El martes pasado Escocia se convirtió en el primer país del mundo en permitir el acceso gratuito y universal a productos menstruales, incluidos tampones y toallas higiénicas, en instalaciones públicas. Fue el parlamento escocés el que votó por unanimidad a favor del proyecto de ley, lo que se ha catalogado como una victoria histórica para el movimiento mundial contra la pobreza menstrual. A partir de la nueva legislación, las mujeres y personas menstruantes podrán acceder de forma gratuita a estos artículos en edificios públicos –incluidos colegios y universidades– con lo que se espera se reduzca la desigualdad de género y se normalice la menstruación.
Después de la votación, Monica Lennon, la legisladora que presentó el proyecto de ley, dijo que la decisión era: “una señal para el mundo de que se puede lograr el acceso universal gratuito a los productos menstruales”. Una discusión que no es nueva y que en Chile se puso sobre la mesa en enero de 2019, cuando un grupo de parlamentarios presentó un proyecto de ley en el que solicitaban la distribución gratuita de productos de higiene menstrual en establecimientos educacionales que reciban aportes del Estado, establecimientos de salud públicos, cárceles, albergues y a personas en situación de calle. La idea –decía el documento– es generar un cambio cultural y comercial a partir del cual se entienda que dichos productos son un bien de consumo básico que toda mujer y persona menstruante debería tener garantizado.
En el proyecto de ley también se explica que en nuestro país las mujeres destinan en promedio 4 mil pesos mensuales para la compra de productos menstruales, por lo que el gasto anual se elevaría a 48 mil pesos y que por esta razón, “el cuidado de la menstruación arrastra una significativa carga presupuestaria que deben asumir las mujeres durante gran parte de su vida solo por el hecho de ser mujeres”. Y agrega que este tipo de artículos debieran ser considerados bienes de primera necesidad, sin embargo estamos lejos de eso. La realidad es que estos productos no sólo tienen un alto costo, sino que además están sujetos al mismo tributo aplicado a cualquier otro objeto o artefacto, que es el impuesto al valor agregado (IVA), principal gravamen al consumo en Chile que aplica una tasa de 19% a las ventas de bienes corporales muebles e inmuebles.
Antes de la noticia de Escocia, otros países como Canadá, Francia, Estados Unidos, Australia, Suiza y Alemania, habían logrado adaptar su legislación para, al menos, abaratar el precio de dichos productos. Y es también el caso de Colombia, que en la reforma tributaria de 2016 (Ley 1.819), el Congreso de la República se estableció que los productos de higiene femenina como tampones y compresas quedarían libres de impuestos al considerar que ese cobro podría representar una forma de discriminación directa.
Grupos feministas en todo el mundo plantean que es necesario que se deje de ver a la menstruación como una problemática individual de las mujeres y se entienda como parte de las políticas públicas. Un ejemplo claro de ello son las cifras de la encuesta de 2017 de Plan International UK que reflejaron que 1 de cada 10 niñas en el Reino Unido no ha podido pagar los productos para la menstruación y que casi la mitad de todas las adolescentes y jóvenes de entre 14 a 21 años se sienten avergonzadas por sus períodos menstruales y que habían perdido un día entero de escuela debido a esto. “Muchas mujeres deben recurrir a alternativas improvisadas, que además de incómodas y poco confiables, las exponen a infecciones y hacen que un día en el trabajo o en la escuela sea muy difícil de manejar”, dijo la diputada Natalia Castillo cuando propusieron el proyecto de ley en el congreso chileno.
Mila Camacho, profesora de literatura y sexualidades y educadora menstrual, dice que “debido al trato –o no trato– que se le ha dado a la menstruación, se ha transformado en un tema oculto y en una situación personal. Se atiende como personal algo que realmente es político. Y es político porque el mantener la menstruación y los procesos de las personas que tienen útero como un misterio, lo que hace finalmente es que se pueda tener un control sobre ellos”, explica. “Se sigue relegando su importancia y no se toma en cuenta que en casi todos los hogares del mundo hay al menos una mujer que menstrua”, reclama e insiste en que esto se debe a que se intenta mostrar a la menstruación como un problema personal.
Al final –concluye Camacho– el hecho de no contar con productos para la higiene menstrual hace a las mujeres más vulnerables en un mundo donde son constantemente vulneradas. “Es necesario que el Estado mire estos ejemplos y que exista un protocolo de salud menstrual en las escuelas y universidades. Hasta que logremos visibilizar que la menstruación es un tema público y no es una cuestión privada y personal”.