Priscilla, la película: cuando nosotras contamos las historias
“Es la primera vez que Priscilla es el centro de atención. La atención se centra en ella y no en la Sra. de Elvis Presley”.
Con esa frase Sofia Coppola ha descrito su última película Priscilla, que se estrena hoy en cines, y se basa en el libro de memorias de Priscilla Presley, Elvis y yo, de 1985. En ese texto autobiográfico Priscilla Presley muestra una visión íntima de la tumultuosa relación con Elvis Presley. Y eso es justamente lo que quiso destacar Coppola, que es conocida por poner a las mujeres en el centro y al frente en sus películas –que también incluyen Las vírgenes suicidas y Perdidos en Tokio–, desafiando las narrativas tradicionales que han dominado la industria del cine.
Esta vez, Coppola lleva a la pantalla grande el punto de vista de la esposa del rey de rock and roll apenas un año después del estreno de la película biográfica de Baz Luhrmann sobre Elvis (una extravagante producción con un presupuesto de unos 85 millones de dólares). Y aunque Coppola dice que no realizó su película en reacción al extravagante film Elvis, la proximidad en el tiempo entre ambos estrenos ofrece un contraste interesante. Mientras que Elvis se destaca por su ostentación y un presupuesto considerable, Priscilla demuestra la creatividad de Coppola al producir una película de época con un presupuesto significativamente inferior (menos de 20 millones de dólares).
Un contraste que pone de manifiesto las persistentes brechas de género en la industria cinematográfica. Coppola lo dijo en una entrevista con la BBC: ”Lo que veo es a todos estos hombres recibiendo cientos de millones de dólares y yo luchando por una pequeña fracción de eso (...) Creo que es un rezago de la cultura de esta industria. Es frustrante, pero siempre estoy en la lucha y simplemente me alegro de poder hacer mis películas independientemente y encontrar personas que crean en ellas”.
Sin embargo, y más allá del funcionamiento de la industria, la comparación entre ambos estrenos permite examinar la misma historia contada desde los ojos del hombre (Elvis) y, un año después, desde la mujer (Priscilla). Sofia Coppola ha destacado la importancia de este contrapeso, como una oportunidad para que la audiencia vea la misma narrativa desde dos perspectivas diferentes, particularmente en el contexto de una relación con matices complejos.
“Cuando empecé a trabajar en este proyecto, me hablaban de cómo Baz estaba haciendo la suya: ‘¿Estás segura de que quieres hacer esto si ya hay una película de Elvis?’. Y yo respondía: ‘Aún mejor, es muy interesante que el mundo de la cultura se concentre en él y luego, un año después, vean el mismo tipo de historia, pero desde el punto de vista de ella… que tengan este contrapeso’”, contó Coppola en la entrevista.
Y lo hizo muy bien. En “Priscilla” se muestra, por primera vez y de manera sutil, qué puede pasar cuando la vida de una adolescente de 14 años es robada por un hombre que la controla, especialmente cuando ese hombre es la persona viva más famosa del mundo –una dinámica de poder que desde el punto de vista contemporáneo es inaceptable–; y cómo eso deriva en los momentos de presión y soledad que Priscinlla enfrentó como la esposa de Elvis.
En la película apenas se escucha hablar a Priscilla, no podemos saber lo que pasa por su mente, pero podemos imaginarlo con la ayuda de pistas visuales, como el pequeño cuerpo de Priscilla contra una cama enorme y oscura; o la hiperconcentración en las únicas cosas que puede controlar, como el esmalte de uñas y el delineador de ojos. En esencia, lo que hace Coppola es revelar la fuerza del control de Elvis sobre la vida de Priscilla y como su identidad se ve eclipsada por la fama de su esposo.
La directora ha dicho que su mayor desafío fue capturar la realidad de la experiencia de Priscilla, porque de esa manera se conectaría con aspectos universales de la vida de las mujeres. Y es que, aunque la película se ambienta en un escenario único, refleja los desafíos que enfrentamos las todas las mujeres: desde el primer beso siendo una adolecente, hasta la maternidad, subrayando las presiones impuestas por la sociedad en roles de género. El mejor ejemplo, cuando Elvis se va de gira, a trabajar y divertirse, mientras ella debe quedarse en casa con el bebé. Hoy, cincuenta años después, las cifras de posnatal parental nos muestran que mucho no hemos avanzado.
La película también destaca cómo Priscilla encontró la fortaleza para redefinir su vida, abandonando su matrimonio a principios de los años 70, a pesar de no tener ingresos propios y de la dificultad que eso implicaba en esos años. De hecho, ella ha confesado que en ese momento ni siquiera sabía qué cosas le gustaban porque todo giraba en torno a lo que le agradaba a Elvis y al gusto de Elvis.
En suma –y como ha dicho la crítica– Priscilla es un homenaje a una mujer fuerte y emblemática que por décadas estuvo a la sombra de su marido. Una elección necesaria e importante si consideramos que las estadísticas actuales revelan que estamos lejos de alcanzar la igualdad en la representación, con solo el 33% de las películas presentando a mujeres como protagonistas y un escaso 18% de mujeres trabajando en la dirección de los principales 250 filmes en 2022.
Como explicó la crítica de cine Antonella Estévez en una entrevista en Paula: “La representación es importante, tiene que ver con cómo se construyen los relatos que definen nuestros imaginarios. Nosotros tenemos un imaginario respecto de lo que significa ser una buena mujer; tenemos un relato sobre lo que significa ser un hombre apropiado; tenemos un relato sobre la idea de una familia feliz, sobre un buen trabajo. La pregunta es quién cuenta estos relatos con los que construimos nuestros imaginarios”.
Por eso la historia de Priscilla, contada desde su perspectiva, es un recordatorio vital de por qué la representación es crucial en el cine. ¿Qué puede pasar si una mujer que se siente atrapada en una relación ve esta película? ¿Qué puede pasar en la vida de una mujer que se entera que incluso mujeres conocidas, y que parecieran haber tenido una vida llena de lujos, también han vivido lo mismo que ella? Como dice la misma Coppola, “Priscilla pasa por muchas cosas universales por las que pasan todas las mujeres”, y contar nuestra versión de las historias contribuye a la construcción de imaginarios más inclusivos y empáticos; la representación es una herramienta poderosa para cambiar la forma en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás en la sociedad.
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