“¿Dónde está el movimiento de positivismo hacia las arrugas? ¿El de los labios finos? ¿El de envejecer? ¿Por qué nuestras caras son la última frontera de la auto aceptación?”, se preguntaba en 2019 la columnista estadounidense Jessica DeFino en un artículo de opinión. La periodista, que ha trabajado como crítica de belleza para medios como el New York Times y Vice, entre otros, ha sido una de las primeras en desmitificar la industria cosmética y preguntarse por qué el movimiento Body Positive –que trata de reflejar la diversidad de los cuerpos y alejarse de los cánones impuestos para reivindicar la aceptación personal– ha dejado la cara de lado.
“La piel y el rostro quedaron definitivamente rezagados por este movimiento y tienen mucho que hacer para ponerse al día”, escribió DeFino recientemente en su newsletter The Unpublishable refiriéndose a todos los mensajes publicitarios que las mujeres reciben cada día con productos para lograr una “piel sana” y atacar problemas que muchas veces son cosméticos o que simplemente son signos naturales del paso del tiempo. “La piel normal y sana experimenta hiperpigmentación cuando se lesiona. La piel normal y sana envejece; se arruga, pierde masa de colágeno. La piel se reseca de vez en cuando, experimenta inflamación. Todas estas cosas se han presentado como problemas de salud, como defectos que hay que corregir, y eso no es cierto”, dice.
El movimiento body positive, explica, ha logrado un gran avance en desmentir que el sobrepeso sea un sinónimo de enfermedad y que la delgadez no es necesariamente un indicador de buena salud. También que las estrías, la celulitis y las várices son normales y que, tras las revistas y cuerpos de pasarela, se esconde un ideal de belleza muchas veces imposible –y poco saludable– de alcanzar. Pero no pasa lo mismo con el culto que se les dedica a los rostros. “El mundo del skin care necesita tener ese mismo reconocimiento para avanzar hacia una aceptación corporal más significativa”, dice.
Tania Libertad, cofundadora de Agencia Vecina y experta en publicidad con perspectiva de género, asegura que Chile no es la excepción. “Creo que nos hemos quedado, y me incluyo, en la lucha contra la hegemonía de los cuerpos pero no hemos profundizado en nuestros rostros. Si nos fijamos en las personas que en la publicidad nos muestran como diversas, notaremos que los rostros son más bien cercanos al canon, a lo que se entiende como ‘bonito’”, dice. Pone como ejemplo toda la publicidad, que como si de un campo de batalla se tratase, está enfocada en “combatir” las arrugas a toda costa. “Eso es como decir que no envejezcamos, en realidad. Y todo esto lo hemos creído, ¿cómo no hacerlo, si hay profesionales que supuestamente son responsables detrás de ese mensaje?”, dice.
El problema, detalla, está en que quienes representan los productos de skin care están tan cercanas al canon como aquellas que tratan de persuadirnos de “atacar problemas” como la celulitis o las estrías. Por eso, hace un llamado a cuestionar esas pieles que se nos enseñan como ejemplo de sanidad y belleza. “¿Cómo es esa piel? Es blanca, no tiene poros, ni ojeras, ni pelos, ni lunares en lugares ‘no sexis’, ni pecas, ni arrugas. Es una mujer rehecha en Photoshop sin líneas de expresión y que borra todo atisbo de historia en su piel”, dice.
Un rostro sano
Para Irene Araya, profesora asociada de Dermatología de la Universidad de Chile, un rostro sano corresponde a uno que se ve de acuerdo a la edad de cada persona; que esté hidratado y que no tenga o tenga mínimas lesiones relacionadas con la exposición solar. “¿Quién tiene una piel completamente sana a los 40? Nadie. Es imposible no tener algo”, dice. “Pero no tener lesiones malignas o premalignas, manchas derivadas del sol y que la piel esté hidratada uno sí lo puede lograr”, explica. “Dentro de eso caben las arrugas, que son fisiológicas, el tener algún grado de acné en la adolescencia también está dentro de la normalidad, las manchas post embarazo, los poros dilatados, todo es normal”, agrega.
Según la experta, el bombardeo publicitario y las redes sociales han provocado que lleguen cada vez más pacientes con expectativas muy poco realistas y metas difíciles de alcanzar. “Hay una competencia insana de verse lo más joven posible y sucede en todos los niveles. Y va a seguir aumentando porque la gente vive más, trabaja más años y por lo mismo, tiene más posibilidades de experimentar los cambios naturales de la edad”, dice.
Araya ha sido testigo de cómo las inyecciones de Botox –toxina botulínica que elimina o reduce de forma temporal las arrugas de expresión– siguen siendo uno de los tratamientos más populares a nivel mundial. En Estados Unidos, el número de personas que usan Botox se incrementa en un millón cada año y en los últimos cinco, esta cifra ha aumentado en un 40%. Y aunque en Chile no hay cifras sobre el uso de este tratamiento, los expertos concuerdan en que está en alza no solo en las mujeres de más de cuarenta, sino también en hombres y mujeres menores de 30 años. Hay personas que incluso a los 25 llegan a las consultas pidiendo un baby Botox –Botox en pequeñas cantidades– como una forma de prevenir las arrugas.
“El tratamiento funciona. Si paralizas la musculatura y disminuyes la movilidad, se crean menos arrugas de movimiento. Pero no me parece muy sano que chicas tan jóvenes empiecen a inyectarse toxinas tan pronto porque el Botox va perdiendo efecto. Ya no va a durar seis meses, sino cuatro o dos porque el organismo va creando antitoxinas que van a bloquear ese tratamiento”, explica.
La industria de la belleza también se ha beneficiado del boom de la rutina coreana, que promete una piel perfecta a través de 11 pasos. Pero para Araya, solo se necesitan tres cosas básicas para cuidar el rostro: limpieza, hidratación y foto protección. “Cumpliendo eso y siendo constante ya tienes mucho ganado. La gente está todo el día trabajando, no tiene tiempo de hacer tanta cháchara. Uno puede ir agregando algunas cosas dependiendo de la edad, pero hay que partir desde abajo hacia arriba”, dice.
“Muchas veces te venden una fantasía con muchos productos que no tienen sustento científico. Estamos hablando de billones y billones de dólares que mueve esta industria. Yo trato de ser muy honesta con mis pacientes porque vienen con expectativas altas o compran cosas porque las ven en TikTok. Es triste porque buscan perfección donde nunca la va a haber”, dice.
En algunos países, la resistencia a las pieles perfectas ya empieza a sentirse. En Instagram, el hashtag “skin positivity” tiene más de 251 mil publicaciones en donde personas con condiciones de la piel como la rosácea, el acné y la psoriasis comparten fotos sin filtros de sus rostros y hablan abiertamente del tema. Según Tania Libertad, para que tenga un real efecto, este movimiento tiene que colarse en las comunicaciones. “Hay que dejar de hacer esa división entre lo bonito y lo feo, sino mostrar realidades diferentes con las que todas nos podamos identificar, y sin ser apuntadas al respecto”, concluye.