De acuerdo a Herramientas de facilitación lingüística para funcionarios de salud en Kreyòl Ayisyen, publicado por el Minsal en 2018, el criollo haitiano es un dialecto cuya estructura está basada en el francés, combinada con lenguas de Senegal, Gambia, Ghana y Nigeria. Sólo por nombrar algunas: el wolof, el fon, ewé, kikongo, yoruba e igbo.
El mismo documento, que busca contribuir al acceso universal a la salud de las y los migrantes, estima que más del 80% de los haitianos en Chile tienen un manejo básico o nulo de la lengua castellana. Una comunidad que, de acuerdo a INE, ocupa el tercer lugar entre las comunidades de migrantes más numerosas en Chile, con 185.865 personas.
Esta es la realidad con la que se encontró la educadora de párvulos Liliana Santander (45), quien dirige un jardín infantil Raúl Silva Henríquez en Quilicura, una de las comunas con mayor presencia de la comunidad, de acuerdo al Minsal. Para Liliana fue evidente: en su primer año como directora de un jardín con sello comunitario intercultural vio que un 20% de sus usuarios eran familias haitianas, y ni ella ni su equipo entendían el kreyòl, o creole. “Sentí que era como una falta de respeto. Así nació mi motivación por aprender”, comenta.
Buscando en redes sociales, Liliana dio con la escuela Ou pale kreyòl, un proyecto de Lía Villalobos (34), licenciada en lengua y literatura inglesa. “Me acerqué al kreyòl luego de saber del caso de Joanne Florvil”, cuenta Lía. En ese momento una de sus amigas afrochilenas la presentó a la comunidad. “A través de ella comencé a conocer gente que me empezó a enseñar kreyòl sin saber cómo enseñar”, cuenta la profesora quien, por su formación como lingüista, necesitaba entender las reglas.
Así fue como comenzó a investigar. “Empecé a estudiar, y con el tiempo me emparejé con un chico haitiano que se convirtió en el otro profesor del curso, Berny Alexandre. Con mi conocimiento lingüístico empecé a preguntarle: si tengo esta palabra, ¿cómo digo esto?”.
Lía y Berny encontraron información, pero en inglés. Además de esa dificultad, Lía descubrió que el kreyòl incluso es marginal dentro de Haití. “Es difícil encontrar material, porque en Haití la lengua oficial es el francés, el kreyòl se ocupa a nivel doméstico, pero es sin duda la lengua que hablan los haitianos”, dice. A partir de eso, ella y Berny decidieron crear sus propios libros de estudios en dos niveles: básico e intermedio, y ofrecer un curso, con lo que nació el proyecto de escuela. A Ou pale kreyòl, cuyo primer curso promocionaron en Facebook, llegaron casi 40 personas. "Teníamos un tercio de trabajadores de la salud, el resto eran abogados, gente que trabajaba en servicio al cliente y personas ligadas a la educación”.
¿Qué es lo básico del kreyòl? “Nuestro curso tenía un enfoque comunicativo, que son las expresiones completas como ‘mi nombre es’. Enseñamos cómo presentarse, cómo presentar a otra persona, dar y pedir datos personales”, dice Lía.
Lía fue profesora de Liliana. Y de esa experiencia, Liliana piensa que “lo importante fue que me enseñaron a mirar esa cultura”. En lo práctico, gracias a estos conocimientos asegura que ha podido integrar el kreyòl a las aulas. “Gracias a ese puente que tendimos, la comunidad se fue a inscribir con más fuerza al jardín” dice.
La necesidad de comunicarnos
El Boletín Informativo del Departamento de Extranjería y Migración sobre Migración Haitiana en Chile (2019) dice que el número de permanencias definitivas otorgadas a ciudadanos haitianos ha presentado dos importantes crecimientos porcentuales, el último en 2014, “donde hubo un crecimiento de 162%, correspondiente a un aumento de 472 permisos”. El documento reconoce “la necesidad de disponer de acciones enmarcadas en la promoción de derechos e inclusión para esta comunidad migrante”. En su documento, Extranjería confiesa que la información registrada “describe a Chile como un país que en la práctica se podría estar constituyendo en un destino de mediano –y quizás largo aliento- para estas personas”.
Así lo ve también el profesor Yvenett Dorsainvil, vocero de la Plataforma de Comunidades Haitianas. “Nosotros vinimos a quedarnos, a insertarnos, a tener nuestra familia, tenemos que aprender español, pero en el tiempo de adaptación esperamos que los profesionales y las personas con quienes convivimos y con quienes compartimos espacio, aprendan nuestro idioma”, dice.
Yvenett presentó en julio de 2017, y con el respaldo de la Universidad de Chile, Cetoute Jean, el Diccionario kreyòl-español. A tres años de la publicación, lo evalúa como un éxito “dentro y fuera de la comunidad haitiana, ya que logró resolver muchos problemas y vino a suplir esa necesidad que teníamos de comunicarnos”.
Respecto a las herramientas de facilitación lingüística en el servicio público, Yvenett cree que “actualmente hay muchas herramientas, es más fácil encontrar documentos en los centros de salud u otras instituciones con las instrucciones en kreyòl, en español y mapudungun, donde el haitiano puede ver claramente qué es lo que tiene que hacer. Esto significa que hayan menos problemas, menos abusos y también hace más fácil atender a los usuarios haitianos”.
Para Yvenett, el caso de Joanne Florvil nos enseñó lo trágico que puede llegar a ser no poder comunicar lo que uno siente, lo que a uno le está pasando. “Por eso no veo la enseñanza del kreyòl como sólo enseñar, sino también como una forma de ayudar. Incluso de salvar vidas”.
En su informe sobre migración haitiana, Extranjería observa que las y los haitianos experimentan “procesos profundos de estrés migratorio asociados al desarraigo, a la precariedad habitacional y laboral y a la escasa inclusión intercultural que experimentan en Chile, dice el documento. “Urge, también, apoyar más iniciativas de aprendizaje del idioma castellano”.
Alexandra Fontilus, responsable del Programa Cursos de Español del Servicio Jesuita a Migrantes, dice que para las y los no hispanohablantes “se deja de respirar la libertad lingüística que uno tiene en su país de origen, donde no existe una barrera para comunicarse”. Ella es haitiana y expone algunas situaciones donde se expresa la barrera idiomática para su comunidad: “lo más complejo es en el ámbito laboral, porque el primer requisito para encontrar un trabajo muchas veces es saber el idioma. Además, no saber el español te pone en una desventaja para refutar el racismo que experimentan muchas personas afrodescendientes en el día a día. Es imposible defenderse de la violencia verbal si no se entiende lo que el otro dice”.
En ese sentido, Alexandra ve que para las y los haitianos aprender español da una “mayor autonomía para realizar los trámites personales, porque no es lo mismo poder resolver uno mismo las cosas que a uno le incumben, que tener que recurrir a la ayuda de un intérprete para facilitar la comunicación”, dice.
Desde la escuela Ou pale Kreyòl, Lía considera que aprender kreyòl implica validar la cultura del otro y, con ello, validar a la comunidad haitiana. “Es una forma de decir tú lengua es igual de importante que la mía, además de ser empáticos, y poder saludarnos en su idioma cuando compartimos en lo cotidiano, por ejemplo”.