Pensé que el 2020 sería mi año

El 2020 sería mi año Paula



Cada año que comienza tenemos nuevos propósitos, metas y proyectos. A veces resultan y otras veces no, pero en el 2020 en particular, la pandemia cambió los planes de la mayoría de las personas. Estos tres relatos son un ejemplo de aquello, historias de frustración por un deseo truncado. La gran lección: todo siempre es mejor, si lo tomamos con humor.

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“Me separé en diciembre del 2019 pensando que este año iba a conocer gente”

Pía, 41 años, periodista.

“Con mi ex y padre de mis hijos llevábamos varios años mal. No era una situación invivible, pero yo sabía que la separación era inminente, sin embargo, me costó mucho tiempo tomar la decisión. Seguramente los 15 años juntos y obviamente los niños, me hacían sostener una relación en la que si bien había buena onda, de complicidad y enamoramiento no quedaba mucho. Pero a mediados del 2019 me decidí. Un día después de una discusión nos sentamos en la terraza y hablamos de separarnos. Fue fuerte y doloroso, pero como el tiempo arregla todo, pasados unos meses la situación se calmó y logramos entender que era lo mejor para ambos y también para nuestros hijos.

En octubre del año pasado me mudé a un nuevo departamento, acordamos visitas y comenzamos de a poco a vivir nuestra vida de separados. Y en mi caso, nuevamente de soltera. Fue extraño, porque esta nueva etapa me hizo reencontrarme con la mujer que fui hace veinte años atrás e imaginarme en situaciones que nunca pensé que volvería a vivir, como coquetear con alguien, ponerme nerviosa al hablar con un hombre que me gusta o imaginar una cita. De hecho mis amigas me quisieron organizar varias, pero yo aun no estaba preparada. Los últimos meses del 2019 y en enero de este año comencé de a poco a salir y a agarrar vuelo. Las primeras veces me sentí rara, en las siguientes me solté un poco más y ya en las que vinieron después estaba en llamas. Diría que terminando las vacaciones en febrero por fin pude comenzar a disfrutar mi nueva soltería y decreté que el 2020 sería mi año de carrete, pero fail, llegó la pandemia.

Al principio, cuando comenzaron las cuarentenas, tuve la esperanza de que iba a durar poco tiempo, pero cuando entendí que esto venía para largo, reconozco que lloré de la rabia. Estuve años masticando esta decisión, después meses sin atreverme a disfrutar esta nueva etapa por la culpa y cuando por fin lo logré, me tuve que encerrar. Es tragicómico. Pero decidí quedarme con la parte divertida, sería un poco patuda si no, porque para mucha gente este año fue realmente duro y difícil. Lo mío, no es más que una anécdota. Así que ahora a todo el mundo cuando lo veo mal le digo: “Si sientes que nada te resulta, piensa que me separé en diciembre de 2019 pensando que este año iba a carretear y a conocer gente”.

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“Renuncié a mi trabajo, pensando que este sería mi año sabático”

Emilio, 27 años, ingeniero.

Tomarme un año para viajar había sido mi sueño desde que salí de la Universidad, pero por diferentes motivos, nunca lo logré. Después de hacer la práctica me ofrecieron quedarme en esa empresa y para un joven ad portas de egresar, era realmente una buena oportunidad que no pude desaprovechar. Estuve un par de años ahí y luego uno de mis mejores amigos se lanzó con su propio emprendimiento y me invitó a ser parte. Tampoco pude decir que no y me quedé con él tres años más.

A pesar de que en ambos lugares lo pasé bien y me gustaba la pega, siempre me quedó esa idea de agarrar una maleta y salir a recorrer el mundo. Así la noche de Año Nuevo del 2020 me propuse que este sería el año en que cumpliría mi sueño. Hablé con mi amigo, le conté mis planes y programamos mi salida para marzo, así teníamos el verano para entrenar a alguien.

En paralelo ordené mis temas personales, hablé con la dueña del departamento que arrendaba y le dije que marzo sería mi último mes. Saqué mis ahorros, vendí algunas cosas, compré pasajes y organicé mi viaje. Tenía pasajes para abril de este año, pero obviamente, no pude viajar.

Ahora me río pero las primeras semanas entré en colapso. No tenía dónde vivir ni trabajo, pero lo que más me frustraba era pensar que después de tanto que me costó decidirme, cuando por fin iba a cumplir mi sueño y como dice el gran Emmanuel, todo se derrumbó. Así que no me quedó otra que volver a tocar la puerta de la casa de mis papás. Me acuerdo que apenas me abrió, mi papá me dijo: “Año sabático quería el perla” y me invitó una cerveza”.

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“Con mis compañeras de departamento, nos queríamos dar un poco de espacio”

Fabiola, 30 años, diseñadora

“Con mis compañeras de departamento vivimos juntas hace cinco años. Antes de vivir en el mismo espacio no nos conocíamos, pero con los años nos hicimos muy amigas las tres. Una amistad que trajo cosas y momentos increíblemente buenos, como el apoyo y la contención que tuvimos cada vez que alguna lo necesitó; los viajes juntas; las fiestas y un apañe que agradeceré toda la vida. Pero también trajo algunas situaciones complejas. Porque en la medida en que crece una amistad, también crece la confianza para decir lo que a uno le molesta, crece la comodidad de saber que la otra te va a aguantar porque es tu amiga y crece también el cansancio de una convivencia que ya no es solo de roommates, sino que mezcla otros sentimientos.

Fue en este escenario, a fines del 2019, que tuvimos nuestra primera crisis. “Vamos a tener que divorciarnos”, dijo una en broma, una vez que superamos ese impasse. Pero hablar de un divorcio a esas alturas no era tan loco, primero porque nuestra relación había llegado a un nivel de cercanía y dependencia en el que en verdad parecíamos un matrimonio de tres y, lamentablemente, también porque ese vínculo hace rato que estaba dando luces rojas que alertaban que no terminaría bien. Pero insistimos. Como cuando las parejas se dan una última oportunidad. Conversamos profundamente y como en un juego de reality, nos dijimos cara a cara todo lo que le molestaba a una de la otra. Acordamos nuevas normas de convivencia y decidimos lo principal: el 2020 nos daríamos más espacio para salvar la amistad.

Y bueno, aquí nos tienen a las tres, después de un año encerradas en los 70 metros cuadrados de nuestro departamento. El año en que necesitábamos más espacio, estuvimos más cerca que nunca, día y noche, semana a semana, mes a mes. Parece chiste, pero es real. Tan real como nuestra separación, que ya está definida para cuando pase todo esto. Pero ahora lo acordamos no en un momento de crisis, sino que de apañe. Decidimos que queremos conservar nuestra amistad para siempre y que si aguantamos una cuarentena juntas, entonces moriremos juntas. Pero cada una desde su casa”.

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