Paula 1247. Sábado 24 de marzo de 2018. Especial Moda.

Era agosto de 2011, The New York Times titulaba "Horas de espera para ver la exposición de McQueen", y afuera del Metropolitan Museum of Art había cuadras enteras de personas, paraguaS en mano para capear el calor, esperando entrar para ver la retrospectiva Alexander McQueen: Savage Beauty. Una muestra que exhibía más de 100 piezas del emblemático diseñador británico, quien se había suicidado hacía un año, a los 40, en el punto más alto de su carrera. Nadie se esperaba una cosa así, ni siquiera el museo. La convocatoria fue tan masiva, que la exposición se alargó una semana, extendió su horario hasta medianoche los sábados y domingos y se convirtió en uno de los 10 muestras más visitadas en la historia del MET.

"El nivel de estetización, el nivel conceptual y el nivel de factura de las prendas era impresionante", recuerda el artista visual Alexis Carreño, quien también la fue a ver, dos veces. En ese entonces, vivía en Brooklyn y cursaba un doctorado en Historia del Arte y Crítica, en la Universidad Estatal de Nueva York. "Tuve la sensación de estar presenciando un cambio de paradigma: McQueen estaba siendo considerado artista", dice. La exposición le impactó tanto, que Alexis Carreño terminó cambiando su tema de tesis doctoral: en vez de investigar sobre mujeres latinoamericanas y arte contemporáneo, se abocó a estudiar las intersecciones o puntos de encuentro que hay entre arte y moda, y también las divergencias. Después hizo una pasantía en el Instituto Tecnológico de la Moda –el mismo que dirige la afamada académica Valerie Steele– y terminó siendo curador de una muestra sobre arte, moda y folclore en el American Folk Art Museum de Nueva York. Es el chileno que más sabe sobre el tema y hoy, de vuelta en Chile, ejerce como académico del Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Chile. Desde ahí, ha instalado la pregunta en la academia: si la moda puede ser considerada un arte. En 2016, de hecho, realizó el seminario Arte/Moda Intersecciones en el MAC, y acaba de publicar el libro homónimo con las conclusiones de aquella actividad.

[caption id="attachment_97580" align="aligncenter" width="1369"]

Un vestido presentado en la colección póstuma de McQueen (2010), exhibido en el MET. Fotografía: Metropolitan Museum of Art de Nueva York.[/caption]

El MET ya había incursionado en la moda, cuando en los 60 creó el Costume Institute. Pero la exposición de McQueen pareció marcar un antes y un después.

Totalmente. Porque estaban exhibiendo, por primera vez, piezas de moda en las salas de arte del museo; es decir, en aquellas donde siempre se muestra pintura o escultura. Una señal de legitimación muy potente. Esta muestra fue considerada crucial en la apreciación contemporánea de la moda como una forma de arte. Eso no quiere decir que no haya habido cuestionamientos en el circuito, pero sin duda fue un hito que abrió paso a una seguidilla de exposiciones en otros museos, sobre vínculo de arte y moda. La exposición que hizo el MoMA en octubre del año pasado, llamada Items: Is Fashion Modern?, claramente fue una consecuencia. También las que ha hecho el American Folk Art Museum o el National Gallery of Victoria. También en Europa.

¿No será también una estrategia para convocar audiencias?

Lo es. Porque los museos son parte de la industria del entretenimiento, sobre todo en Nueva York. Pero no tiene por qué ser excluyente: por un lado, estas exposiciones le están dando un tratamiento de arte a la moda y, por otro, hay un factor comercial. Algo que también pasa en el arte, y ahí está el primer punto de encuentro.

¿Por qué?

Porque cada vez hay más exposiciones artísticas que tienen características del mundo del espectáculo, como la de Marina Abramović en el MoMA (2010). La entretención no es solo cosa de la moda, también lo es del arte serio, por decirlo así. Y hay un prejuicio ahí: de que si algo es comercial no tendrá densidad conceptual o no puede ser académico. En la moda, lo comercial es un mecanismo que se hace mucho más visible. En el arte también existe ese mecanismo, solo que está más oculto.

[caption id="attachment_97585" align="aligncenter" width="800"]

El cuerno de la abundancia fabricado con plumas de pato teñidas de negro, también presentado en la colección póstuma de McQueen en el MET. Fotografía: Metropolitan Museum of Art de Nueva York.[/caption]

¿En qué otras situaciones se da este cruce?

Hay varias intersecciones más. Primero, en el lenguaje, que es visual: porque ambas disciplinas tienen que ver con forma, color, textura y composición, y tanto artistas como diseñadores trabajan con esas variables. Los otros puntos de encuentro tienen que ver con quienes realizan estas disciplinas: ya sea cuando un artista trabaja con la moda; cuando un diseñador se inspira en el arte; o cuando derechamente ambos trabajan en conjunto. En el siglo XX y XXI hay varios ejemplos que dan cuenta de ello.

Como el clásico vestido Mondrian.

Claro, el que hizo Yves Saint Laurent. Ahora, lo interesante es que no se trata solo del traspaso de una pintura sobre una tela; el vestido en sí es una obra maestra. Él logró hacer que el cuerpo se viera completamente plano, manejó el código de la pintura abstracta y lo llevó al mundo del vestuario.

"Creo que la moda es un arte singular: una manifestación donde la imagen y la mirada tienen una importancia fundamental", plantea Carreño.

¿Qué otros ejemplos hay?

