Perdidos en el cielo
Son seres silenciosos, que madrugan en las diáfanas noches estivales observando con sus telescopios amateurs los astros celestiales. Algunos son casi científicos, otros sólo apasionados. Los seguimos unas cuantas noches para observar el estrellado cielo de verano.
Ojalá se pudiera leer esta historia de noche, bajo las estrellas, porque es una historia sobre la fascinación que el cielo provoca en algunos espíritus solitarios de todas las edades y sexos, que en las noches de verano vagan con sus maletas y pesados atriles en busca de cielos oscuros para ver las estrellas con sus telescopios -a veces- hechos por ellos mismos. Hay decenas de grupos de aficionados a la astronomía por todo Chile.
Como polillas revoloteando alrededor de una ampolleta, en las noches de verano se reúnen en el Cajón de Maipo, en Tagua Tagua, en Talca, Quilpué, Farellones, Vicuña, Laguna Verde y muchos otros lugares. Los conductores desprevenidos verán a lo lejos desde la carretera, en medio de la oscuridad, rayos láser verdes apuntando al cielo. Pensarán que son ovnis, una secta o cualquier otra cosa. Se acercarán, como yo lo hice, y oirán algo como esto:
–Este grupo de estrellas es el Joyero. La de allá es Alfa Centauri.
En medio del bosque en Villa Alegre a 40 km de Talca se está realizando un Campamento Científico Astronómico Aficionado. Es la primera semana de febrero y el rayo láser de la asistente social Ana María Ríos, secretaria de SAVAL, (Sociedad Astronómica de Valparaíso) parece tocar las estrellas en lo profundo de la noche hacia el sur. La rodea una pequeña muchedumbre boca abierta mirando hacia arriba.
–Ésta es la constelación de Centauro– continúa y dibuja en el cielo con el láser la especie de toro que es la constelación.
–Durante mucho tiempo la gente pensó que era una sola estrella, pero en realidad es doble. Recuerden, al lado del Joyero está Centauro y ahí está la estrella más cercana a nuestro Sol: Alfa Centauri.
La pequeña muchedumbre entra a una cúpula y se asoma por un telescopio de 11 pulgadas para ver el grupo de estrellas. Con el ojo pegado al ocular, una vez más compruebo que penetrar la vastedad del cielo con un telescopio causa todavía una fascinación auténtica. Se oyen muchos ¡ohh!, ¡ahhh!, ¡guau! al interior de la cúpula del observatorio turístico Orión de Villa Alegre. Lo que era un simple punto luminoso es una nebulosa. Lo que a ojo desnudo se veía como una nebulosa eran millones de estrellas en un cúmulo globular.
Ana María Ríos dice que desde hace tres años, cuando descubrió la astronomía, se encuentra "e-na-mo-ra-da" de las estrellas. Fue auncongreso de aficionados en el observatorio de Mamalluca, en Vicuña y desde entonces dedicó por completo su tiempo libre a esta actividad. No me interesa saber si a sus cincuenta está divorciada, o si sus hijos ya abandonaron el nido, o por qué no prefiere tener un perrito o un par de canarios antes que andar persiguiendo estrellas. Sólo me interesa que se haya especializado en la astronomía a ojo limpio, identificando en el cielo las constelaciones.
"Navegación celeste" le llaman. Tiene un potente láser de 50 watts capaz de indicar con precisión cualquier estrella y fulminar las retinas a un ser humano si le llega a apuntar a los ojos. Danilo Soto, otro autodidacta de 23 años de Santiago, me da una pista de la obsesión:
–Cuando por primera vez me conecté con un grupo de aficionados supe que no estaba solo. Durante años, desde chico, tuve la impresión que era una especie de bicho raro, un ser aislado al que le gustaban las estrellas sin razón explicable. A los 20, por pura casualidad, me topé con unos aficionados en una feria cultural y se me abrió un mundo. Hice amigos, me conecté con gente parecida a mí. Y hasta encontré a mi mujer…
Hoy va con ella y sus artilugios a los encuentros astronómicos. No lo vuelvo a ver sino hasta bien tarde. Cuando ya todo el mundo se ha ido a acostar:
–Es la hora donde puedes ver por el telescopio sin preocuparte del tiempo.
Vemos la nebulosa de Orión, sin su característico halo fucsia que sale en todas las fotos porque el ojo humano sólo ve las estrellas en blanco y negro. Pero es sobrecogedora. Una mancha de gas en el cielo al alcance de la mano a las 3 de la mañana.
Pago por ver
Desde los 90 cada vez más gente se ha asomado por un telescopio. Hoy está al alcance de cualquiera. En Chile la astronomía aficionada vive un verdadero boom desde hace 10 ó 15 años. Primero se abrieron los tours por los grandes telescopios de cerro Tololo en Vicuña y La Silla y la Campana en La Serena. Luego los municipios aledaños crearon una red de pequeños observatorios para amateurs como Mamalluca en Vicuña y Collowara en Ovalle.
