¿Por qué las mujeres estamos más disponibles a cuestionar la forma tradicional de amar?
Corría el 2019 y Francisca (31) se inscribió en un taller sobre ‘amor libre’ en la ciudad de La Plata, en Argentina, donde vivió durante poco más de un año. Cuestionar la monogamia era el tema central, y las inscritas, solo mujeres. Muchas. Tantas, que debieron trasladarse a una sede más grande y dividirse en grupos de trabajo.
Así se puede ver en una nota de Infobae, que nos envía Francisca para mostrar algunas imágenes del evento. En ellas efectivamente se ven salones repletos de mujeres. “Antes te casabas y te casabas para siempre. No se discutía y era tu oportunidad de irte de tu casa y de hacerte adulto”, dice una de las chicas en la nota. “La posibilidad del divorcio abrió el juego a que puedas tener otros proyectos en tu vida y no solamente un tipo. Creo que toda nuestra generación, que está atravesada por la posibilidad del divorcio, puede empezar a pensar una vida fuera de lo que es el matrimonio. Las mujeres sobre todo, porque eso era lo único que teníamos. Te casabas y se terminaba la película”.
Francisca cuenta que en el debate sobre la monogamia no solo surgieron como opciones las relaciones abiertas y el poliamor, si no también una ‘neomonogamia’. “La gente cree que cuando las personas nos cuestionamos el amor romántico y la idea clásica de la monogamia, lo que queremos es andar metiéndonos con unos y con otros, pero no necesariamente es así. Tiene que ver con encontrar formas de vincularnos que permitan también tener una relación monógama –si eso es lo que queremos– pero sin conductas tóxicas como los celos, la posesividad, o la creencia de que ese vínculo es lo único que me puede hacer feliz”, dice.
Después de ese taller Francisca volvió a Chile y ha tomado varios sobre el mismo tema: nuevas formas de amar y vincularnos. En todos, la mayoría de las asistentes son mujeres. Uno de ellos es Repensar el amor, de la doctora en Psicología, académica y terapeuta Carolina Aspillaga, que este mes tuvo su novena versión. “El objetivo es que problematicemos el amor romántico, revisemos nuestras formas de amar y pensemos en nuevas alternativas amorosas que nos hagan sentido”, explica Carolina, quien decidió hacer de sus talleres un espacio solo para mujeres.
“Lo que he ido observando desde mi experiencia profesional y el activismo, es que las mujeres estamos mucho más disponibles a cuestionar el status quo. Y eso tiene que ver con que hemos visto que ese estado de las cosas ha tendido a privilegiar a los hombres. El feminismo ha tenido un rol importante en esto, en mostrar las desventajas de poder en ámbitos donde antes eran invisibilizados; como también en desnaturalizar el orden de las cosas, mostrando que muchas son construcciones sociales, como los roles de género, el modelo de amor romántico, o la monogamia, y que por tanto se pueden hacer de formas distintas”, agrega.
De hecho, hace poco la plataforma de citas Ashley Madison hizo una encuesta para comparar qué tan disponibles están mujeres y hombres a participar de una relación no monógama. El resultado fue un 26% las mujeres, frente a un 13% los hombres. Carolina dice que, aunque se trata de una encuesta que no tiene ningún antecedente metodológico, los datos apuntan un poco a lo mismo. Y es que –como explica– las mujeres estamos mucho más dispuestas a problematizar la manera en que nos hemos relacionado hasta ahora, y los hombres se pueden sentir mucho más reacios a hacerlo.
“Por la forma en que se ha construido la masculinidad, a ellos les resulta más difícil cuestionar y transformar los roles tradicionales. Por ejemplo, suele pasar que cuando un hombre está disponible para hacerse cargo de las tareas domésticas o asumir un rol distinto dentro de una relación de pareja, es cuestionado por su propio género, recibiendo comentarios como ‘macabeo’ o ‘mamón’, como una forma implícita de disciplinamiento hacia lo que es “realmente” un hombre. Y es que cuestionar este tipo de cosas también implica cuestionar los privilegios que se tienen como hombre, y por lo tanto hay menos disposición a hacerlo”, dice Carolina.
Y lo mismo ocurre en las relaciones. “Si pensamos en el mandato de la monogamia, hay en ella una doble moral sexual. Tradicionalmente ha estado mucho más permitido que el hombre sea infiel, ‘así son los hombres’, dicen. Mientras que en el caso de las mujeres, la infidelidad es mucho más cuestionada y sancionada socialmente. Desde ahí parece normal que los hombres sientan menos necesidad de cuestionar la monogamia, porque ellos tienen menos exigencia social por cumplirla”, concluye.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.