Paula 1245. Sábado 10 de febrero de 2018. Especial Amor.
Gabriela Wiener tiene un marido y una mujer. Es peruana, limeña. Vive desde 2003 en España y habita una casa grande en un barrio popular de Madrid, donde también comparte su vida con Lena, su hija de 11 años, y Amaru, de 2, el hijo que su marido tuvo con Rocío, que es el tercer eslabón de la relación.
Gabriela es periodista y escritora. La suya es una escritura desde sí misma, una escritura en que ella se expone. Su primer libro, Sexografías, es una recopilación de sus crónicas, como por ejemplo, aquella que relata que vendió sus óvulos, una práctica que fue recurrente entre inmigrantes jóvenes llegadas a España para ganar un poco de dinero. Su segundo libro, Nueve lunas, habla de su primer embarazo. Ejercicios para el endurecimiento del espíritu, trata de crudos recuerdos escritos como poemas. Y Dicen de mí, el último, es un libro en que se mira con los ojos de los otros, a través de las entrevistas que hace a su ex sicóloga, su primer jefe, un novio que le pegó, su vecino, su madre, su hija. "La intimidad es mi materia y mi método", dice ella.
En ese libro la primera entrevista es la que hace a su marido, Jaime Rodríguez, a quien conoció en 1998 en un diario fujimorista donde ella llegó a hacer su práctica. Él entonces era fotógrafo del diario pero también escribía poemas; hoy es escritor y editor. "Hemos hecho demasiadas cosas juntos, desde un viaje sin retorno, pasando por una performance impúdica, casarnos, abrir nuestra pareja, amar a la misma mujer…", anota ella en el libro.
Cuando lo conociste, ¿qué te enamoró de Jaime?
Nos conocimos y nos besamos por primera vez en noviembre de 1998 en una comisión periodística: yo era la pasante de cultura y él el fotógrafo que quería ser escritor. Me enamoré de él la primera vez que fui a su casa y vi que todavía tenía a la vista la foto de su ex novia enmarcada que lo había dejado hace dos años. Me pareció de un romanticismo doloroso. Tenía cara de poeta triste, se parecía a Vallejo, aunque con unos ojos llenos de pequeños brillitos tintineantes como los de Candy Candy. Luego, para mi sorpresa, tenía una cosa vehemente dentro, como una vida interior tremenda, oscura, rabiosamente secreta, suya, que me propuse desentrañar sin éxito. Sus poemas inéditos me dieron envidia, ganas de escribir y ganas de tirar con él, lo que hicimos los siguientes 20 años.
¿Alguna vez creíste en la monogamia y en la posibilidad de amar a un hombre exclusivamente?
No recuerdo haber creído en ello activamente, pero lo que desde luego no recuerdo es haberlo puesto en práctica. Fui infiel hasta que descubrí que no existe la infidelidad. Solo existen los deseos, los cuidados y los descuidos, quizá también los acuerdos, aunque es fácil incumplirlos. Desde niña fui consciente de cómo habitaban en mí cosas como el amor y el deseo, y me dediqué a explorarlos. Entonces no terminaba de ponerle palabras a lo que vivía. Quizás por esa ausencia de conceptos o ideas preconcebidas me aventuré sin muchos complejos, con mucha honestidad conmigo misma, algo que mis parejas podían interpretar como traición. Solo con los años he ido situando más esas pulsiones, entendiéndolas, y dándoles espacio en mí de otra manera. Toda mi vida ha sido una búsqueda de ese terreno desconocido hacia el que tendía. No creo en la exclusividad amorosa, me parece muy improbable, aunque lo que me funciona a mí no tiene por qué funcionarles a los demás.
Recuerdo esa crónica Dame lo tuyo, toma lo mío en la que relatas que fuiste a un club swinger, acompañada de tu pareja. ¿Esa pareja era Jaime?
Sí.
¿Él te acompañó en alguna otra aventura de orden amoroso/sexual sobre la que luego escribiste?
Hice un libro entero sobre los swingers que nunca se publicó. Íbamos juntos a los clubes, a los bares, a las citas con parejas, participábamos en los chats. También he escrito sobre un trío en el que estuvimos. Me ha acompañado en varias de mis andanzas. A veces eran cosas mías en las que yo le enredaba, pero muchas otras han formado parte de nuestra relación, una búsqueda común de algo que expandiera un poco la idea tradicional de pareja.
¿Cómo fue que conociste a Rocío?
A través de una amiga común, en una fiesta. Ella tenía una vida totalmente diferente a la mía: vivía en colectividad por ejemplo, sin embargo, nuestros proyectos cuadraron casi inmediatamente. Jaime y yo ya habíamos estado antes con otras mujeres y la idea de tener un hijo compartido con más de una persona no era nueva para ninguno.
¿Qué te atrajo de ella?
Su voz cavernosa y rota; cantaba en una banda punk. Y que hiciera cosas muy extrañas: no trabajaba en ningún trabajo convencional, vivía de la autogestión, estudiaba ruso, escribía cartas manuscritas larguísimas, habitaba una casa okupa, dormía mucho, me llevaba a sus fiestas under. Me enamoró su libertad, que fuera inalienable. Su pelo lindo, lo suave que era. Me volvió loca gustarle tanto. Que no me cuestionara, que todo pareciera posible a su lado. Me atrajo el hecho de que vivía intentando hacer las cosas de otra manera, algo con lo que me sentía muy identificada. Mis padres fueron activistas políticos, y en mí siempre ha existido una pulsión política, de transformación. Juntas quisimos hacer la revolución sexual, amorosa y todas las demás. También me permitió vivir mi parte lesbiana en plenitud. Eso se lo agradeceré siempre, ahora no sé cómo volver al armario.
