En 2018 tres nutricionistas fundaron el centro Ser Consciente (@serconsciente.nutricion) con un objetivo claro: ayudar a las personas a entender la nutrición desde una mirada más integral y no desde el miedo y la restricción. “Nos dimos cuenta de que el concepto que tenía la mayoría de las personas de dieta o de mejorar la alimentación, estaba relacionado a la restricción, siempre con la prohibición o eliminación de grupos de nutrientes. Sin embargo, la nutrición es un pilar fundamental del ser humano, no podemos prohibir, sino educar para aprender a comer y conocer el cuerpo”, asegura Sofía Arrieta, una de las fundadoras.
En redes sociales abundan testimonios de personas que han logrado mejorar su relación con la comida gracias a pautas alimenticias entregadas por profesionales que comparten esta visión y se alejan de la minuta restrictiva que solía relacionarse con nutricionistas. Pero trabajar con este enfoque no significa caer en la permisividad ni admitir el libre consumo de alimentos peligrosos para ciertos pacientes, sino educar sobre porciones y hábitos. “También nos enfrentamos a no caer en el otro extremo, de decir que está bien comer papas fritas todos los días, y esto nos lleva a la educación, a entender las porciones y los horarios en los que comemos, y cómo es posible complementar nuestra alimentación. De esa manera los pacientes van teniendo más compasión por su cuerpo y no les agarran miedo a las cosas. Hay personas que tienen distintas limitaciones, como es el caso de los diabéticos o quienes tienen alergia al gluten, pero para eso hay distintas guías”, explica Sofía.
Eliminar las ideas de la antigua escuela en los pacientes también ha sido un reto, ya que la mayoría acude a la nutricionista pensando en que debe cumplir la pauta al cien por ciento y que, de lo contrario, el esfuerzo será en vano. Por eso en Ser consciente aplican la regla de “80 y 20″, con la que les comunican a sus pacientes que el plan de alimentación que les entregan está pensado para que se aplique en el 80% de sus días y que existe la posibilidad de que el 20% puedan salirse de la pauta o no cumplirla al pie de la letra.
Sofía puntualiza que esto “se conversa con los pacientes desde el primer día. Quedamos en que sus logros no se basarán en mediciones, sino en otros avances. El nivel de frustración es muy alto, por eso muchas veces los derivamos a consulta psicológica, así ellos van aceptando el cambio de a poco y ven que la consulta es un espacio seguro. Solemos preguntar si quieren saber su peso y cuando nos dicen que sí, aprovechamos de educar, de explicar y dar la contención necesaria”.
Colaboración entre paciente y profesional
“Hay que buscar un equilibrio. Si un paciente tiene ganas de comer todos los días algo dulce, la idea es ir reduciendo de a poco o hacer reemplazos con el tiempo. Cuando nos dicen que no podemos tener algo, más lo queremos. Con la alimentación pasa lo mismo. Se ha creído que tener equis alimento en las casas puede ser dañino en su totalidad, pero cuando se tiene el conocimiento que se aprende de los profesionales, es distinto. Así los pacientes pueden decidir más informados y la ansiedad por ese alimento baja mucho. El chocolate ya no dura cinco minutos en la despensa, sino semanas”, dice de entrada Rocío Bastidas (@lanutri.ro) que atiende en su consulta de forma independiente, de manera presencial y online.
Ella también trabaja bajo el enfoque de una alimentación sin dietas restrictivas, poniendo acento en la parte psiconutricional. “Si un paciente que no está preparado emocionalmente para un déficit calórico se somete a esta dieta, solo va a repercutir en que genere una mala relación con la comida. Para hacer una pauta de alimentación me enfoco en las necesidades biológicas, sociales, alimentarias y económicas de un paciente. A veces no se toman en cuenta varias de esas condiciones y se entregan pautas en las que se indica comer a las 7 de la mañana y a veces es imposible para el paciente. Para alguien que tiene la motivación de perder peso, por ejemplo, le va a funcionar los primeros meses, pero es algo totalmente insostenible en el tiempo”, explica.
Según Rocío, una de las mejores estrategias para que los pacientes ganen confianza en este proceso y dejen de ver el plan de alimentación como un obstáculo es abrir espacio para el error: “El paciente empieza a confiar mucho más en ti porque se libera la barrera de pensar que lo vas a retar, porque esa es la imagen de nutricionista que se tiene a veces, que hay una jerarquía por el conocimiento del tema que el paciente desconoce, pero ya no funciona así. Tú le enseñas al paciente para que así lleguen a un acuerdo en conjunto y pueda participar en su propio tratamiento. Ya no se trata de decir ‘come a tal hora’ y listo”.
La profesional señala que la cultura de la dieta está marcada por lo que sociedad y, muchas veces, la salud dictan, como seguir viendo el aumento de peso como un signo de enfermedad, cuando no necesariamente es así. “Una persona que tenga sobrepeso u obesidad no significa que esté enferma. Se obvian muchos factores antes de hacer estos juicios, como la genética. Cuando hablamos de bajar de peso, la gente cree que con esas dietas de 1.000 o 1.300 calorías logran hacerlo, pero en realidad se pierde masa muscular, colágeno, agua y en último lugar grasa, y a veces ni se pierde”, enfatiza.