Alicia (25) supo que no podía ni quería seguir teniendo esa vida junto a su pololo de siempre –con quien empezó a los 13 años–, cuando se dio cuenta de que estaba estancada, viviendo una rutinaria relación similar a la de “un matrimonio de 70 años″. En ese momento dudó qué hacer. “Me daba miedo terminar con él porque sentía que era como tirar esos diez años que estuvimos juntos a la basura. Era como perder a mi mejor amigo”, dice. Se sentía apagada dentro de una rutina aburrida y poco inspiradora.
Si bien Alicia no definiría su relación como tóxica, al contrario, porque se sentía muy amada, se dio cuenta de que estaba aislándose al priorizar estar con él. “Nunca tenía tiempo para mis amigas o para estar sola porque era muy dependiente de él. Sentía como que estaba perdiendo mi juventud por estar en la relación”, dice. “En lo que estaba más estancada es que todos mis proyectos los tenía en conjunto. Si me iba de la casa de mis papás, era para ir a vivir con él; si viajaba, era con él. Y así en todos los ámbitos, hasta para salir a comer era súper dependiente de él”, agrega.
En el fondo, Alicia sentía que estaba estancada. Algo que no es poco común. En su consulta, la psicóloga clínica Carolina Ulloa, especialista en terapia familiar y de parejas, dice que suele ver a mujeres que llegan después de terminar como si hubieran despertado de un largo sueño. “Comienzan a revisar su vida en retrospectiva, preguntándose ¿por qué acepté todo eso? Se dan cuenta de que se ‘perdieron’ en ese vínculo y que se dejaron estar con ellas mismas en pos de la relación y su pareja”, dice.
“Podemos identificar el estancamiento como la falta de propósito a largo plazo o el desconocimiento sobre qué te llena a nivel personal, algo muy común cuando te has dejado de lado por tu pareja y familia”, explica Ulloa. Si bien el paradigma ha ido cambiando, en relaciones largas, es común reproducir estos patrones. Y es que, hasta no hace tanto tiempo, dice, el mandato tácito para la mujer era el de cuidar, ser complaciente y encontrar la realización personal en la familia, criando y con su pareja.
Para Laura (25) el sentimiento de estar estancada era confuso y contradictorio. Porque, por un lado, su relación era “muy buena”, pero por otro, sentía que se había perdido a sí misma en el camino para sostenerla. “Me di cuenta de que por mucho tiempo me autoimpuse tener una relación perfecta y duradera. Esto lo logré, sí, pero fue a costa de mi salud mental. Darse cuenta después es triste porque logras ver cómo te abandonaste y que al final nada era tan perfecto. Dejé de preocuparme de mí, de mi estado físico y dejé de quererme. Estaba muy empecinada en que funcionara y así dejé de lado lo que yo quería. Dejé de tener sueños y metas”, recuerda.
El costo de mimetizarse con la pareja
Es cierto que, en la medida en que pasa el tiempo, nos mimetizamos con nuestra pareja, asegura Ulloa. “Cuando nos fusionamos con esa otra persona, parte de mí se pierde en el intento de acomodarme a ese ‘somos así’. Cuando eso implica ceder en aspectos que son importantes para mí, nos enfrentamos a un conflicto de identidad más profundo, que puede llevarnos a sentir este estancamiento o vacío interior, de no saber quién soy en realidad y de sentirme perdida en la vida”, explica.
“Me perdí en él”, dice Laura, que se dio cuenta de que había dejado de soñar en individual estando en su relación anterior. “Al final sus gustos, eran mis gustos. Me interesaban sus temas y hacíamos cosas que le gustaban a él, pasando por encima lo que yo quería. Y lo hice solo para que funcionara. Ya casi al final de la relación, empecé a darme espacios para mí y me di cuenta de que la relación me estancó, que yo había dado muchísimo, pero me había perdido en eso para que funcionara. Y ha sido muy fuerte darse cuenta porque eso implicó reencontrarme a mí”, dice.
A Alicia esa relación le costó su independencia, así que apenas tomó la decisión de terminar, se empeñó en aprender a estar sola. Y el proceso, dice, fue transformador. “Cuando terminé, empecé a salir sola. Cuando se oscurecía, al principio me moría de miedo, pero sabía que aprender a cuidarme era algo que tenía que hacer. Empecé a valorar mucho mi tiempo a solas. Me encantó mi propia compañía y me hizo darme cuenta de que en realidad sí puedo hacer cosas sola. Esa sensación fue muy bonita porque además me hizo empoderarme y saber que lo que me propusiera, lo podía concretar”.
El estancamiento ¿es culpa de nuestra pareja?
La buena noticia es que no lo es, explica la terapeuta de parejas. “Aunque mi compañero sea demandante con mis tiempos, es mi responsabilidad estar atenta y establecer límites saludables si eso no me parece. No es saludable perder la individualidad en una relación. Sí, está bien hacer concesiones y llegar a acuerdos para mantener una sana convivencia, pero hay que evaluar el costo, porque si es algo fundamental para mí, como dedicarle tiempo a mi carrera o amigas, no puedo ceder”, asegura.
Y es que las guardianas de nuestro desarrollo, dice la especialista, debemos ser nosotras mismas. “Tenemos una brújula interior que nos indica incomodidad cuando estamos cediendo y acomodándonos a algo que en verdad era importante para nosotras. Eso, hay que escucharlo porque, de lo contrario, lo guardamos y nos vamos llenando de desgano o incluso rencor hacia nuestra pareja. Tengo que atender esa señal y hablarlo para redirigir la vida, ya que, si no, cada vez será más difícil hacerlo y me acostumbraré a ceder y ceder”, explica.
Esto no significa que necesariamente haya que terminar una relación para cuidarme y ser fiel a mí misma, aclara la psicóloga. Aunque, lamentablemente, dice, “hay personas que necesitan un terremoto en sus vidas para darse cuenta de todas las omisiones que estaban cometiendo consigo mismas”.
Darse cuenta de su estancamiento, para Alicia, implicó ese terremoto que produjo un cambio transversal en su vida. “Hace un mes me fui a vivir sola. Después de un año, apareció otra persona que vino a mostrarme otra manera de amar, que es totalmente distinta. Aprendí mi lección y esta nueva relación inicia desde esa base, de que ambos somos personas independientes, que deciden estar juntas, pero que tienen vidas separadas. Esta relación me hace sentir viva”, dice Alicia.
Para poder identificar esta incomodidad frente a aquello en lo que hemos cedido, aconseja la terapeuta de parejas, debemos atrevernos a ser honestas con lo que nos pasa para poder reconocerlo como un problema. “Después de reconocerlo, es importante hablarlo con alguien, eso nos ayudará a entender qué nos está pasando y cómo podemos salir de ese estancamiento, que puede ser cómodo y conocido, por lo que se requiere coraje”, concluye.