¿Por qué los niños y niñas están faltando al colegio?

ausentismo escolar

Según datos del Ministerio de Educación, la cantidad de estudiantes con inasistencia grave aumentó el doble en comparación a 2019, llegando a un 39% de la matrícula total. A los temores por el contagio de COVID y enfermedades respiratorias, se suma una desconexión al sistema educativo por parte de las comunidades. Aquí autoridades y expertos reflexionan sobre la relevancia de re-encantar a esos alumnos con el aula de clases.




En la Escuela Edmundo Vidal Cárdenas de la localidad de Peralillo, Vicuña, las salas de clases han estado más vacías de lo normal. Los pasillos que antes se veían llenos de niños y niñas, ahora están más desocupados. Ruperto Pizarro, docente y ex director del establecimiento hasta febrero, así lo ha visto y detalla que esta ausencia -que apareció justamente después de la pandemia- se ha dado principalmente por el temor al contagio de COVID u otras enfermedades respiratorias. A nivel numérico, la inasistencia en dicha escuela ha llegado hasta un 25% de la matrícula, focalizándose especialmente en los alumnos de pre-básica y básica. “Pero también hay inasistencia en los cursos de enseñanza media. Se trata de jóvenes que empezaron a trabajar en el período de pandemia y que, con el tiempo, le fueron dando prioridad a la parte laboral”, relata Pizarro y agrega: “No hay la misma cantidad de estudiantes de siempre. Hay reiteradas ausencias, pero lo positivo es que los tenemos identificados para sacar un catastro y entregar la confianza a las familias para volver al colegio”.

Según datos del Ministerio de Educación, en 2022, la cantidad de alumnos con inasistencia grave -que es cuando se concurre menos del 85% del tiempo- aumentó el doble en comparación al tiempo previo a la crisis sanitaria. Es decir, si en 2019 había 633.414 estudiantes con inasistencia grave, en 2022 este número creció a 1.254.253 estudiantes, que representan un 39% de la matrícula total del sistema educativo. Una baja catalogada como grave, considerando que se trata de uno de los principales predictores de la deserción escolar y que, en este caso, afectó con más fuerza a los estudiantes de educación básica, donde el indicador aumentó en un 130%.

Si bien esta información da cuenta de la realidad educacional solo hasta junio, desde el Ministerio de Educación afirman que están estudiando las causas de este fenómeno. “Esta es una situación que estamos monitoreando con preocupación desde el primer día y respecto de la cual estamos tomando acciones concretas”, afirma el ministro Marco Antonio Ávila.

Sin embargo, ya existen estudios que entregan luces respecto a por qué los niños, niñas y adolescentes han faltado a las salas de clases en estos primeros meses del año. En el cuarto reporte de la Encuesta Nacional de Monitoreo Educacional en Pandemia, realizado por la Universidad Católica y de Chile, el 87% directores entrevistados afirma que la principal causa que explica la inasistencia son los problemas de salud, seguido por el clima de invierno con un 34%.

Para Ernesto Triviño, académico e investigador principal del Centro de Justicia Educacional de la Universidad Católica, este incremento proviene de una mezcla de factores, donde el tema sanitario ha tenido un peso considerable. “Los establecimientos han estado con brotes de COVID y de enfermedades respiratorias que los han obligado a mantener modelos híbridos. Dicha situación es contextual de cada comunidad, pero afecta la asistencia”, indica y agrega: “Además, ha existido un alto nivel de licencias médicas en la educación parvularia (50% de las educadoras y educadores) y escolar (35% de los docentes). Esto lleva a ajustes de horario y en ocasiones los apoderados prefieren no mandar a los estudiantes a la escuela si saben que su profesor/a no estará, o que tendrán dos clases en la jornada porque nos hay reemplazos suficientes”.

Sin embargo, en el monitoreo, también se menciona otro factor. Un 18% de los directivos sostiene que hay familias con bajo compromiso con la asistencia a clases. La directora ejecutiva de Educación 2020, Alejandra Arratia, indica que la falta a los establecimientos es el síntoma de un problema más profundo y que en este caso podría dar cuenta de una desvinculación con el sistema por parte de las comunidades. “Hay que entender esto como parte de un fenómeno de distanciamiento del vínculo entre las y los estudiantes y la escuela, desde la pertenencia y desde cuán seguro es el espacio escolar para ellos”, dice. “La inasistencia puede ser una consecuencia del rezago a nivel de aprendizajes, o muchas veces tiene que ver con el bienestar socioemocional, cuando niños y niñas que están angustiados o estresados, y sufren bullying o maltrato en la escuela. Eso hace que la experiencia formativa sea más negativa y como consecuencia aumente la inasistencia”, detalla.

