Es común que en determinadas situaciones las mujeres presentemos mayor sensibilidad a las bajas de temperatura. De hecho, es un tema que no tiene mayor revisión de literatura científica, pero que sí genera muchas dudas. Solemos ser las que pedimos que bajen al aire acondicionado, y siempre llevamos un chaleco por si acaso más tarde sentimos frío. Y es algo que, por lo demás, se va acrecentando a medida que pasan los años.

Para esto existen explicaciones biológicas, específicamente ligadas a las hormonas. “El estrógeno cumple un rol importante, al ser una hormona sexual femenina que actúa a nivel cerebral interviniendo en la regulación de la temperatura corporal”, explica la médica Javiera Alaniz, quien añade que esta reacción genera una disminución de la temperatura del organismo, en cuanto produce un efecto sutil de vasoconstricción a nivel cutáneo. Según Alaniz, esto supondría un beneficio para las mujeres, aunque no lo sintamos así necesariamente, porque representa a un mecanismo de defensa que permite detectar con rapidez factores de riesgo para la salud.

“Los estados hormonales se asocian a la temperatura”, coincide la endocrinóloga Nicole Lustig, y distingue: “Podemos ver ejemplos, como las alteraciones de la tiroide o casos como el hipotiroidismo”. Este desorden tiende a afectar a más mujeres que a hombres y una de sus características más comunes es la intolerancia al frío y la dificultad para regular la temperatura corporal. “Las hormonas tiroideas regulan la termogénesis con los vasos sanguíneos, cuando se contraen y dilatan, se presentan estas intolerancias al frío”, dice Lustig y añade: “Los vasos se dilatan y se pierde calor. Esto pasa con la piel al tener contacto con el aire y lo podemos apreciar cuando tenemos las manos heladas o la punta de la nariz fría”.

Como adelantábamos, esta sensación constante de frío incrementa con la edad y está relacionada a cómo responde el cuerpo a los cambios de temperatura en la medida que envejecemos. Según la geriatra Marcela Muñoz, en los adultos mayores influye el adelgazamiento de la piel. “El paciente pierde la capacidad para regular la temperatura y los expone a mayor frío o calor, según sea el caso”. Menciona además que si la persona es más bien sedentaria, disminuye considerablemente el aporte de generación de calor por ejercicio. Advierte que si además la persona baja de peso los efectos serán más notorios y en estos casos es necesario descartar enfermedades metabólicas y endocrinas que pueden estar afectando la termorregulación.

En el caso de las mujeres postmenopáusicas, juega un rol importante la reducción en la producción de estrógenos. Lustig explica: “Cuando las mujeres pierden estas hormonas el termostato se pone sensible, por lo que es común que en la etapa del climaterio las mujeres sufran bochornos, transpiren más o se enfríen, porque no son capaces de regular la sensación de temperatura todo el tiempo”.