Hay muchos, antiguos y actuales. Están los futuristas italianos y las vanguardias de inicios del siglo XX, que expandieron sus ideas hacia el mundo del diseño y la indumentaria; o la dupla entre Elsa Schiaparelli, la diseñadora italiana, quien junto a Salvador Dalí hicieron el famoso sombrero-zapato. O el trabajo de Yamamoto y Kawakubo: dos japoneses, a comienzos de los 80, cuya deconstrucción de la noción de vestimenta occidental fue ligada inmediatamente al arte y la arquitectura. Más contemporáneos tenemos a los diseñadores Victor & Rolf e Iris van Herpen.

¿En Chile hay diseñadores que estén coqueteando con el arte?

Juana Díaz o Sisa son buenos ejemplos. Sus procesos creativos tienen mucho de inspiración en el arte. Pero la intersección local entre moda y arte tiene antecedentes mucho más antiguos, como la exposición que realizó Marco Correa en el Bellas Artes, en 1972, cuando Nemesio Antúnez era director.

La pregunta de si la moda es arte no es de ahora; tiene una tradición.

[caption id="attachment_97602" align="alignnone" width="795"]

Sombrero-zapato: creación conjunta entre el artista Salvador Dalí y la diseñadora Elsa Schiaparelli. Fotografía: Metropolitan Museum of Art de Nueva York.[/caption]

¿Cuándo empezó a darse esa discusión?

Yo diría que la pregunta –de si la moda es arte– comenzó a dar vueltas al mismo tiempo que empezó la moda como tal, a fines del siglo XIX. El mismo Charles Frederick Worth, llamado padre de la alta costura, instaló su casa de modas en París y se autodenominó artista. Worth se fotografiaba con boinas y trajes emulando los retratos de Rembrandt. Y, tal como las pinturas, sus creaciones eran piezas únicas que no se reproducían.

Un debate bastante antiguo...

En realidad, el debate propiamente tal comenzó más tarde, en el siglo XX. El quiebre de paradigma en la academia fue en los años 60: cuando se comienza a revisar el canon de la historia del arte, y expresiones como el cine, el cómic y otras formas relacionadas con la cultura popular y los mass media empiezan a revalorizarse. Entonces, en esa fisura, entra también la moda como un fenómeno importante, que tiene una significación cultural, que se puede estudiar académicamente.

¿Consideras derechamente que la moda es arte?

Es la pregunta del millón. No creo que haya una respuesta unívoca, porque depende de lo que se considere arte. Creo que es una forma de arte singular.

¿En qué sentido?

No es igual a las artes visuales, siendo estricto, pero tiene características de arte: es una manifestación donde la imagen y la mirada tienen una importancia fundamental, tal como otras expresiones de arte. Historiadores como Anne Hollander vinculan el estudio de la pintura a la moda como parte de la tradición creativa del hacer, a través de la imagen. Hay también una dimensión performática en el arte y en la moda, ya que el traje se lleva sobre un cuerpo con todo el potencial simbólico que eso tiene.

[caption id="attachment_97603" align="aligncenter" width="800"]

Una pieza de la diseñadora japonesa Rei Kawakubo (Comme des Garçons), exhibida el año pasado en el MET. Kawakubo, en compañía de Yohji Yamamoto, propuso una nueva relación entre cuerpo y vestimenta. Fotografía: Paolo Roversi.[/caption]

¿Cuál sería la gran diferencia entre estas dos disciplinas?

Creo que aquí el cuerpo es lo que marca una distancia o quiebre súper radical. Inevitablemente. Porque la ropa es para el cuerpo, independiente de que haya diseñadores conceptuales que hagan moda, que no se va a usar. El punto de partida de la moda es el cuerpo. La pintura, la escultura, las instalaciones pueden prescindir del cuerpo. Pero los diseñadores de moda no.

Podría verse como una democratización del arte.

El cuerpo hace a la moda algo muy cercano y transversal. Podría ser una forma de arte democrática, ya que la vemos todos los días en la calle, mientras que el arte está, la mayoría de las veces, dentro de un espacio galerístico o museal. También hay otras diferencias: el arte tiende a separarse del cotidiano, mientras que la moda se manifiesta en esa cotidianidad. Está el tema de la temporalidad, ya que el tiempo de la moda es extremadamente acelerado si se lo piensa en relación al arte. Finalmente, está el concepto de belleza que sigue siendo un centro gravitacional para la moda, mientras que para el arte ya no lo es.

¿Cuál es la moda que se puede considerar arte?

Cuando una pieza de indumentaria logra representar el espíritu del tiempo, de la misma forma que una pintura puede transmitir las ideas más relevantes de una época: ahí hay arte. También, en el trabajo de diseñadores que rompen con la tradición y crean una silueta que no existía; o creadores que cuestionan los límites de su disciplina (por ejemplo, la funcionalidad de la ropa), de la misma forma que los artistas visuales se han preguntado por los bordes de la pintura o la escultura. Es decir, la relectura y el cuestionamiento de la tradición y los límites disciplinares de la moda.

[caption id="attachment_97225" align="aligncenter" width="1200"]

El icónico vestido de Yves Saint Laurent, inspirado en la pintura de Piet Mondrian. Fotografía: Fondation Pierre Bergé.[/caption]

[caption id="attachment_97223" align="aligncenter" width="1200"]

En su colección Weareable Art (2015), la casa de moda holandesa Viktor & Rolf, exploró en la idea de vestir arte, y realizó una comentada performance con cuadros de marcos plegables, que permitían llevarlos como trajes. Fotografía: www.viktor-rolf.com.[/caption]

[caption id="attachment_97228" align="aligncenter" width="1200"]

Las diseñadoras chilenas Alejandra Cruz y Elisa y Trinidad Rodríguez, de Sisa, han traducido, en tela, pliegues de papel (en la foto). También han trabajado tajos inspirados en la obra del artista Lucio Fontana, y nervaduras de la arquitectura gótica. Fotografía: SISA.[/caption]