En 2005, la joven estadounidense Ally Bain tenía 14 años cuando andaba de compras con su madre y sintió la necesidad urgente de ir al baño. Como paciente de la enfermedad de Crohn -diagnosticada a sus 11 años-, una afección intestinal crónica caracterizada por una inflamación del tracto digestivo que, entre otros síntomas, provoca diarrea grave; esto no era poco usual. Sin embargo, en ese momento, no habían baños habilitados en la tienda. Así que corrió a pedir el que usaban los trabajadores, aunque no contaba con que el gerente del lugar le iba a negar el acceso.
Esa experiencia la motivó a reunirse con la -entonces- representante del estado de Illinois, Kathy Ryg; para redactar un proyecto que en agosto de ese año se convirtió en lo que actualmente se conoce como la Ley de Acceso a los Baños. Una normativa que recae bajo la Ley para Estadounidenses con Discapacidades, de 1990, y que busca que las personas con enfermedades intestinales tengan acceso a los baños exclusivos para trabajadores en caso de no contar con uno público disponible. “Sabía desde el inicio que esto era lo que había que hacer. Quería ser esa voz para los millones de personas que sufren de condiciones en las cuales necesitan acceso inmediato al baño”, relató Ally Bain a la Crohn’s & Colitis Foundation, tras ser consultada por esta ley que actualmente se encuentra vigente en decena de estados, entre los que se encuentran, por ejemplo, Washington, Massachusetts o Texas.
Aunque parece una realidad lejana, a fines de abril, Chile avanzó hacia la promulgación de una normativa similar. Se trata de la Ley 21.559 o más conocida como No Puedo Esperar, la cual busca regular el acceso a servicios sanitarios y otorgar atención preferente a las más de 20 mil personas que, de acuerdo a cifras del Ministerio de Salud, padecen de enfermedades inflamatorias intestinales, como colitis ulcerosa o enfermedad de Crohn. Mediante la acreditación del diagnóstico, ya sea por certificado médico, o a través de una credencial emitida por una organización de pacientes; esta Ley pretende asegurar el derecho al respeto de la dignidad humana y la no discriminación a este grupo de personas.
La jefa de gastroenterología de Clínica Santa María, Jocelyn Slimming, sostiene que esta ley será beneficiosa al permitir a los pacientes andar más seguros en la vía pública. “Cuando está más activa la enfermedad, muchos limitan sus actividades diarias al no tener acceso fácil al baño. De hecho, es una de las causas más importantes de exclusión social. Al no estar seguras, las personas dejan trabajos o disminuyen su asistencia al colegio o universidad. Entonces va a ser muy útil”, dice.
Algo similar expresa Carolina Pavez, gastroenteróloga de la Red de Salud Uc Christus: “Muchas veces quienes tienen este tipo de patologías pasan por períodos de crisis, donde se presenta dolor abdominal, diarrea y urgencia defecatoria. En esos casos, los pacientes necesitan un baño público disponible porque no pueden esperar a llegar a casa, así que esta normativa es beneficiosa porque permite mejorar su calidad de vida”.
“No es sano para el organismo inhibir los deseos de ir al baño”
Pero más allá de este grupo en particular, normativas como ésta ponen temas sobre la mesa y entregan ciertas señales, como por ejemplo, que no es sano para el organismo inhibir los deseos de ir al baño, aún cuando estemos en lugares públicos. Una práctica que los especialistas reconocen como común, especialmente cuando las personas no se encuentran cómodas en su casa, ya sea por vergüenza al qué dirán o por temor a que hayan sonidos o aromas desagradables.
“Eso se instala desde el punto de vista cultural por pudor y la gente, especialmente las mujeres, se aguantan las ganas de defecar cuando no están en su baño. Pero esa práctica, si se hace algo repetitivo, va entregando una información errónea al organismo. El esfínter anal, en vez de relajarse al momento de sentir deseos de defecar -que es lo fisiológico-, se empieza a contraer para no ir al baño y aguantarse. Y eso puede ser una causa de constipación en personas adultas”, explica la dra. Jocelyn Slimming.
De hecho, un artículo científico publicado en la revista de Gastroenterología y Hepatología sostiene que el estreñimiento es uno de los trastornos digestivos crónicos más frecuentes en la población, afectando hasta un 25% de las personas, especialmente a las mujeres que sufren de esta condición en una proporción de 3 es a 1 en relación a los varones. Sin embargo, no ir al baño cuando se debe también puede generar otras consecuencias, como dolor abdominal, gases, hinchazón y más grave aún, hemorroides, fisuras anales y prolapso. Además, puede ralentizar el tránsito intestinal, generando que los residuos de los alimentos permanezcan más tiempo del que deberían en el organismo; haciéndose propensos a la fermentación y descomposición.
Entonces, ¿qué hacer? Ir al baño cuando el cuerpo lo pide. Porque, tal como dice el dicho, “es mejor perder un amigo que una tripa”.
Como consejo general, además, las especialistas sugieren sentarse en una buena postura, idealmente colocando un piso para apoyar los pies; y no quedarse ahí por mucho tiempo. “Eso también puede ir en contra de la salud perianal, porque existe un aumento del riesgo de hemorroides u otras complicaciones”, dice Slimming. Además, se recomienda la ingesta de abundantes líquidos, incorporar fibras en la alimentación mediante frutas y verduras, la práctica de actividad física e intentar establecer horarios para ir al baño y acostumbrar así al sistema digestivo.