Para bajar estos índices, a fines de julio, el gobierno presentó un plan para promover la asistencia y permanencia en el sistema escolar, como uno de los ejes de la Política de Reactivación Educativa Integral “Seamos Comunidad”. El objetivo de esta iniciativa ha sido recuperar la presencia de niños y adolescentes en las escuelas, garantizando su permanencia y recuperando sus trayectorias educativas de manera integral. Como primera acción, se enviaron 12.295 reportes a todos los establecimientos con la nómina de estudiantes con asistencia crítica o en situación de exclusión escolar. Además, se han realizado cursos para fortalecer la formación docente y se ha contactado por correo electrónico a diversos apoderados para re-incorporar a sus hijos e hijas al sistema educativo. “La invitación a las familias es a que envíen a sus hijos e hijas a las escuelas. Es necesario, porque la educación es la llave y la experiencia de la presencialidad es insustituible. Si no están en la escuela, viviendo esta experiencia escolar, es muy difícil que puedan aprender y desarrollarse integralmente”, sostiene el ministro Ávila.

Regreso a las salas

Además de ser el primer paso para la deserción, la inasistencia grave tiene una serie de efectos, entre ellos, la merma en la continuidad en los aprendizajes. Es lo que pasó en la pandemia cuando, a raíz del cierre de los establecimientos, se perdieron entre 0,3 a 0,9 años de escolaridad según un estudio realizado investigadores del Banco Mundial. “Un estudiante que tiene ausentismo crónico en los primeros años de vida tendrá dificultades para aprender a leer y escribir, por falta de acceso a una adecuada enseñanza y a los recursos necesarios y oportunos para lograr este proceso. Por lo tanto, el efecto más profundo es que niños y niñas no logren cimentar aprendizajes robustos, generando brechas que se arrastran a través de toda su vida escolar”, analiza Pamela Balboa, supervisora de Investigación y Desarrollo en la Fundación Sara Raier de Rassmuss.

Más allá de los aspectos netamente académicos, también hay otras consecuencias que, aunque menos evidentes, son igual de relevantes. Ahí es cuando aparece el desarrollo socioemocional de niños, niñas y adolescentes. “La educación implica socialización con otros, y no solamente memorización de aprendizajes. Si se falta a clases, hay una merma en las oportunidades de interacción entre pares. Por la pandemia, llevamos un largo tiempo con eso interrumpido, y ahora vemos que la convivencia se está viendo afectada”, sostiene Ernesto Triviño. En la misma línea, Alejandra Arratia afirma que, al no tener estos espacios, se ve impactada la pertenencia a la comunidad. “No solo eso, sino también el desarrollo de vínculos con su grupo de pares, las habilidades psicosociales y los aprendizajes más asociados a habilidades y/o aptitudes que se desarrollan en el contexto escolar”.

En la Escuela Edmundo Vidal Cárdenas lo tienen claro. Es por eso que hicieron un análisis curso por curso con los docentes, para generar un plan de retorno y atraer así a los estudiantes con altos niveles de inasistencia. En la Encuesta Nacional de Monitoreo Educacional en Pandemia, un 82% de los establecimientos afirmó estar desarrollando estas estrategias. Ruperto Pizarro sostuvo que, en su caso, el contacto directo entre profesores y apoderados ha sido clave. “Han hecho videollamadas no solo para explicar temas académicos, sino también para decirles a los alumnos cuánto los extrañan”, cuenta.

Desde el mundo de las organizaciones también se ha trabajado para volver a motivar a los niños y jóvenes, e incentivar el regreso a las aulas educativas. “Con estas cifras, la urgencia está puesta en recuperar a los estudiantes que no asisten a clases, encantándoles con estrategias novedosas, multisensoriales y un espacio seguro para que se den los aprendizajes”, dicen desde la Fundación Sara Raier de Rassmuss que, con su Programa Alfadeca -un modelo que busca trabajar la lectoescritura a partir de la neurociencia-, han recuperado a un 18% de los alumnos ausentes de 1° básico y un 17% en 2° básico durante el primer semestre en 56 escuelas. Y es que dicho método no solo busca captar la atención a alumnos y apoderados, sino trabajar con docentes, potenciando sus competencias para lograr clases motivadoras.

“Es necesario tomarse muy en serio, desde la política pública y la gestión escolar, la búsqueda de fórmulas y campañas para asegurar la continuidad de los servicios educativos y motivar a los apoderados a que manden todos los días a sus hijos al colegio. Es urgente tener medidas post-pandemia para la recuperación de cierta normalidad”, finaliza Ernesto Triviño.

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