“Plant Lovers”: Yo cuido de mis plantas y mis plantas cuidan de mí
Cuando Alejandra Pérez se separó de su pareja, tenía una niña de 3 años, un bebé de 4 meses y ninguna posibilidad de tener un trabajo remunerado. En un momento de mucha pena y soledad comenzó a juntar plantas en la azotea de su edificio, una práctica que había aprendido de su abuela en la infancia. Cada noche, cuando sus hijas dormían, subía a ver sus plantas; las limpiaba, regaba, desmalezaba, como una forma de pasar el mal tiempo. “Las plantas me tiraron para arriba. Me mantenían ocupada cuidando a un ser vivo que dependía de mí, así como cuidaba también de mis hijas. Me hacían levantarme igual, aunque a veces no quería subir a la azotea, porque sentía que me esperaban. Y ahí estaban, súper fieles. Fueron terapéuticas y acompañadoras en este proceso”. Fue tanta la afición de Alejandra por cuidar y reproducir plantas de interior que sus amigas comenzaron a pedirle que las vendiera. Decidió aprovechar la oportunidad para ayudarse económicamente mientras criaba a sus hijas y terminó arrendando una casa para hacerla un vivero. “Ocupo el living, donde tengo el showroom, y el patio de adelante donde tengo el invernadero”. Hoy es un espacio colaborativo relacionadas a lo botánico; macramé, cerámicas, guías, abonos. “Somos 10 mujeres, tenemos una comunidad colaborativa, nos acompañamos entre todas”.
Según un estudio de la Universidad de Sevilla, liderado por el Grupo de Investigación de Naturación Urbana e Ingeniería de Biosistemas, la belleza de las plantas funciona como un estímulo visual agradable que ayuda a reducir y liberar las tensiones. El cuidado de las plantas de interior, dice, tiene una influencia significativa en el estado emocional de las personas; un 73,7% de los encuestados aseguró que tener elementos vegetativos en casa lo ayudó positivamente en su estado anímico. Entre las emociones señaladas mencionan alegría, calma y optimismo. Mientras, las emociones negativas como el estrés, la tristeza, el miedo o la depresión, les disminuyeron considerablemente.
La psicóloga Sofía Knakal, quién junto a su marido tienen un jardín botánico en Córdoba, Argentina, donde se dedican a hacer terapia y cursos sobre las plantas y sus capacidades sanadoras, señala que la gente se entusiasma con las plantas porque las ve crecer y se va nutriendo de su belleza. “El corazón se expande. Se siente confiado con ellas. Y esto estimula sus niveles de felicidad de forma natural generando dopamina a través de la relajación y placer; y de serotonina aumentando la alegría”. Un estado de relajación y felicidad que traspasa el momento del cuidado, sino que deviene, dice Sofía, en una “felicidad significativa”. “Desde la psicología positiva decimos que cuando estamos beneficiando a otro y lo estamos viendo crecer eso nos da una felicidad mayor que una simple alegría momentánea. Es parecido a lo que sentimos cuando somos padres”.
Durante la pandemia, el interés por los cursos de Sofía y su marido fue creciendo significativamente. “Siento que la gente se acercó más a las plantas porque es un refugio, es un vínculo nutritivo que se puede disfrutar sin riesgos ante tanto miedo que hemos sufrido los últimos dos años”. Efectivamente, un estudio de la Universidad de Dublín, publicado en British Journal of Health Psychology, señaló que la jardinería es una de las actividades más efectivas que han servido para aminorar los problemas de salud mental tras el aislamiento social. Algo parecido le ocurrió a la periodista Tamy Palma. Comenzó a vincularse con las plantas para salirse de la rutina diaria del encierro. Le empezó a dedicar diariamente espacio al riego, a limpiar sus hojas, a ponerse en disposición de lo que necesitan; más o menos sol, más o menos agua, un cambio de ambiente. Le sorprende cómo esta práctica la ayudó a pasar la angustia de la cuarentena, un espacio terapéutico que continúa hasta hoy. “Mis plantas me han ayudado a espejear la realidad y a poner el foco en lo importante. Mi relación con ellas hoy es bien elocuente: cuando ando perdida o colapsada, se me olvida hasta el entorno en el que estoy y, por ende, las plantas acusan recibo. Esa es mi alerta no solo con ellas, sino que conmigo misma. Cuando las hojas caen, es momento urgente de retomar el foco”.
Pero esta búsqueda de verde en los espacios urbanos, que se potenció tras la pandemia, era una tendencia que ya venía conquistando el mercado hace algunos años entre los millenials; una generación urbanizada que, a diferencia de sus padres, muchas veces no tienen la posibilidad de acceder a una casa con jardín. Se pusieron tan de moda que Amazon lanzó en 2016 su propia tienda de semillas y plantas y Pantone marcó la pauta del diseño en 2017 anunciando que el color del año sería el Greenery; un verde con toque amarillo que representaba a la naturaleza. Esto hizo que las decoraciones de interior empezaran a incluir más plantas en los espacios interiores y exteriores: Pinterest rebosante de Monsteras deliciosas, Instagram repleto de cuentas dedicadas a difundir información sobre especies y cuidados. La escritora feminista June García, quien se considera una Plant Lovers, se mantiene suspicaz frente la mercantilización de esta moda y tiene una mirada distinta sobre el significado de esta tendencia. “A pesar de que el mercado quiere captar algo tan hermoso como las plantas, vendiendo algunas carísimas, creo que justamente ellas combaten eso. A veces yo he querido comprar plantas hermosas, pero he preferido hacerla crecer desde un esqueje. Ahí te das cuenta de que hay personas muy generosas, que están dispuestas a cortarle un pedacito a sus plantas caras para que la puedas cultivar tú también, eso me parece hermoso. Yo trato de replicarlo, porque las plantas son generosas, así que no tendríamos por qué no hacerlo nosotras”. Con el tiempo, June se ha perfeccionado en la reproducción de plantas por esquejes, y muchas veces realiza trueques con sus amigues ya sea por otras plantas o productos creativos. Las plantas, dice, le han enseñado generosidad, cuidado y espíritu colectivo, lo cual analiza también desde una perspectiva feminista: “Creo que me han enseñado sobre el cuidado. Las feministas hablamos mucho de los cuidados, pero ¿qué significa eso? Tiene que ver con un entendimiento del otro ser, no de cuidarlo como tú quieres sino de cómo ese otro necesita ser cuidado. Las plantas tienen mucho de eso, porque cada una tiene sus propias necesidades, mañas, una tiene que entenderlas, conocerlas, para ver qué necesitan”.
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