Vas a una cita, te gusta es persona, lo pasan bien, pero de ello no se concreta nada. Si esta cita fue tan buena, no puedes evitar imaginar cómo será la próxima. Quizás la siguiente persona con la que salgas es más chistosa, amorosa o hay incluso más química.
Y es que en esta búsqueda del amor, lo más probable es que nos encontremos con muchas opciones para conocer gente: apps de citas, redes sociales, clubes de algún hobby y un sinfín de otros puntos en los que potencialmente podríamos encontrar al “indicado”. Una gran variedad que, si bien es considerada como algo bueno, al mismo tiempo hace que nuestras decisiones sean más desafiantes.
Se llama “la paradoja de la elección”, un concepto acuñado por el reconocido psicólogo conductual Barry Schwartz, que básicamente explica esta sensación, que muchas veces surge después de una cita, de que podría haber alguien más que sería aún mejor para ti. En su libro, Schwartz describe esta forma de pensar como “maximizadora”.
“Los maximizadores tratan las relaciones como si fueran ropa”, escribe. “Espero probarme muchas cosas antes de encontrar la combinación perfecta. Para un maximizador, en algún lugar está el amante perfecto, los amigos perfectos. Aunque no hay nada malo en la relación actual, quién sabe qué es posible si mantienes la vista abierta”, se lee en el texto.
Una misión con fracaso asegurado, encontrar a nuestra “media naranja”
Aunque las redes sociales nos han mostrado lo dañino que puede llegar a ser el amor romántico dentro de nuestras relaciones, las normas de las que el mito habla, están profundamente arraigadas, incluso en las nuevas generaciones, los adolescentes de nuestro país. Así lo confirma un estudio publicado por el Instituto de la Mujer sobre Amores tempranos y violencia en el pololeo, que muestra que el 85% de los jóvenes entre 14 y 18 cree que en alguna parte, todos tenemos una pareja predestinada, algo así como una media naranja que llega a nuestra vida a salvarnos, a cumplir con todas nuestras necesidades. Sumado a esto, explica la terapeuta de parejas y familia, Carolina Ulloa (@terapiafamiliaryparejas), el mito del amor romántico ha idealizado encontrar “al indicado”.
“Tenemos todas la ilusión de que esta persona nos mueva todo y cumpla con el checklist que espero de mi pareja, porque si no, no podremos ser felices por siempre (spoiler: nadie puede cumplir con todas tus expectativas, es imposible). Cuando en realidad, la persona “indicada” y “para siempre”, no existe. Las personas somos tremendamente complejas y lo que es indicado para mí en este momento, puede no serlo en 5 o 10 años más, porque estamos en constante cambio”, asegura.
Como “el indicado” es para siempre, la presión para conseguir a una pareja perfecta o que se acerque lo más posible a nuestro ideal, es bastante. Más aún cuando todavía se escuchan comentarios –que no pasan para nada desapercibidos– dentro de las familias, cuestionando la soltería de los más jóvenes, como si estar soltero fuera negativo, explica Mitzi Ubilla, psicólogue clínico especialista en terapia con enfoque LGBTIQA+ (@mitziubillavera).
“Para las personas solteras que tienen entre 25 y 30 años la presión social para que encuentren pareja suele ser mucha. Y es que, aunque decidan vivir una soltería feliz y tranquila, muchas veces es la propia familia la que empieza a cuestionar esto: ¿Qué raro que no pololee? ¿Será gay? ¿Será lesbiana?”, dice Ubilla.
Vivir pensando ¿qué pasaría si…? es agotador
Esta obsesión con el “qué pasaría si”, es bastante dañina. Y es que, por esperar a la pareja perfecta, vamos a querer continuar disponibles para cuando aparezca ese alguien mejor, explica la psicóloga Carolina Ulloa. “Tener tantas posibilidades nos puede llevar a un mayor nivel de insatisfacción, contrario a lo que se espera, porque tanta variedad para decidir nos termina abrumando, algo que dificulta nuestra capacidad para escoger, aceptar y valorar lo escogido porque pensamos constantemente que puede andar por ahí alguien que cumpla en mayor medida con mis expectativas”, dice.
Sumado a lo abrumador que resulta elegir con una sobreabundancia de opciones, la presión que el amor romántico nos dejó por escoger “bien” a nuestra media naranja, puede ser demasiada. “Como no queremos equivocarnos, sobrepensamos todos los detalles: si estaré pasando por alto alguna bandera roja, o si volveré a sufrir como en mi relación anterior y si está bien esta opción o me estoy conformando. Esto a su vez, puede generar ansiedad y parálisis, porque como resultado, no me atrevo a tomar una decisión por temor a equivocarme”, sigue la especialista en terapia de parejas.
Si bien pensar mejor con quién decidimos relacionarnos puede tener mucho que ver con no conformarse con menos de lo que deseamos, a propósito del empoderamiento actual, explican les especialistas, también tiene que ver con la cultura consumista en la que vivimos, que es difícil de saciar. “De alguna forma, hemos ido como sociedad cosificando las relaciones, pensándolas como un objeto material, casi como si fuera un celular. Lo complicado aquí es que efectivamente afuera puede haber personas que encajen en ciertos aspectos mejor que otras, pero también está en mí (y debería estarlo) el decidir cuáles son los aspectos que hoy en día para mí son primordiales para una relación, entendiendo que las relaciones y las personas mutan, por ende, la relación también se transforma. Alguien que hoy día es perfecto para mí, mañana no lo va a ser y alguien que más hoy día no lo es, puede que mañana sí lo sea”, asegura Mitzi Ubilla.
“Erróneamente, queremos lo mejor, lo último y lo queremos ahora. Cuando la clave está en conocerse, saber mis límites, mis prioridades, conocer qué valores son importantes para compartir con mi pareja. Entre más me conozco, es más fácil saber hacia dónde quiero ir y de la mano con quién, sin perderme entre tantas posibilidades”, concluye la psicóloga de parejas, Carolina Ulloa.