Angustia, miedo, descontrol, indecisión, inseguridad. Todas son sensaciones que se generan ante una situación de cambio. Una resistencia natural que el ser humano manifiesta cuando se enfrenta a una nueva realidad que lo saca de su zona de confort. Conducta curiosa, si pensamos que nuestro cuerpo es cambio en sí mismo. Muestra de ello es, por ejemplo, que nuestras células del páncreas cambien 24 horas y las neuronales cada 28 días.

La conferencista española Pilar Jericó explica en su charla Ted ¿Cómo afrontar los cambios? que existe una curva del cambio que todos los seres humanos enfrentamos. Esta es, según la especialista, la siguiente: “La primera fase es la aventura, cuando algo sucede y tenemos que responder a ello; la segunda es la etapa de negación, cuando nos preguntamos por qué nos pasa esto; la tercera, es la fase del miedo, y la cuarta, la frustración, que es cuando tocamos fondo. Luego de esta última comienza la subida de la curva, que es cuando creamos una nueva realidad y hábitos. ¿Y qué pasa al final de ella? Comienza otra curva. Todo los días estamos en alguna de estas fases”.

Sicológica y biológicamente, el ser humano busca el equilibrio y la estabilidad, dado que en ese contexto es posible predecir y controlar el futuro que viene. Así lo cree Juan Pablo Westphal, psicólogo del Centro de Salud Mental de Clínica Santa María, quien señala que “cualquier desequilibrio, cambio o movimiento que no nos permita anticipar nos generará una tensión psíquica que causará ansiedad e incertidumbre, ocasionando una resistencia”.

La resistencia se relaciona con las propias experiencias personales de vida y los rasgos de personalidad. Así las vivencias difíciles nos pueden hacer resistentes a nuevas experiencias. “En cuanto a los rasgos, las personas más flexibles o creativas van a poder tolerar más, y por ende, fluir mejor ante los cambios o necesidades de reinventarse. En todo caso, es esperable que la resistencia sea mayor en cuanto más vital o significativa sea la necesidad de cambiar”, explica el psicólogo.

Esta dinámica suele generar preocupación cuando frente a un suceso que afecta de forma negativa nuestra vida, generamos síntomas mas allá de lo esperado. En estos casos, explica la psicóloga Loreto Gálvez Villella, “entramos en conductas evitativas que afectan nuestro normal funcionamiento o generan síntomas de malestar que interfieren en el desarrollo normal de nuestras vidas, pudiendo provocar incluso trastornos adaptativos, que son cuadros en los que se ve una alta intensidad del malestar y que es necesario atender”.

Por eso, agrega Galvéz, es importante comprender que el entorno y nosotros formamos una unidad y en esa correlación, uno afecta inevitablemente al otro, por lo que adaptarnos a la nueva situación necesita de un cambio en ambos. “Eso requiere de una doble perspectiva, la que considera un cambio en mí, como por ejemplo modificar la forma de ver las cosas, de interpretar la situación o las expectativas que tengo para que sean lo más realistas posibles en relación a lo que enfrento; o bien la posibilidad de modificar el entorno, que suele ser lo más difícil”, dice la experta.

Cómo enfrentarlo sin estrés

Lo que recomiendan los expertos es que ante un cambio hay que tener un cierto grado de pensamiento optimista, para así vencer el miedo, la tensión sicológica y la ansiedad respecto a lo nuevo y desconocido.

Este proceso debe ser paulatino y siempre acompañado de las personas que nos quieren. “Cuando el individuo decide cambiar, lo hará y requerirá entonces a sus cercanos para sentirse acompañado”, señala Luis Pino, psicólogo y académico la Universidad de Las Américas.

El cambio y el movimiento es parte natural de la vida. Si bien el ser humano busca estabilidad, una vez que la encuentra es natural que aparezca la necesidad de moverse. “El cambio siempre va a crear tensión e incertidumbre y es bueno reconocer y transformar esas emociones en nuestras aliadas, no luchar contra ellas ni negarlas. Entramos en una era donde el modelo de vida será el constante cambio, por eso hay que atreverse a innovar. Un cambio sano es el que nos lleva a la creatividad y a la resolución de problemas en forma adaptativa, que nos permite avanzar en nuestros modelos de vida e ir creando nuevo patrones interaccionales”, comparte Juan Pablo Westphal.

Al respecto, Pino señala que la cultura del cambio en “exceso” no es buena y que todo debe estar siempre en un justo equilibrio. “Hay que tener cuidado con esa tendencia social que incentiva a las personas a estar constantemente cambiando y cuestionando su conducta y condición. Podría ser un error estar empujando a las personas a que siempre salgan de su zona de confort, porque no todos necesitan estar abiertos constantemente a nuevas experiencias”, concluye.