Cuesta creer que algo tan sencillo como estar sobre la tierra, sin calzado, pueda tener una lista tan contundente de beneficios: desde reducir la concentración de glucosa en la sangre y orina; estabilizar los niveles de hierro; equilibrar la frecuencia cardíaca y respiratoria; disminuir la secreción de cortisol, la hormona del estrés; reducir la inflamación y la oxidación y, con ello, el dolor; evitar los efectos negativos de los campos electromagnéticos; hasta mejorar el ritmo circadiano y el sueño en la noche, además de la vitalidad en el día.
Y aunque probablemente los pueblos originarios lo sabían mejor que nadie, lo cierto es que la ciencia lo ha venido comprobando: un buen puñado de estudios hablan de que el contacto con la tierra es sanador y terapéutico desde muchos sentidos, incluso al punto de tener un efecto en mejorar el ánimo o aliviar dolores.
Los mecanismos a través de los cuales se logran estos beneficios del earthing o grounding –los dos anglicismos que se utilizan para denominar la práctica del contacto con la tierra– son muy diversos. Uno de ellos es del ámbito de los microorganismos, específicamente del Mycobacterium Vaccae, una bacteria ampliamente distribuida en la naturaleza. Tener contacto con ella, de forma constante, ha reportado resultados asombrosos: por ejemplo, un estudio publicado en la revista Annals of Oncology en 2004, comprobó que pacientes con cáncer de pulmón avanzado que estaban con quimioterapia y recibían un tratamiento con Mycobacterium Vaccae, mejoraron su calidad de vida, su salud global, su funcionamiento cognitivo y físico, su vitalidad e incluso reportaron menos dolor.
También es fascinante el resultado de un estudio realizado en Finlandia y publicado a fines del año pasado en la revista Environment International, en la que un grupo de investigadoras intervinieron jardines infantiles llevando al patio vegetación de bosque. “La intervención basada en la naturaleza aumentó las células T reguladoras y las citoquinas antiinflamatorias en la sangre de los niños. Esto sugiere que las intervenciones basadas en la naturaleza pueden conferir beneficios para la salud en parte al promover la función antiinflamatoria e inmunorreguladora y, por lo tanto, prevenir la inflamación inapropiada, que se sabe que es un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés”, comenta el profesor Christopher Lowry, investigador de la Universidad de Colorado Boulder que sigue de cerca estos avances.
Un asunto de carga eléctrica
“Una de las prácticas que aconsejo para disminuir la ansiedad y descargar la rumia mental, es la de caminar descalzos por 10 minutos diarios. Es una práctica muy reparadora, y he visto muchos avances en personas que la siguen”, comenta la terapeuta energética Claudia Alarcón (@manjardeangeles). “Por un lado tiene un significado muy espiritual, que me parece central. La tierra nos sostiene y en ella habitan las cenizas de todos nuestros ancestros desde el origen de la humanidad. Es algo simbólicamente muy potente. Pero también lo podemos ver desde la ciencia: está comprobado que al tener contacto con la tierra, recalibramos todo el sistema eléctrico de nuestro organismo, y aumentamos nuestra vitalidad energética. El poder curativo de la tierra es asombroso”, añade.
Lo que comenta la terapeuta tiene un respaldo amplio en las investigaciones. Como describe la española Elisabet Silvestre, doctora en Biología, el funcionamiento saludable del organismo depende del reequilibrar su carga eléctrica. “El cuerpo es un conductor natural y necesita tanto el contacto eléctrico con la Tierra como precisa del agua o los nutrientes. Por una parte, necesitamos liberarnos del exceso de cargas positivas que se acumulan al mantenerse el cuerpo aislado de su entorno. Por otra parte, nos regeneramos con la invasión de los electrones libres (con carga eléctrica negativa) del campo de energía de la Tierra alimentado por el Sol y desde el núcleo del planeta”, escribió la especialista en la revista CuerpoMente hace un año.
Otro de los grandes expertos en la materia es el cardiólogo estadounidense Stephen T. Sinatra, quien ha investigado sobre la prevención y recuperación de enfermedades coronarias, asociadas al contacto con la tierra. En su libro Earthing, con los pies descalzos, habla de cómo las suelas de goma o el cemento han interrumpido un circuito que nos recargaba constantemente: el contacto con la tierra. Una desconexión que a juicio del autor provoca trastornos psicológicos, dolor, cansancio o insomnio. La solución, dice, siempre ha estado bajo nuestros pies.