Hoy comienza el Black Friday, un evento comercial que promete una serie de descuentos importantes ad portas de las fiestas de fin de año. Tanto es su éxito, que la edición pasada de la fiesta de los descuentos cerró sus ventas con cerca de US$ 300 millones, según la Cámara de Comercio de Santiago. Mientras para algunos el Black Friday es la oportunidad en el año donde se puede aprovechar para comprar lo que no se podrían permitir a precio normal, para otros, esta es la fiesta del consumismo desatado.
Para muchas mujeres, este espíritu de “aprovechar” y de comprar más de lo necesario porque está en oferta, está presente en sus inconscientes todo el año y no solo para navidad. La compra compulsiva se caracteriza por frecuentes preocupaciones, impulsos o comportamientos excesivos con respecto a las compras y los gastos, que se experimentan como irresistibles, intrusivos y sin sentido, reveló una investigación.
El consumo problemático, para muchas, resulta evidente solo cuando se ven hundidas, “en el hoyo financiero”, siendo incapaces de mantener su acomodado estilo de vida, ni de pagar la cuota mensual en el banco. Y aunque lo reconocen como un problema, no pueden parar: siguen comprando. Victoria Vergara, por ejemplo, tiene 31 años y 15 millones de pesos en deuda.
¿Cómo se nace una compradora compulsiva?
“Me di cuenta que el consumo que estaba llevando era problemático este año, cuando mis tarjetas de crédito se quedaron sin cupo. Fueron alrededor de 15 millones de pesos los que le adeudaba al banco. Para ordenarme financieramente, pedí otros créditos para decrecentar las cuotas de la deuda. Empecé a pensar más sobre las cosas que me quiero comprar y cuando me viene el impulso, trato de resistirlo pensando en otra cosa.
Tengo dos freidoras de aire, tres hornos y dos aspiradoras. Todas las compré porque me convencí de que las necesitaba, una para cada situación. Con regularidad llegan a mi casa pedidos de Aliexpress o Mercado Libre, que probablemente eran puras cosas innecesarias que sumaban a mi gasto hormiga. Esto obviamente ha traído discusiones a la mesa con mi pareja. Me dice que compro cosas innecesarias y me pide que venda algún horno o aspiradora para pagar las deudas.
Yo entiendo que está mal, pero comprar me da satisfacción, una que incrementó más después de tener a mi hija. Me di cuenta de que comprar me genera el mismo placer que comer, pero además me siento poderosa por poder tener cosas, aunque no las necesite. Y compro aunque no lo necesite porque me convenzo de que necesito lo que me compro, entonces al momento de adquirirlo no me siento tan culpable”, cuenta Victoria.
Chile todavía mantiene una deuda importante respecto a la equidad de género, dice Carolina Molina, psicóloga y coach, que lleva doce años dedicándose a estudiar la mentalidad financiera y la relación que tienen las personas con el dinero. “Más allá de que el currículum oficial exija que se les enseñe a los niños y niñas educación financiera, aún operamos inconscientemente bajo muchos sesgos de género. El dinero sigue siendo “cosa de hombres””, dice la especialista.
Y es que, hasta hace no tanto tiempo, las mujeres estábamos excluidas de las conversaciones donde se tomaban decisiones financieras respecto de la plata familiar y además, nos encontrábamos fuera del mundo laboral y dedicadas a la crianza y los cuidados. A pesar de que este escenario ha cambiado, agrega la coach financiera, aún hay narrativas dentro de las familias que nos dicen quién trae o de dónde viene el dinero de la casa, algo que impacta directamente en nuestro sistema de creencias.
“El sistema de creencias opera a nivel inconsciente, y eso, es lo más peligroso. No nos damos cuenta que lo tenemos, hasta que alguien nos los muestra. Cuando creemos que la plata es mala, que la plata la traen los hombres, que es más difícil emprender siendo mujer, que es de mala educación hablar de plata, que calladita soy más bonita, inconscientemente esto tiene en un impacto sobre cuáles son las decisiones que tomo respecto de mi dinero”, asegura Molina.
¿Somos las mujeres las compradoras compulsivas?
En las películas, la música y el humor, la cultura popular nos ha hecho creer que son las mujeres las que compran compulsivamente. Que son ellas las que tratan la ida al mall como si de ir a terapia o como un escape se tratara. Que, comprando, pierden la razón, que adquieren cosas que no necesitan y que eso las llena de alguna forma. Y es verdad.
Según observó un estudio realizado por una investigadora del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Valparaíso en 2018, “las compras compulsivas afectan prioritariamente al sexo femenino, donde aproximadamente en 95%, suele ser crónico o intermitente, con una edad de inicio a finales de la adolescencia o a principios de la segunda década”.
Sin embargo, aunque son ellas las que, por lo general, más compran compulsivamente, en Chile, son también las mujeres las que más ahorran, según reveló la última versión del informe Género en el sistema financiero, realizado por la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), que además descubrió que son ellas las que mantienen en promedio más saldo positivo que los hombres. Para la psicóloga y coach financiera, esto es el fiel reflejo de la cultura en la que vivimos. “A las mujeres se nos aconseja desde el cuidado y no el empoderamiento que cuidemos nuestro dinero, pero no por la libertad que eso genera, sino para prevenir que nos pase algo. Típicamente, escucharíamos el consejo de la abuelita del ‘cuídese mijita’ o ‘ahorre su platita’”, dice.
La emocionalidad detrás de la compra
Siendo una niña, el único concepto financiero del que alguna vez Gloria Fuentes, de 34 años, estuvo cerca, fue la vaga instrucción de ahorrar. ¿Cómo? Nunca nadie le dijo. “Al final yo aprendí de mis finanzas, solo porque mi abuela paterna, que era una mujer muy dominante en la familia, nos repetía que teníamos que trabajar para nunca depender de ningún hombre, para nunca estar amarradas a nadie por plata”.
Gloria, que trabaja desde muy joven en lo que sea para tener plata para comprarse lo que ella quiera, se empezó a autodenominar como “compradora habitual” cuando a los 20 años una casa comercial le ofreció una tarjeta de crédito. Desde ese momento, su consumo solo incrementó. Y aunque reconocía que era un problema grave, que la metió en el “hoyo financiero”, seguía comprando cosas. “Comprar cosas me hacía sentir independiente y poderosa, por eso lo hacía”, dice.
Precisamente, una de las conclusiones del estudio de la Universidad de Valparaíso es que parte de las motivaciones para comprar, tienen que ver con las ganas de progresar, de tener autonomía, de la autorealización y de la expresión personal. “Algo así como un grito fuerte y claro de que las mujeres, que ahora sí tenemos la oportunidad de ganar sueldos que nos permiten comprarnos lo que queramos, sí nos la podemos, como necesitando hacer lo que sea sin darle explicaciones a nadie”, concluye Molina.