Pollo Superstar
José Alfredo Fuentes acaba de estrenar Decepción, una balada tremenda que compuso hace cuatro años, cuando atravesaba la peor depresión que recuerde. Aquí, en el backstage con el artista nacional.
Nunca lo sabrá. Nunca. Si bien está donde está por sus propias decisiones, no está donde debería. Eso piensa José Alfredo Fuentes. ¿Pero cómo saber dónde le correspondería estar?
A saber: recién salido del colegio, a fines de la década del 60, el cantante era como el Luismi chileno, las fans no lo dejaban caminar por la calle, era portada frecuente de la revista Ritmo y salía disfrazado o escondido en auto de los conciertos. Ahora sus seguidoras tienen el pelo blanco y él ya casi no da conciertos multitudinarios.
¿Dónde está el Pollo Fuentes? Él cree que lejos del lugar que le corresponde: debería estar gozando de las regalías de todo artista internacional consagrado, como Julio Iglesias, Camilo Sesto o su amigo José Luis "Puma" Rodríguez. Pero él escogió quedarse calientito en Chile y no probar fortuna en el extranjero. Optó por la familia y, cuando los niños crecieron, se separó de su mujer y dejó de ser animador televisivo, se preguntó si había hecho lo correcto. Todos estos temas los conversa con su sicólogo. No acaba de saberlo. Qué más da, ya es tarde para responderse. Quizás no esté donde le gustaría, pero tampoco está perdido. Lleva 44 años cantando y esta noche está a punto de dar un nuevo concierto.
Nos citamos en la sala SCD de Bellavista, donde ensaya el show. Anda en jeans, camisa, polerón ondero y abrigo negro. Canta con las manos en los bolsillos. Se le ve bien. Va al gimnasio, suele salir a trotar con su amigo Wildo, cantante de la época de Sábados Gigantes. Se acerca la hora y debe cambiarse de ropa. En el camarín tiene picoteo, agua, jugo, vino y ron. De un perchero cuelgan un par de camisas y un traje gris de acabado satinado. Lo compró en Los Ángeles, California. Es lindo, le queda descueve. Le hace juego con las canas.
José Alfredo está preocupado porque la sala, con capacidad para
150 personas, no dará abasto para todas las seguidoras que esperan afuera. Doblan fácilmente la capacidad presupuestada. También le preocupa que a sus músicos les llegue una pizza.
Entra Sergio Lagos. Viene a ofrecer sus respetos y a desearle suerte. Luego se automaquilla. Si a los 20 años su problema era tapar las espinillas antes de subir al escenario, hoy son las manchas de la edadque su dermatólogo diagnostica con unas palabras ininteligibles que terminan con un clarito "senil".
Qué raro
Es raro lo que le pasa. El Pollo Fuentes ya no está en la tele, pero han empezado a llamarlo de lugares como la discoteca Blondie y el bar El Huevo, de Valparaíso. Ahí la juventud le grita "¡Ídolo!" y corea sus temas. Tal vez estos nuevos bríos comenzaron cuando grabó un disco junto a Álvaro Henríquez, vocalista de Los Tres, y se presentaron en la Jane Fonda. Esta noche Henríquez tocará con él. Son amigos y comparten la afición a Radiohead.
Radiohead era justamente la banda que escuchaba mientras componía Decepción, la canción que está a punto de cantar por primera vez, momento único e irrepetible para cualquier artista.
Sobre todo porque la compuso cuando estaba sumergido en los abismos de la depresión: la traición de un amigo, la separación, la salida de la tele. Esta noche, a minutos de subir al escenario, José Alfredo dice que esos momentos ya pasaron. Aunque no del todo. Son procesos largos. Ya van a ser cinco años. Tiene el apoyo de sus hijos, su mánager y su hermana. Pero está sin pareja y sin trabajo estable. "Desde un tiempo a esta parte estoy muy solo", confiesa.
Tiene mucho tiempo para pensar en él. A veces llega a la conclusión de que hay muchas cosas de él que no le gustan, que no lo tienen conforme, aunque sabe que por ese camino es muy difícil encontrar la salida. A los 18 años nunca imaginó un futuro muy lejano. Cuando se proyectaba, llegaba, con suerte, hasta los 40 años. Nunca a los 62. José Alfredo Fuentes sube al escenario de la SCD. Sus seguidoras lo miran extasiadas. Nostálgicas. Sin los pompones amarillos ni los gritos ni la histeria de los sesentas: el Pollito envejeció y ellas también.
Y canta, como él sabe, Decepción, acaso su canción más triste.
"Puta que tengo pena. No sé si tenga fuerzas para seguir viviendo.
Soy un limón sin jugo, un premio en la bodega, juguete del amargo, trapero del que manda, pañuelo del olvido. Puta que siento frío".
En otro de sus versos habla de amante sin dinero. Eso sí que es triste. Decepción termina. José Alfredo Fuentes contiene las lágrimas. Es la primera vez que la canta en público y ha sido su manera secreta de decirles a sus fans que ya no es el mismo. Ellas se ponen de pie y le gritan: "Pollito, no estás solo".
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