Y desde ahí el proceso no ha parado. Hay observatorios municipales y privados –con cúpulas y carísimos telescopios- por todo Chile: en Tagua Tagua, Peñalolén, Villa Alegre, Cajón del Maipo, Calama, Copiapó, La Serena. Todos cobran, desde 6 mil pesos por un par de horas con la ayuda de un autodidacta avanzado hasta un par de cientos de dólares. El último en inaugurarse es el Observatorio Andino Camino a Farellones y fue construido por José Sánchez de la Asociación Chilena de Astronomía y Astronáutica ACHAYA. Tiene 9 telescopios, todos computarizados y una noche de observación cuesta 120 dólares. Snack incluido.
Si hay más telescopios turísticos es que hay cada vez más aficionados. A vuelo de pájaro, Jorge Ianisewski, ingeniero y fotógrafo, cree que hay unos 2 mil perfectamente alineados y otros 2 mil que van y vienen. "Para un país como Chile es una cantidad enorme. Si piensas que tienen familia, amigos, etc… es toda una red de gente que algo sabe ya del cielo y va perdiendo su ignorancia y aumentando su conocimiento", dice.
En Argentina la cantidad de aficionados es mayor por habitante. México y Brasil van en la delantera. Hay algunos que realmente hacen observación científica.
Roderick Bowen, (36) un aficionado de ACHAYA y operador del observatorio turístico Roan Jasé, en el camping Los Nogales en el Cajón del Maipo, dice que en Chile la gente todavía sólo mira por los telescopios. "Hay un paso importante. La gente tiene más telescopios. Va a mirar a los observatorios turísticos pero ¿qué hace? Mira y se va".
Pero hay excepciones. Como un matrimonio observador de galaxias que llegó a observar al Cajón del Maipo con un mapa estelar. Vieron todo lo que quisieron por el telescopio de 30 cm hecho a mano que tiene el observatorio, tomaron nota y se fueron. Otro astrofotógrafo fue a estar dos noches retratando nebulosas y galaxias. Pero son los menos.
La mayoría sólo ve lo que puede en una hora. Los puntos obligados del cielo: Nebulosa de Orión, Etacarina, Centauro, Sirio, los anillos de Saturno, el Joyero, algo de la nube de Magallanes y aún así al terminar todavía preguntan si tal vez uno de esos puntos en el cielo no será un ovni…
Los aficionados a la astronomía son enemigos jurados de los ufólogos. Pues la primera pregunta que siempre, pero siempre, deben enfrentar de parte de los legos es:
–Usted que ha pasado tanto tiempo mirando el cielo de noche ¿Ha visto algún platillo volador?
Y nunca han visto nada. Sólo planetas, galaxias, nebulosas, cúmulos, estrellas, cometas, asteroides. Uno que otro meteorito o estrella fugaz cada noche.
Jorge Ianisewski, que hace 15 años abandonó todo para dedicarse completamente a su pasión por la astronomía, es un escéptico total.
–Los charlatanes –dice, calentándose los pies en una fogata– están en retirada a medida que crece este boom por la astronomía. Mientras más gente vea el cielo con curiosidad científica –y se lo expliquen bien– menos ignorantes van a creer en ovnis. Que es distinto a buscar vida en el universo… eso es otra cosa.
Los aficionados pro
Claudio Lobos (50) es un observador del cielo de Quilpué conocido por su apodo "Wolf" en el mundo de los "telescoperos", que construyen sus propios telescopios. Ha hecho unos magníficos con precisión micrométrica. De puro apasionado llegó a trabajar en Paranal en la mantención de los espejos de 8 metros del Very Large Telescope.
Se desvela noche a noche y de día trabaja en el laboratorio de la Clínica Reñaca. Observa desde el patio de su casa en Quilpué con un telescopio de 15 cm de diámetro y un metro de largo hecho por él. Ha pulido unos 40 espejos cóncavos. Incluso hizo un Ritchey-Chretien (un diseño combinado de espejos hiperbólicos) único en Chile. Pero, dice con humildad, todavía no puede superar al maestro de los telescoperos: Ricardo González quien falleció en 2007 e hizo más de 200 espejos. Dos de 50 cm de diámetro los más grandes hechos en Chile por aficionados. Unas verdaderas joyas de precisión. González se ofreció para trabajar en cerro Tololo, de donde se tiraba en alas delta para aterrizar en Vicuña.
Durante las dos semanas perseguí los rastros de los telescopios hechos por Ricardo González. Descubrí dos operativos: uno de 30 cm en Los Nogales en el Cajón del Maipo y otro de 50 cm en el Club Astronómico de Peñalolén. Dos verdaderas joyas de precisión para la observación amateur, superiores a telescopios de varios millones de pesos.
