Perturbar la belleza
La mirada fotográfica del chileno Alejandro Gatta (38) se infiltra en los cánones estéticos para trastocarlos desde dentro. Le interesa retratar a mujeres delgadas y elegantes para transformarlas en sujetos de una escena perturbadora, donde el glamour se vuelve oscuro, la sensualidad tiene algo de violencia y la perfección revela sus defectos. Es esta profunda ambigüedad lo que energiza su trabajo.
Paula 1112. Sábado 5 de enero de 2013.
Hasta hace un año, en el mundo de las artes visuales chilenas, Alejandro Gatta era un desconocido. Recién, el año pasado, cuando mostró su trabajo fotográfico en la Feria de Arte Axxi llamó la atención de quienes visitaron su stand. Sin duda, sus imágenes tenían una estética personal, eso que los expertos llaman "una mirada". Y claro, Gatta no era un principiante, llevaba más de 15 años trabajando en la búsqueda de su lenguaje visual y justo ahora se atrevía a mostrarlo. Entre tanto, se había dedicado a hacer fotos editoriales y empresariales, cultivando un bajísimo perfil, y paralelamente estaba involucrado en proyectos musicales, siendo baterista de las bandas Solar y Tsunamis.
En noviembre de 2012 su obra fue elegida entre cientos de participantes por un fotógrafo de la agencia Magnum, para hacer una residencia en el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso, hecho que confirmó la potencia de sus imágenes. Se trata del resultado de un trabajo obsesivo. Hace más de un año que Gatta dejó la música para concentrarse, de manera total, en la fotografía. Toma al menos 800 fotos por mes, que corresponden a series realizadas con cuatro o cinco mujeres diferentes, quienes aceptan participar en extenuantes sesiones de tres o cuatro horas. "El resultado de la imagen es el producto de lo que sucede en ese proceso", cuenta él.
Gatta crea un ambiente mínimo, precario, pero visualmente poderoso, en el que la sesión fotográfica se desarrolla como escena de una película. Las imágenes resultantes emiten una inquietante ambigüedad, que nos pone entre el romanticismo de la fotografía antigua y la violencia de lo contemporáneo, entre la sublimación del misterio y la crudeza de lo cotidiano. Lo que le interesa es tensar la imagen, manipulando ciertos estereotipos estéticos (desde la mujer bella hasta los géneros instalados del arte) para sacarlos de contexto.
Son pocos los elementos que utiliza: una cámara digital, un pequeño cuarto, una fuente de luz, una mujer y tres o cuatro objetos que insistentemente incorpora como fetiches al cuadro. Se trata de elementos representativos de ciertos clichés, como una peluca rubia que podría asociarse tanto a la estrella de cine como a la prostituta, pero que en sus imágenes se vuelve perturbadora. También muchas de sus modelos usan una media panty, pero está puesta descalzada, transformando su connotación de glamour en un defecto. La gorra del encapuchado es otro accesorio que le sirve para tensionar los estereotipos, al sacarla de su contexto de agitación social e introducirla en un espacio de intimidad femenino.
¿Por qué tardaste tanto en mostrar tu trabajo?
Por inseguridad. No estaba seguro de lo que tenía. Yo necesitaba que mis fotos tuvieran fuerza y recién siento que me estoy acercando a un lenguaje.
Has utilizado a modelos como Javiera Díaz de Valdés y Francisca Benedetti...
Sí, pero no trabajo con ellas como modelos profesionales, sino simplemente porque las conozco y acceden a participar. También trabajo con mujeres que no tienen nada que ver con el mundo del modelaje.
Pero siempre son altas, lindas, delgadas...
Precisamente, me interesa trabajar con estos estereotipos de belleza para deconstruirlos.
Tus fotos tienen algo pictórico...
Estoy en una línea media, sin ser totalmente pictórico, pero alejándome de lo documental. Es lo performativo. En el fondo, es una construcción de una realidad escenificada y trato de ser muy fiel a esa construcción.
¿No manipulas la imagen digitalmente?
Muy poco. Lo que hago es reforzar la atmósfera, acentuar algunos elementos que contribuyan a la ambigüedad o a la tensión que busco.
Casi todas tus modelos usan una media panty...
La panty tiene un punto de perturbación porque está suscrita a otras cosas, a la moda o a la idea de embellecer o de ocultar defectos de la piel. Y en mi foto, toma otro sentido. Sale del código publicitario y entra a un espacio íntimo, que ni siquiera es claramente sensual.
¿Cómo definirías tu trabajo?
Los discursos que intentan explicar la obra me incomodan. Porque la ambigüedad no solo tiene que ver con la estética del trabajo, sino que yo mismo estoy trabajando en un terreno contradictorio. Ni yo mismo sé a veces por qué hago las cosas. Prefiero que las fotos hablen solas.
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