“Solía pensar que no tenía un propósito en la vida, hasta que descubrí que soy un people pleaser”. Así comienza un video que se viralizó en Tik Tok a fines del año pasado que, con ironía, da cuenta de un comportamiento complaciente y que no siempre viene dado por un acto de bondad genuina. Se trata de ceder, solo por cumplir con las expectativas ajenas, dejando de lado las necesidades e intereses propios. Un arma de doble filo, que aparece, por ejemplo, cuando las personas dicen que sí a planes que no les interesan o actúan como la pareja/amiga/hija perfecta cuando sus deseos son más oscuros. “¿Por qué estar en desacuerdo con algo si puedes solamente aceptar y evitar la confrontación? Como people pleaser, nunca molestaría a alguien con mis sentimientos, así que sonrío sin importar nada”, continúa el video subido por @ramalauw que, hasta el momento, cuenta con más de 970 mil likes en la aplicación.

En un artículo publicado en el sitio Huffpost, la escritora y creadora de contenido Alena Papayanis, sostiene que, sin darse cuenta, pasó años estableciendo y manteniendo relaciones desde ese patrón de falsa amabilidad. Una revelación que comenzó en la universidad, pero que recién tuvo un mayor impacto cuando decidió terminar su matrimonio heterosexual. “Pensé que salir del clóset sería la revelación más profunda que tendría en mi vida, hasta que unos años más tarde me di cuenta de que complacer a la gente era la capa más profunda que me había mantenido encerrada, incluso de mí misma, durante décadas”, cuenta y agrega: “Cuando eres complaciente con la gente, inconscientemente usas una fachada de amabilidad que oculta tus verdaderos sentimientos, renunciando a tus necesidades por el bien de los demás. Durante años pensé que la amabilidad era una de mis mejores y más puras cualidades. Solo recientemente me di cuenta de que así era como trataba de protegerme y, de hecho, era un intento de controlar lo que otras personas pensaban de mí”.

Para la psicóloga clínica y jefa de la Unidad de Terapia de Pareja y Sexualidad de la Red Salud UC Christus, Gianella Poulsen, el problema de este tipo de comportamientos no es el hecho mismo de la complacencia, sino que es una herramienta utilizada de manera rígida. “Es decir, el gran tema no es que quieras estar bien con el otro o ser sensible al entorno -que puede, sin duda, ser muy positivo-, es que es a costa de ti mismo. Ahí se provoca un costo interno significativo y que para las relaciones puede ser muy alto porque puedo aparecer como agradable, pero en la interna, me lleno de resentimiento y eso, en algún minuto de la relación, aparece”, sostiene y agrega: “Hay un tema más profundo aún. Si yo no te muestro lo que me pasa, finalmente no te muestro quién soy. Es doloroso, porque estas personas se terminan sintiendo poco queridas”.

Sin embargo, llegar a ser people pleaser -con esta idea radical de servicio a los demás-, no ocurre de manera espontánea. Habitualmente, se trata de personas que se han criado en entornos de familias conflictivas u orientadas a la exigencia, y que ven en la complacencia una forma de sobrevivir a un ambiente que, psicológicamente, es percibido como hostil. “El pasado del people pleaser implica, casi invariablemente, la experiencia de estar cerca de madres o padres que parecían ser radical y aterradoramente incapaces de aceptar y perdonar hechos complicados sobre sus hijos. Quizás, nuestro padre desató rabia volcánica ante cualquier signo de desacuerdo (…) Al ser sinceros nos sentíamos amenazados y para sobrevivir debíamos ser extremadamente receptivos a lo que los otros esperaban que hiciéramos y dijéramos”, explica un video publicado por la organización internacional, The School of Life.

Sin embargo, también existe un factor cultural que hace que las personas tiendan a manifestar amabilidad versus incomodidad. “Actualmente, vivimos en una sociedad que valida algunas emociones -como la felicidad- por sobre otras. Se nos llama a tener esta actitud positiva a todo, cuando no es así, y eso genera que ciertos sentimientos -como la rabia- queden relegados. Hay algo también en la cultura chilena que tiene insertado este chip de hacer las cosas sin decir nada, agachando el moño. Eso se ha ido cuestionando, pero tenemos ese pensamiento de no mostrarnos emocionalmente disruptivos porque está mal visto”, analiza la psicóloga clínica Pía Urrutia.

Pero, ¿cuándo somos realmente un people pleaser? ¿En qué momento se cruza la línea de la amabilidad para pasar a la zona de la complacencia? La revista Psychology Today identificó algunas señales que podrían dar luces respecto a este tipo de comportamientos. Pretender estar de acuerdo con todos, no saber decir que no, sentirse responsable por los sentimientos ajenos o actuar como las personas del entorno, son parte de las actitudes que se mencionan. Sin embargo, una de las alertas más destacadas por el medio es el hecho de estar pidiendo disculpas de manera constante. Una actitud que se da por por la excesiva culpa que nos atribuimos a nosotros mismos en las diversas áreas de nuestras vidas.

Si poner límites no es fácil para nadie, para alguien que nunca lo ha hecho, puede ser como subir el Everest. Por eso, Pía Urrutia recomienda, como primera instancia, que las personas puedan recordar los momentos donde otros les han puesto límites, a modo de ejercicio. “Y ahí ver qué me ha pasado a mí. ¿He cortado vínculos porque alguien me dijo que ‘no’ o mostró incomodidad? Ahí puede pasar que las personas visualicen que tenemos tolerancia a la negativa del otro y digan bueno, he vivenciado esto y he podido seguir adelante con estas relaciones”, dice.

Otro de los consejos que entrega Urrutia tiene que ver con el practicar el ‘no’ en pequeños espacios o en vínculos menos profundos. “Las personas complacientes tienden a tener ideas muy catastróficas respecto al decir que ‘no’, como no me van a querer o me van a despedir. Para bajar esa tensión, hay que empezar con pequeños hitos para desarmar esta idea de que los vínculos se van a romper si se dice que ‘no’. Por ejemplo, negarse a que alguien te limpie el vidrio en el semáforo. Con eso, se empieza a generar una sensación de seguridad y se refuerza la idea de que es tolerable para el mundo que yo no siempre sea complaciente”.

Finalmente, Ginaella Poulsen sostiene que, al ser un problema de comunicación, lo más relevante es empezar a practicar la escucha de las necesidades internas. “Y en eso las emociones son la gran herramienta que tenemos, porque cuando algo no nos calza, quedamos molestas o angustiadas. Entonces, cada vez que nos sintamos así, deberíamos preguntarnos: ¿Qué nos pasó? Mientras más información tengamos de nosotros mismos, vamos a poder poner mejor los límites, incluso con cosas propias. El primer paso, entonces, es desarrollar esa consciencia de sí mismo”.