Paula 1201. Sábado 4 de junio de 2016.
Antes de Marlen Olivarí, de Javiera Acevedo y de todas las que han mostrado y seducido. Antes de Emily Ratajkowski posteando día a día su impresionante anatomía desde cualquier lugar del mundo para todo el mundo, Paola Camaggi fue, en la década de los 90, la bomba sexy chilena sin competencia alguna, cuando no habían redes sociales y la fama no se ganaba con selfies.
Después de un buen número de comerciales y fotografías publicitarias en donde lucía anónimamente sus envidiables curvas y exóticas facciones, en 1992 ganó el segundo lugar del Miss Chile, organizado entonces por revista Paula, y luego se quedó con la corona de Miss América, una suerte de previa del Miss Universo. De NN pasó a ser "la Paola Camaggi": fantasía con nombre y apellido italiano para el público masculino y el peor enemigo de una generación de mujeres que debió soportar durante años las caras de babosos de padres, hermanos, amigos, pololos y maridos cada vez que "la Camaggi" aparecía en alguna revista o en televisión. Y aparecía mucho: en agosto de 1994 fue portada de la edición Hombres de Paula, desnuda, cubierta solo con una corbata. La imagen subió la temperatura de ese invierno. De modelo y panelista de Extra Jóvenes (CHV) pasó a panelista, conductora y actriz de teleseries de Canal 13, junto al boom de modelos-rostros liderado por Cristián de la Fuente y Angélica Castro. Después la grúa se la llevó a Mega. Eran los tiempos de los contratos largos y suculentos, y Camaggi, que había estudiado Diseño Gráfico, priorizó su trabajo en pantalla. Eso, hasta que con 30 años se separó de su primer marido, el músico Alfredo Alonso, se guardó puertas adentro y se alejó del medio en que había hecho todas sus redes. A la tele volvió un tiempo al programa Intrusos (La Red) en 2014, pero, como dice, a los 48 años, con una segunda separación, una hija de 12 producto de ese matrimonio, y una pareja puertas afuera hace tres, "estoy buscando mi destino, viendo qué hacer laboralmente. No es fácil reinsertarme a esta edad".
¿Te arrepientes de haber abandonado Diseño Gráfico?
Absolutamente. Terminé de estudiar, hice la práctica en una agencia, me metí al Miss Chile y la televisión me atrapó. En ese momento no dimensioné las consecuencias, pero me arrepiento mucho. Aprendí tarde que no se puede apostar todo por el modelaje y la tele. Salí de la casa de mis papás sin jamás haber tenido que pedir trabajo y así fue durante años. Siempre me llamaban. Eso se lo transmito a mi hija. Ella canta, baila y es súper histriónica. Tiene talento. Pero sabe que debe estudiar para ser independiente y tener el control de su vida.
La portada de la edición Hombres de revista Paula de agosto de 1994 fotografiada por Roberto Edwards. "Mi única preocupación era mi papá. Pero llegué a mi casa y él me dijo: 'Te ves linda'. Y ahí quedó el tema".
¿Cómo recuerdas tu etapa de bomba sexy?
¿Bomba sexy? Me da risa escuchar eso. Nunca me vi así.
No te creo.
Nunca tuve una conciencia especial respecto de mi cuerpo o de ser más o menos conocida. Tampoco del impacto que podía generar una foto mía. Aparecía en una revista y el impacto era acotado. Hoy, con las redes sociales, la competencia entre mujeres, el bombardeo de imágenes de cuerpos, las ganas de mostrarse, el mundo es completamente distinto y te lleva a preguntarte qué es lo real y qué no. Agradezco haber sido joven y haber trabajado como modelo en otra época. Me preocupa por mi hija que todo sea tan expuesto. Eso no significa que tenga rollos con el cuerpo: tengo una relación sana con él, me gusta ir al gimnasio y me meto en todas las clases que puedo, porque me hace sentir bien, me ayuda para la columna, para la rodilla. Pero nunca fue un gran tema para mí.
"¿Bomba sexy? Me da risa. Nunca me vi así".
Te imaginaba como vampiresa, bombardeada de invitaciones a salir con galanes.
Nunca nadie me invitó a ninguna parte. O pololeaba largo o, si estaba soltera, me iba del trabajo a la casa. Además, tal vez como rebeldía contra mis papás, me gustaba el hippie o el que no tenía un peso, aunque todos me decían "este que tiene aviones quiere tu teléfono" o "este que te lleva y te trae a no sé adónde te quiere invitar a salir".
Igual, reconoce, cuando a los 30 años volvió a la soltería no faltó la amiga que le dijera "ni te imagines que te voy a invitar a la fiesta", cautelosa del atractivo que ejercía en los hombres.
Estás en tu tercera relación importante. ¿Te es difícil armar pareja?
Creo que siempre es difícil hacer pareja y, si hago un mea culpa, debo decir que, en el fondo, no sé ser pareja. Me casé la primera vez pensando en que bastaba con llevarse bien y compartir un ámbito laboral. Pero eso no basta para saber quién es el otro. Luego, con el papá de mi hija, con quien armé una casa y estuve 8 años, también cometí errores, como volcarme por entero a la maternidad. Me desbordé de amor y locura con mi hija. Me volví loca de aprensión. Obsesiva. Sin querer, dejé abandonada a mi pareja. Recién de vieja me doy cuenta de que la pareja significa amor y muchísimo trabajo. También he aprendido que ser feliz no es más que estar un fin de semana juntos, sin la ansiedad de hacer miles de cosas. He aprendido tarde, de golpe y porrazo.
¿Quieres solo una hija?
Sí, me quedé ya con una. Cuando tuve a la María Gracia, a los 35 años, me dieron ganas de otro, pero ya no fue nomás, aunque me hubiese encantado. Es fuerte el momento en que sabes que ya no vas a tener más hijos. Es un momento doloroso para las mujeres.
En el plano de la arruga, ¿qué te pasa con el paso del tiempo?
Hacerme cualquier cosa en la cara me da terror y no me molestan las arrugas. Al contrario, me miro al espejo y las veo como parte de mí; de lo vivido, lo comido y lo bailado. Claro que a veces extraño el brillo de la piel de antes o me levanto con una cara que me carga, pero nada que me haga pensar en que me voy a operar. Sí, me arreglo siempre. Desde que estaba en el colegio me gusta salir con los ojos pintados o algo de color en la boca. Mi mamá, que tiene 83, siempre ha sido igual.
¿Se te aparece, como fantasma, esa frase "2 de 20 por una de 40"?
Es extraño, porque en casi todos los planos de la vida soy muy insegura, pero no con mi pareja. Con mi experiencia en relaciones te puedo asegurar que no es solo lo físico lo que enamora y cautiva. Y, si al final, un hombre te cambia por una o dos de 20 no va a sentir las mismas cosas que con una mujer que ha tenido una vida. Eso, cuando joven, yo no lo sabía y me llevaba a hacerme un montón de preguntas del tipo "¿por qué está conmigo?". La respuesta hoy es "porque quiere y me quiere. Punto. No hay más".