A finales del 2019, la española Estefanía Ruíz subió a su blog No soy tu estilo, un post que tituló Normalicemos el mostrar interés. En ese texto cuenta que decidió hacer de esa frase un propósito para el Año Nuevo. “Siempre nos han inculcado la manía absurda de tener que pasar de alguien para conseguir su interés, de hacer como que todo nos da igual, de no escribir hasta que no te escriben, de portarse mal y pasar de la otra persona porque así comerá de tu mano. En definitiva, de no mostrar ningún tipo de interés. Yo lo intentaba. Intentaba cumplir todo esto para hacer lo que la sociedad esperaba que hiciera. Recuerdo hace muchos años que un chico me preguntó si me gustaba que me enviaran flores, le respondí que era muy cursi. Y se lo dije porque debía hacer como que no me importaba, pero en el fondo, me moría de ganas de que me enviara flores. Peonías, ojalá. El problema era que a mucha gente se le da genial mostrar cero interés o hacer como si nada. Pero a mí me costaba la misma vida tener que ser de una forma que no iba conmigo. Hacía el esfuerzo y lo intentaba. Hasta que un día una amiga me dijo que si no me resultaba fácil ser indiferente, entonces no tenía por qué serlo. Que mostrarme interesada era mi forma de ser y no tenía porqué cambiarla. Entender esto me ha costado más de un disgusto. Pero ahora estoy feliz, porque me da totalmente igual. No me importa que lo que se lleve sea ser pasota. No me importa que eso sea el secreto para atraer a otras personas. Estoy aburrida de esta sociedad en la que está de moda mirarnos solamente nuestro ombligo y adorar nuestro ego. Voy a trabajar poco a poco en este año que entra en acabar con mi ego. No soy tan importante como me creo, pero sobre todo, no soy tan pasota como me quieren hacer. Así que, empecemos a mirar más al de al lado y por una vez: normalicemos mostrar interés”, escribió.
Y no es la única. En los últimos dos años esta frase se ha transformado en una suerte de campaña entre quienes buscan ser más honestos y auténticos en sus relaciones sexoafectivas. La diseñadora gráfica Eleonora Aldea también la publicó en su cuenta de Instagram y tuvo más de 7 mil likes. La mayoría de los comentarios decían que está pasado de moda hacerse el interesante y que ahora la dinámica debería ser al revés, es decir, no tomar en cuenta al que no muestra interés. Para la doctora en psicología, académica e investigadora Carolina Aspillaga, la idea de no mostrar interés o el popular “látigo de la indiferencia” tiene su raíz en que el deseo requiere de cierto grado de distancia y en ese sentido, funciona bajo esta lógica. Pero –agrega– una cosa es mantener el interés y la seducción y otra, muy distinta, es hacerse la desinteresada cuando en realidad la otra persona si me interesa.
“Tenemos la idea de que si mostramos interés, quedamos vulnerables frente a la posibilidad del rechazo y entonces muchas veces no lo hacemos por miedo. Es como si se tratara de un juego de roles en el que quien muestra sus sentimientos pierde, y eso nos mete en una dinámica que puede llegar a ser sumamente tóxica. Cuestiones como “dejar visto” o “llamar solo cuando me llaman” son estrategias que todas y todos usamos, pero que si evaluamos en profundidad, vemos que solo hacen las relaciones más complejas”, dice Carolina.
Según la experta, se ha armado una especie de guión del cual no podemos salir y que tiene que ver con los roles que la sociedad ha determinado que debiéramos asumir en una conquista. En este guión, hacerse él o la “difícil’ nos ayudaría a captar la atención de la persona que nos gusta y conseguir que nos desee con todas sus fuerzas. Incluso hay canciones que lo refuerzan. Como la de Ricardo Arjona que literalmente nos invita a no mostrar interés cuando dice: Dime que no / Me tendrás pensando todo el día en ti / Planeando la estrategia para un sí. Y así hay varias. “Nos han acostumbrado a que esa es la manera de atraer a otros, pero esto nos hace ser menos espontáneos. Si imaginamos cuantas personas dejan de tener sexo en una primera cita para que la otra persona no piense mal de ellos o ellas, nos daríamos cuenta de que muchas veces, en este afán de no mostrarnos vulnerables, somos poco honestos con nosotros mismos y también con la otra persona”, agrega Carolina.
Y es distinto cuando es una mujer la que muestra interés, que cuando es un hombre. “Desde la lógica tradicional aparece la idea de que el hombre es el conquistador y la mujer es la conquistada. Culturalmente tenemos un tema con el deseo femenino y muchas veces a la mujer se la pone en la dicotomía de la puta o la virgen. La mujer deseante suele verse como una mujer que no es para el compromiso o para formar familia, sino que solo para pasarlo bien y eso nos lleva a reprimir nuestro deseo e interés “, explica Aspillaga.
Dice también que ese juego de roles nos pone a las mujeres como sujetas que no eligen sino que solo quedamos en la posición de ser elegidas. “El problema es que si nosotras no mostramos interés, también va estrechándose nuestra posibilidad de elegir, porque solamente nos queda mostrar interés o reciprocidad a quien nos está eligiendo. Nos deja en una posición de mayor pasividad respecto de nuestros vínculos o con quien queremos relacionarnos sexoafectivamente. Como no estamos acostumbradas a mostrar interés, quedamos en la posición de objeto de elección más que ser un sujeto que elige”.
La psicóloga Loreto Vega agrega que además de la construcción social que ha puesto el desinterés e indiferencia como una forma de conquista, existen algunos perfiles de personas que necesitan que las ignoren para enamorarse. “No es una condición natural, el entorno y contexto sociocultural ha estereotipado también las relaciones amorosas, sin embargo, la manera de vincularnos evidencia cosas como falta de autoestima, dificultad para relacionarse e incluso a veces exceso de ego, porque son personas que necesitan retos para reafirmarse”, explica.
Y aclara que justamente por eso es importante que dejemos de marcar pautas sobre cómo debiera ser una conquista, porque en personas que no están estables emocionalmente, la indiferencia o sentirse vulnerables al mostrar sentimientos, podría ser muy dañino. “Sería mucho más simple poder decirle a alguien que nos interesa, o no, y desde ahí ver qué pasa. De esta manera nos ahorraríamos malos entendidos e inseguridades, formaríamos relaciones mucho más sanas y podríamos mostrarnos tal cual somos”, concluye.