En su libro Retrotopía (2017), el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman habla de la caída de las utopías, de la pérdida de fe ante la idea de que alcanzaríamos cierta felicidad y bienestar en un futuro idílico y de la nostalgia por un pasado que no siempre fue mejor. Y es que, según relata, en las sociedades posmodernas existe una constante sensación de añoranza por otros tiempos; aquellos en los que reinaba un sentido de colectividad por sobre el individualismo exacerbado; tiempos en los que incurrimos en procesos de cambios en búsqueda de promesas que luego no se cumplieron; y tiempos en los que nos parece que estábamos mejor, aunque no necesariamente lo hayamos estado. La retrotopía, según plantea, es esa nostalgia por tiempos pasados que sentimos fueron robados o usurpados y que, entre realidad e imaginación, terminan siendo idealizados.

Y es que efectivamente, existe en el ser humano una tendencia por pensar que todo tiempo pasado fue mejor, sustentada en parte, como explica la psicóloga de la Universidad de Chile, Patricia González, en la pérdida de sentido o en la frustración que surge cuando no llega lo que esperábamos. “Pareciera que siempre estamos sopesando cómo habría sido la elección de la otra posibilidad u opción. Como cuando decimos que el pasto del vecino es más verde; es como si siempre estuviéramos pensando –desde la no llegada de una satisfacción esperada– que otros tiempos y otros lugares son mejores que los que tenemos al frente. Bauman habla de la pandemia de la nostalgia; en un mundo globalizado, la nostalgia también es generalizada y global”.

Aun así, como sugiere la especialista, la nostalgia no es una sensación que se pueden permitir sentir todos. Y es que, ¿cuánto de la nostalgia tiene que ver en realidad con tener el tiempo y las facilidades para poder sentirla? “Mirar hacia atrás no lo puede hacer cualquiera, no lo puede hacer alguien que está amarrado a la sobrevivencia y al día a día. Poder añorar otros tiempos es también producto de cierta estabilidad y comodidad, o de tener ciertas cosas resueltas. No podemos habitar en el pasado si estamos pendientes de la lucha diaria actual”.

Pero de base, en la tendencia hacia el querer habitar el pasado, juega un rol fundamental el mundo exitista en el que estamos, en el que rigen ciertos estándares de lo que se supone tenemos que hacer, o lograr, antes de una cierta edad. “La cantidad de expectativas y exigencias sociales nos hacen querer revisar el pasado. También, cuando vemos que en esta carrera de lo que se supone que tenemos que lograr, ciertas cosas que se veían como garantes de felicidad o bienestar ya no lo son -o cuando vemos que las promesas de felicidad no se cumplieron-, aparece la nostalgia”, explica González.

Por lo mismo, como explica la psicóloga y terapeuta familiar Catalina Baeza, esta nostalgia está más presente en las mujeres, porque históricamente hemos sido siempre sobre exigidas. “Estamos tan sobrecargadas con las exigencias que nos ponen a nivel social, y tan preocupadas de tener que cumplir con esas expectativas y esos modelos impuestos, que para poder darle una válvula de escape a lo que sentimos, nos refugiamos en el pasado”, explica. Esto se evidencia cuando revisamos fotos antiguas nuestras en las que nos vemos de una manera totalmente diferente –y mucho más amable– a la manera en la que nos auto percibíamos en el minuto que fue tomada la foto. “Nos cuesta tanto vivir el presente, con el nivel de exigencias a las que estamos sometidas, que lo queremos escapar. Vemos una foto nuestra de hace años atrás y nos encontramos hermosas, cuando probablemente en esa época estábamos preocupadas del rollo que teníamos. Y es porque claro, estábamos tan preocupadas del quehacer que no nos daba el tiempo para mirarnos con afecto y amarnos. Por eso es importante saber que la ‘yo’ de ahora es la suma de todas las ‘yo’ anteriores. Mirar hacia atrás tiene que ver también con el temor que le tenemos a nuestra ‘yo’ del mañana, que va ser más vieja y con más arrugas”.

A su vez, Catalina explica que lo que pasa con el tiempo es que nos vamos olvidando de los dolores que vivimos en tiempos pasados, a no ser que hayan sido traumas o que nos hayan marcado de sobremanera. “Olvidamos los dolores cotidianos de tiempos pasados, y por eso tendemos a pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Lo adornamos a nuestra pinta, y eso nos puede jugar en contra porque nos podemos engañar. Ahí, por ejemplo, podemos volver con ex que nos hicieron daño. De ahí que el poeta Jorge Manrique plantea en su soneto que ‘a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor’; nos da esa impresión, aunque no haya sido realmente así”.