Antes de Rocío, ¿habías tenido alguna relación con una mujer?
Ocasionalmente. Me había enamorado platónicamente de algunas pero nunca había tenido una relación. Era algo que ya tenía ganas de vivir, y la verdad se lo recomiendo a todo el mundo. Para mí ha sido una bendición.
¿Cómo fue que decidiste sumarla a ella a tu matrimonio, en vez de largarte a vivir fuera de casa esa pasión?
Jaime y yo decidimos sumar juntos a Rocío, desde el primer día nos entendimos y vivimos como trío, o como "tripareja" como decía mi hija, entonces no tenía sentido pensar en algo así como en una fuga.
¿Cómo llamas a esta relación con Jaime y Rocío?
Amor libre o relación no monógama.
¿Cómo se negocia abrir la pareja para sumar a un tercero?
Son muchos años de abrirla a otros niveles, quizás menos trascendentales, como pueden ser los encuentros sexuales más esporádicos. También de hablar de ello como posibilidad, de hacer muchas cosas mal y profundizar en nuestras debilidades y virtudes. Pero nunca estás preparada del todo, no es nada fácil, es un trabajo que tienes que querer hacer.
En la práctica, ¿cómo funciona una tripareja?
Muy parecido a una de a dos. Tienes tus momentos bellos, tus roces y un montón de cuestiones logísticas por resolver. En el fondo no es tan diferente, solo le sumas algunas variables. Por ejemplo, el que en una discusión entre dos un tercero puede ser un mediador. O bien complicarlo todo.
¿Qué pasa con los celos? Porque uno de los tres puede sentirse excluido.
Lo loco es que alguien crea que haya relaciones sin celos, sin miedos e inseguridades. Igual que en las relaciones monógamas hay etapas de celos. La diferencia es que cuando has decidido no seguir la norma y abrir tus relaciones, eres más vulnerable pero también más consciente de los celos y de los cuidados del otro. Y tienes una convicción por trabajarlos.
¿Cómo es la cama del poliamor? ¿Es cierto que mandaron a hacer una de 5 metros?
Sí, mandamos a hacer una cama XXL cuando nació nuestro hijo Amaru. ¡No mide 5 metros! Mide casi 3 de largo. La hicimos porque una doble se nos quedaba estrecha y en parte porque queríamos hacer colecho (dormir juntos) con el bebé. Por suerte tenemos un cuarto muy grande pero si algún día queremos mudarnos va a ser complicado.
Una chica súper despeinada
Cuando en Dicen de mí, Gabriela entrevista a su hija Lena le pregunta cómo fue para ella cuando llegó Rocío a vivir a su casa. La niña responde: "Mira, un día me desperté y encontré a una chica súper despeinada en mi salón durmiendo en el sofá y yo estaba bitch, give me my TV. Eran las 7 de la mañana, mi hora de ver la tele con pan y leche. Le dije: 'Hola, ¿quién eres tú?'. Al principio me dijisteis que era vuestra amiga y luego que vuestra novia". Unas líneas después, Gabriela le pregunta si se siente especial o rara por tener una familia así. Y Lena contesta: "No, pero me da pereza hablar de eso. Se lo conté a tanta gente que me he cansado, me aburro".
¿Cómo lo hicieron con Lena?
Mi hija tenía 7 años cuando nos hicimos tres. Era pequeña pero igual de enérgica, permeable y lista para la aventura. Ella nos integró a nosotros, no nosotros a ella. Todos nos revelamos, nos abrimos y sinceramos y por eso crecimos juntos. Fue algo natural para ella. Por suerte todo fue fácil, parece que los niños no tienen por qué heredar nuestros prejuicios sociales.
¿Cómo decidieron tener a Amaru?
Como pareja siempre habíamos contemplado la posibilidad de tener otro hijo que no necesariamente tuviera que parir yo. A su vez, Rocío venía de un colectivo en el que las chicas habían hecho un "pacto de útero": sincronizarse para embarazarse y parir. Se hablaba de crianza colectiva entre las 12 personas que vivían juntas; lo más parecido a una comuna en tiempos modernos. Así fue que nuestros deseos encajaron. Después de un año y medio juntas y de mudarnos a una casa muy grande en un barrio más popular decidimos tenerlo. Nació en nuestra casa, rodeado de todas nosotras. Ha sido un proceso emocionante que, además, ha involucrado a mucha más gente, como nuestras familias o el propio colectivo.
¿Consideras a Amaru también un hijo tuyo?
Amaru lleva por segundo nombre mi apellido: Wiener. Y lleva los apellidos de los padres que reconoce la ley. En nuestro planes está luchar por el reconocimiento de mis derechos como madre, aunque no lo sea biológicamente. Fue concebido entre los tres.
¿Crees que esta familia poliamorosa puede durar en el tiempo?
Estoy completamente convencida. Hemos vivido tantos momentos duros que parecían irresolubles y aquí estamos; hemos superado una relación no monógama, un puerperio, una separación y mira, nuestros lazos parecen cada vez más fuertes y se reinventan. Por supuesto que nuestros hijos tienen mucho que ver. Pero estoy muy orgullosa, siento que hemos formado algo muy parecido a una familia, dándole la vuelta por completo a la idea clásica de familia que pasa por la heteronormatividad, la exclusividad amorosa y los lazos de sangre. Este amor solo puede crecer con el tiempo.
Hoy, ¿cómo definirías tu concepto del amor?
El amor es cambio y transformación. Creación y belleza. Es crueldad y es verdad.