–Con un telescopio aficionado –dice Claudio Lobos–, comprado, o incluso hecho a mano, se puede hacer ciencia. Y hasta descubrimientos.
El colabora en la AAVSO la asociación americana de observadores de estrellas variables, una organización que aporta a los científicos reportes de miles de objetos celestes medidos en sus curvas de luminosidad. Claudio tiene varias curvas de luz que debe enviar para reportar sus cambios.
–Una estrella variable puede ser un tremendo indicador del tiempo en el espacio infinito. Por eso es importante que alguien siga sus cambios, para saber cómo se modifican las coordenadas del espacio, pero son tantas que los científicos simplemente no tienen tiempo para seguirlas todas.
Otro aficionado científico es el ingeniero civil Gonzalo Contreras, presidente de la Sociedad de Astronomía deValparaíso, quien participa de un programa internacional para seguir las manchas solares. Ha enviado varios reportes al extranjero y está conectado a una serie de observadores del Sol. Hace pocos años, observando el Sol, notó una protuberancia en su contorno que fue una gigantesca tormenta de fuego y envió un reporte.
–Debo haber sido el único en enterarme en Chile, pero ya era un suceso mundial. Si esa fumarola hubiera sido disparada hacia la tierra nos habríamos chamuscado. En la ONEMI, por suerte, no se enteraron.
Un astrónomo retirado, el norteamericano radicado en Chile William Liller, descubrió desde el telescopio de su casa en Reñaca un par de súper novas que llevan su nombre. Otro astrofotógrafo de La Silla, Arturo Gómez, descubrió en los 80, con un telescopio casero, un asteroide que bautizó con su apellido. El asteroide Gómez. Y pare de contar.
En el resto del mundo los aficionados se han profesionalizado. Han descubierto cometas como el Hale-Boop (el más luminoso que se haya acercado a la Tierra) o estrellas peculiares, como una súper nova café que una niña canadiense de 10 años halló en diciembre desde su casa.
También los astrónomos autodidactas colaboran en proyectos científicos como el Einstein Home, donde miles de ellos calculan en sus casas variables de radiación celeste captadas por un radiotelescopio para ahorrar tiempo a los astrónomos profesionales.
Incluso en Argentina muchos participan del proyecto internacional para rastrear asteroides peligrosos. Cristina Desch, (51) una aficionada del pequeño poblado de La Pampa, (a la mitad en la ruta entre Mendoza y Buenos Aires) que participó del campamento científico de Villa Alegre participa del proyecto.
–Yo me defino como ex-dueña de casa y actual seguidora de asteroides– dice riendo.
Tiene asignados unos cien asteroides en el cielo a los que cada tanto les echa una mirada (o más bien ve sus trazas dejadas en las fotos) y reporta cualquier alteración que permita a los científicos averiguar si se han salido de su órbita y puedan caer a la Tierra y hacernos papilla como a los dinosaurios. Recuerda la historia de Anthony Wesley que, fotografiando Júpiter en 2009, vio un asteroide caer sobre él que dejó una cicatriz del tamaño de la Tierra.
–Es el único registro de que esa amenaza es real y la tomó un aficionado. En Argentina hay como cien autodidactas colaborando en el programa. Y considero que si cooperamos a salvar a la Tierra de la extinción es, digamos… algo más que un simple hobby, o no, che.
Ellos dejaron de mirar por el telescopio el simple paisaje estelar y se han puesto a ver, analizar, calcular, medir, descubrir. Y apunta hacia el cielo. Un cielo precioso, estrellado. Donde se pierden los aficionados, absortos y mudos.
Visitas a observatorios
–Para visitar el Observatorio La Silla hay que pagar $35.000 por persona y en el Totolo, $27.000. En ambos lugares las visitan se realizan los sábados durante el día. Para organizar un tour hay que contactar a la agencia Jeep Tour, de La Serena. Fono 9454 6000.
-En el Observatorio Los Nogales de Roan Jasé, ubicado en el Cajón del Maipo, se realizan tours nocturnos de 2 horas, a partir de las 21:45. Vale $7.000 adultos y $ 5.000 niños. Incluye una introducción a la astronomía en formato multimedia y observación del cielo con distintos tipos de instrumento. Está abierto todos los días. Los cupos son limitados, para 15 personas. Reservar al 861 1281. www.roanjase.cl.
-En el Centro Astronómico camino a Farellones hay observaciones todos los días, de lunes a domingo y cuesta $60.000. Además de la observación de las estrellas guiada por un experto, la actividad incluye un recorrido por las instalaciones del observatorio, una presentación de introducción, un cóctel y bar abierto. Los cupos son limitados, para 30 personas. Para inscribirse hay que llamar al fono 215 1459.
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