“Por ahí como en un film de Eric Rommer, sin esperar que algo pase, amar la trama más que el desenlace”, dice la canción La trama y el desenlace de Jorge Drexler. En ella el músico y compositor uruguayo hace una maravillosa metáfora de la vida, recordándonos que el final no importa, que lo que sí importa es haber disfrutado el proceso, con todo lo aprendido en el camino. Así como cuando somos niñas y niños nos enseñan que no importa ganar sino competir, esta frase se puede extrapolar a diversos ámbitos de la vida. Pero, ¿se puede o se debe también aplicar a nuestras relaciones de pareja? ¿Está bien empezar una relación amorosa sin pensar en su futuro?
Carolina Aspillaga, doctora en psicología, académica e investigadora que ha dedicado buena parte de su carrera a estudiar las relaciones amorosas y el concepto de amor romántico, dice que sí y que hacerlo nos llevaría a tener relaciones más sanas. “Crecemos aprendiendo que el verdadero amor es sólo uno en la vida, que su desenlace natural es convertirnos en una pareja estable y con proyecciones a largo plazo. Y si bien esa es una de las opciones, es solo eso, una posibilidad más dentro de las miles de formas en que se puede desarrollar una relación amorosa”, explica.
Esto tiene su raíz en un tema cultural. “Nos enseñan que una relación debiera tener como gran finalidad el convertirse y establecerse en una relación monogámica, a largo plazo, ojalá para siempre y si hay hijos, mejor. Sin embargo, y al alero del feminismo, en los últimos años se han hecho bastantes críticas a este ideal de amor romántico. Crítica que no es al hecho de enamorarse, a la ternura o al cuidado, sino que a un modelo que plantea que cuando uno se enamora, lo normal y lo esperable es que se involucre en una relación para toda la vida, en las que asimismo hay roles y normas distintas para los hombres y las mujeres. Y la que incluso se plantea como la opción para ser un ser humano completo y feliz”, explica Carolina.
El problema –agrega– es que al enfocarnos en el futuro al que se supone que debiese llegar nuestra relación y focalizar nuestros deseos, sueños y frustraciones en función de llegar a esa meta, más que en el proceso mismo que estamos viviendo, muchas veces permitimos que se pasen por alto ciertas situaciones y sentimientos que podrían ser dañinos. “Nos han dicho que el amor todo lo va a poder y que si hay cuestiones que no nos gustan se van a solucionar si hay amor. Bajo esa lógica muchas veces nos quedamos en relaciones en las que no estamos satisfechas o satisfechos porque pensamos que es el único y gran amor que podemos tener”, aclara.
Según Aspillaga, esto nos impide la posibilidad de amar varias veces y de valorar los distintos vínculos en los que nos vamos estableciendo. “La idea de que me voy a complementar una vez que esté en una relación de pareja hace que tenga muchas expectativas en esta relación y eso también influye en que dejemos de lado otros vínculos que pueden ser muy nutritivos, como son las amistades o la familia, en función de esta gran relación que me va a hacer feliz”. Esto en un contexto en el que el hecho de estar en pareja se considera como un atributo positivo. “Socialmente quienes están en una relación son evaluadas como personas más competentes que quienes están solteras o solteros. Y eso hace que muchas veces nos de miedo salir de una relación en la que no estamos satisfechos o incluso en la que hay violencia, porque lo vivimos como un fracaso y no como algo que puede pasar y que es parte de las posibilidades que existen”.
“Sería un cambio interesante poder pensar nuestras relaciones sexoafectivas desde el mismo sentido de libertad que uno tiene con las amistades. Con los amigos uno no se preocupa si esa relación va a durar para siempre”, dice Carolina y plantea que sería un tremendo desafío el aprender a amar desde el presente, sin orientar nuestras energías y expectativas en el futuro, sino que concentrarnos en lo que estamos viviendo, sin obligarnos a proyectarlo o a que termine en un “felices para siempre”.
La riqueza de la trama
Ser menos posesivos con nuestras relaciones es uno de los beneficios de enfocarnos en la trama y no en el desenlace. La canción de Drexler –que podría tener un sinfín de interpretaciones– también descifra el concepto de propiedad cuando dice “te vi cambiar tu paso, hasta ponerlo en fase. En la misma fase que mi propio paso”. Y sigue: “Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener, entrar y salir de fase”.
Carolina dice que si no tuviésemos esa obsesión por el final, seríamos menos exigentes con que esa otra persona calce con todo lo que esperamos. Nos permitiría soltar de una manera más fácil. “No se trata de tener vínculos individualistas, pero sí la capacidad de decir ‘nos acompañamos durante esta parte de la historia que fue hermosa, pero parece que ahora tu historia quiere ir hacia otro lado que la mía y está bien’. Los vínculos que no se desarrollan desde la ansiedad de estar pensando en el futuro, nos permiten ser más lúcidos para darnos cuenta cuando no estamos satisfechos, ya que se valora la relación y no donde va a llegar”, explica.
Y por otro lado, nos permitiría conectarnos con el otro desde lo que nos gusta de esa esa persona, aquello que nos atrae en ese momento y no lo que yo espero que se convierta de aquí a uno o veinte años más. “Cuando conectamos con el presente también nos damos la posibilidad de conectar con el placer”, concluye Aspillaga.