaje épico que yo nunca -durante mi infancia- me atreví a emprender.
Hay científicos y académicos que ahora se dedican a estudiar el impacto que tiene el hecho de ver películas de princesas sistemáticamente para las niñitas durante su infancia. ¿Por qué? Porque estas atractivas producciones y sus discursos encierran formas de representar lo masculino y lo femenino que se vuelven fundacionales en el cerebro de quienes las vemos. Especialmente entre las mujeres. Las películas de princesas nunca tienen la misma aceptación entre hombres cisgénero y heterosexuales. Honestamente, no sé si hay un estudio sobre cómo la decisión de Ariel de renunciar a su cola tiene una lectura de género, pero para mí es clara. Esto la hace una rebelde y por lo mismo, una feminista radical.
Si bien hay quienes han querido ver en La Sirenita un retroceso del discurso feminista porque Ariel "pierde su voz" para estar con un hombre, para mí ella es absolutamente consciente del precio que paga por renunciar a su naturaleza. Es que en vez de aceptar pasivamente su destino y de obedecer a su papá, Ariel decide su futuro. Y lo construye. Para mí es una mujer absolutamente independiente. Valiente y arrojada. Porque cuestiona la autoridad, desacata las ordenes del patriarcado y elige libremente qué hacer. De hecho paga con una de sus pocas posesiones personales -y no heredadas- el precio de un par de piernas.
Cuando el año pasado junté el valor para asumir que quería extraerme los testículos con los que había nacido y pasar el resto de mi vida sin ellos, pensé en Ariel. Y agradecí poder tener un trabajo y un plan de salud que me permitieran pagarme la operación. Al igual que la sirenita que renunciaba a la cola para tener piernas, yo renuncié a parte de mis genitales para acercarme más a la idea que tengo de mí misma. A Ariel abandonar su cola le duele "como si la estuvieran atravesando mil cuchillos", pero luego, cuando puede caminar por la arena y acarse al castillo, vale todo el sufrimiento. Aunque para mí, por avances de la ciencia, hacerlo no fue doloroso, la recompensa fue igual de linda.
Hacerlo me hizo sentir a cargo. Determinada. Me hizo sentir que por fin emprendía el viaje que no pude hacer cuando era una niña y no me atrevía a decir lo que quería. Por otro lado, el resultado de la cirugía me hizo sentir bonita. Entre las muchas cualidades de Ariel me encanta es que ella no tiene miedo a mostrarse sexy. Le gusta andar libremente con su sostén de conchas marinas y con el pelo suelto, y la verdad es que hoy -a mi edad- me identifico mucho con esa forma de entender la femeneidad. Aunque no tengo la melena roja de La Sirenita ni la forma de su cintura, comparto su gusto por andar con poca ropa y mostrar cómodamente mi cuerpo. Para mí, ahí hay un poder.
Ariel nació en un contexto familiar, social y cultural dominado por el patriarcado. Su existencia y vida estaban determinadas por las leyes impuestas por su papá y desde donde lo veo yo, ella se rebela abiertamente contra eso. Ese rebelión viene con una renuncia importante, pero impulsada por una certeza aún mayor. Sí, es la curiosidad la que mueve inicialmente a La Sirenita a explorar el mundo de los humanos, pero cuando decide hacerlo de verdad por amor. Más que el ideal del príncipe Eric -que digámoslo, era minísimo- se trata de una decisión de amor propio. Y para estar con él y experimentar el sentimiento humano más potente que existe, decide convertirse en quién realmente es: una mujer libre, aventurera e independiente.
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