Terminar una relación y sentirse más libre suena paradójico. ¿Por qué una relación se sentiría como “una cárcel”? A veces son las parejas las que ejercen ese control, pero otras veces, somos nosotras mismas las que nos lo auto imponemos, como una paulatina, pero eficaz, autoexclusión. Y eso tiene que ver con una dependencia desequilibrada, dicen los expertos. Esta es la historia de Consuelo Ochoa (36), que luego de terminar una relación de seis años con el que pensó sería su marido, reflexiona sobre cómo se auto excluyó y perdió a sus amigas en el camino.
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“Cuando terminé mi relación me di cuenta de que toda mi vida se había vuelto en torno a él. Inconscientemente, había empezado a abandonar mis círculos y a centrar mis relaciones interpersonales en los suyos. Me di cuenta de que mi vínculo de pareja empezó a suplir las necesidades afectivas de todos los demás vínculos porque el de pareja era el que más valía. Y como el vínculo de pareja es el más importante, terminas sometiéndote a lo que socialmente es necesario para nutrir ese vínculo. Empezamos a normalizar esta situación. En mi caso, era bajo la idea de que me iba a casar con esta persona, entonces parecía lógico darle prioridad a este sujeto por sobre los demás vínculos. Es muy difícil darse cuenta de esto antes de tener una relación significativa o mientras la tienes porque con suerte (y mucha terapia) te das cuenta después. Y te das cuenta porque ves que estás sola”, cuenta Consuelo.
Frases como “ser la media naranja”, “sin ti me muero” o “lo eres todo para mí” son la imagen tangible de cómo los mandatos del amor romántico se nos colaron en el inconsciente. Mandatos que, según dice Carolina Ulloa, psicóloga clínica especialista en terapia familiar y de parejas, (@terapiafamiliaryparejas), conllevan una dependencia negativa que no deja espacio para la autonomía. “Vemos personas que se auto encarcelan. Es como si se tiraran al abismo de la otra persona no permitiéndose tener una vida aparte de ella. Porque si quiero serlo todo para mi pareja, tengo que demostrarle que lo es todo para mi”, explica la psicóloga.
Buscar el equilibrio
Relacionarse en base a esta dinámica tiene que ver con los patrones de apego y con la dependencia emocional, asegura Ulloa. “No hay que olvidar que un vínculo de apego sí contempla dependencia porque estamos cableados para coregularnos con un otro, buscando contención, amor y cuidados en otras personas especiales para nosotros, como un refugio seguro. Sin embargo, esto comienza a ser dañino cuando el vínculo me inhabilita, cuando siento que no soy capaz de vivir o tomar decisiones sin esta persona. Ahí es donde hablamos de una dependencia negativa o desequilibrada. Y esto se puede trabajar, idealmente en terapia, pero nos puede dar luces el observar nuestra historia vincular”, explica.
En su charla TEDx, el psicólogo Arun Mansukhani decía que, a diferencia de lo que se creía hasta recientemente en la psicología, no es que pasemos de la dependencia absoluta de la infancia a la independencia absoluta en la adultez, sino que cambiamos el tipo de dependencia. “Cuando somos pequeños tenemos lo que llamamos una dependencia vertical en la que hay una persona que cuida y otra que es cuidada. Una persona que provee y otra que recibe. La dependencia no desaparece, lo que vamos cambiando es la capacidad de depender hasta el punto de tener una dependencia horizontal. Donde uno cuida y otro recibe, pero también el que recibe cuida y ambos dan. Esta sería la relación de dependencia ideal entre adultos, la interdependencia”, dice el experto.
La autonomía, explica Mansukhani, es cuando tenemos las herramientas para regularnos de manera individual. Si somos capaces de estar bien solos, es porque tenemos capacidad de autonomía. Si podemos regularnos también con ayuda de los demás, tenemos la capacidad de intimidad. El problema surge cuando la regulación de las emociones tiene un desequilibrio y esa relación que debería ser a la par, termina mutando a una en la que uno necesita más del otro. En este desequilibrio, donde se dan estas conductas de auto encierro, se pueden observar ciertos patrones. “En estas personas suele preponderar una tendencia hacia un apego de tipo inseguro ansioso, donde les gustaría prácticamente fundirse con sus parejas para asegurarse de que no las dejen. Suelen ser personas que pueden sentirse fácilmente amenazadas con perder este vínculo tan preciado por terceros o por actividades individuales, que no quieren que nadie se interponga y les quite prioridad o tiempo con su persona especial, que nadie ponga en riesgo la relación”, dice la especialista en terapia familiar y de parejas.
El proceso de autoliberación
Cuando miras a tu alrededor y ves que todas tus amigas cuando entran en una relación se enfrascan en esta misma dinámica de auto exilio del grupo, parece lo normal y esperable de estar en una relación, cuenta Consuelo Ochoa, quien recuerda lo más tangible de su alejamiento: “abandoné mis círculos desapareciendo, no cuidándolos ni estando presente. Dejé de preguntar, de estar disponible para ellos, incluso en situaciones importantes, como el funeral del papá de una amiga, al que dejé de ir por tener panorama armado con mi pareja, que en ese momento era mi prioridad. Voluntariamente, me había enfrascado en la relación y había enfocado la satisfacción de todas mis necesidades vinculares en mi relación de pareja. Y es que sentía la necesidad de cuidarlo para sentirme amada por él. Algo dicotómico porque cuando dejé de cuidarlo porque estaba pasando por una depresión muy fuerte, se confirmó mi temor: él me dejó de cuidar a mi también. Darse cuenta de que abandonaste a tus amigas después de terminar una relación es súper doloroso porque cuando te recuperas, las que están ahí son ellas junto a los otros vínculos que no son tu pareja. Entiendes finalmente que tu relación amorosa no puede ser el pilar de tu vida. Porque cuando ese vínculo se acaba, te desarmas. Sin quererlo te quedaste sola porque pusiste todos los huevos en una sola canasta”, concluye.
El proceso de autoliberación de la cárcel autoimpuesta puede ser un proceso largo y doloroso, explica la psicóloga Carolina Ulloa. “Lo veo en terapia cuando hay personas que están viviendo un duelo por un quiebre emocional. Con el tiempo adquieren mayor perspectiva y comienzan a ver con mayor claridad la dinámica en la que estaban entrampados. Lo que les resulta más doloroso aún son todas aquellas veces donde se dejaron “pasar a llevar”, no pusieron límites, se postergaron o se alejaron de personas que consideraban importantes, algo que trae muchos sentimientos de rabia y dolor. Cuando estamos dentro de estas dinámicas es muy difícil ver con claridad porque el juicio está muy teñido por la emoción y el amor (malentendido) que siento por mi pareja y por las creencias del amor romántico de que ‘así debía ser’, por eso suele recién verse cuando la relación terminó”, concluye.