"¿Qué es lo grave de ser prostituta? No es ser corrupta, ni genocida, ni fascista. Ser una puta es ser una mujer con libertad sexual que gana dinero con su erotismo. Y eso me parece maravilloso.
Empecé hace 10 años como consumidora de porno en el cable y viendo chicas Playboy. Soñaba con vivir en la casa de Hugh Hefner y pasarme todo el día en pelota en la piscina. Pero pensaba: "no soy rubia, no soy flaca, no encajo en ese prototipo". Después, con internet, conocí a estas camgirls dueñas de su trabajo y me di cuenta de que mujeres hacían carrera de esto. Y eran mujeres de distintos cuerpos y razas, algunas gordas, con estrías, celulitis. No eran bellezas hegemónicas. Sentí una admiración muy grande y me fui sacando los complejos personales con respecto a mi propio cuerpo. Este trabajo me ayudó a aceptarme y a entender que el erotismo y la sensualidad no tiene una relación tan estrecha con la belleza. Lo sexy y lo erótico no es implícitamente bello o perfecto.
En 2011 empecé como "Lexis" en Cam4. Tenía 21 años. Y me encantó. Me lo tomé super en serio como un trabajo; tenía mi horario, trabajaba de domingo a jueves desde las 11 de la noche a las 3 de la mañana o hasta las 5 si estaba bueno. En una noche buena ganaba cerca de 200 lucas. En esa época no éramos más de tres chilenas las que hacíamos esto. Las otras chicas se tapaban el rostro, pero yo dije "si me expongo, lo voy a hacer con bombo y platillos". Lo que invertía tampoco era tanto: pagar internet, comprar lencería y juguetes. Desde ese momento me dediqué, hasta el día de hoy, 100% a esto. Siempre he trabajado en esa plataforma. Me gusta porque hay muchos chilenos. Se da un fenómeno curioso en el mundo del comercio sexual: siempre hay preferencia por lo local.
Para ingresar a Cam4 tienes que hacer una cuenta, verifican tu edad con un documento, y abres una sala de chat en la que transmites en vivo. Hay un chat en el que los usuarios te escriben y una caja de propina donde se van juntando tokens, una moneda virtual. Según lo que vas ganando, muestras y haces distintas cosas en cámara. Dos mil tokens por usar un dildo, por ejemplo. También puedes hacer transmisiones privadas. Los comentarios del chat son de casi puros hombres, en general en buena onda. Obviamente hay trolls que son cabros chicos, pero yo no me lo tomo personal. Con este trabajo una empieza a tener cuero de chancho.
Actualmente, casi ni me conecto a Cam4. En 2017 migré a las redes sociales porque me di cuenta de que era una tendencia, que el mercado había cambiado. La gente ya no está sentada en el notebook, sino que anda en el teléfono, y por eso tuve que adaptar mi trabajo a eso. Tengo Instagram, Twitter, Skype y Facebook. Vendo videollamadas y todos los meses hago tres packs de fotos y videos. La tarifa va desde los 15 mil pesos por una videollamada o un pack, que en promedio puede tener 25 archivos. En general lo hago sola, en mi pieza, de forma muy amateur, con mi celular y mi computador. No uso ni luces ni micrófono. He tenido encuentros físicos con clientes que tengo hace años, pero no es mi fuente de ingresos usual. Prefiero lo virtual. Hay distintos talentos y el mío es la performance y el exhibicionismo. Soy una artista de la selfie.
Hay que formar a la gente para que la sociedad no diga "estas minas son puras tontas a las que no les alcanzó para más". Lo que hacemos es un arte, un oficio. Para esto hay que tener talento. Trabajar en las redes sociales está de moda, pero también es complejo porque hay mucha censura, incluso con una foto insinuante o ciertas palabras que tengan que ver con sexo. A mí ya me han cerrado tres cuentas, pero como la gente ya me conoce no necesito publicidad tan explícita. Igual es un cacho, sobre todo para quienes están empezando, porque muchas trabajadoras sexuales usan internet como su principal plataforma y cuando les cierran las cuentas a veces vuelven a exponerse en la calle o buscar otras formas.
Sé que desde mis privilegios de conciencia pude acceder a tomar esta decisión, y por supuesto que para una persona que viene de la pobreza es muy distinto. La base de poder decidir en libertad es la educación, y por eso la solución es que las mujeres que están interesadas en el trabajo sexual, que tienen inquietudes, se acerquen a quienes estamos haciendo activismo y abriendo espacios para conversar el tema. Yo no estoy aleonando a las mujeres a que salgan a putear, abro un espacio para reflexionar.
Internet da la posibilidad a muchas mujeres de autogestionarse y que no sea necesario recurrir a proxenetas. Por lo general las trabajadoras sexuales no hablan, empiezan solas, no tienen amigas. Pero ahora eso ha cambiado. Tengamos círculos de apañe, de amigas. Hago talleres para poder compartir mi experiencia y que las personas que quieren hacer esto lo hagan informadas. Siempre les digo que si lo van a hacer de forma oculta, mejor no. Vivir con culpa de hacer cosas a escondidas es terrible, y se presta para que criaturas como las de Nido te extorsionen, busquen tus datos y te amenacen con que te van a acusar. Si vamos a dedicarnos a esto, que sea abiertamente, que lo hablen con la pareja, con la familia. Las mujeres que asisten a van desde los 23 a los 33 años, son estudiantes, profesionales, dueñas de casa, trabajadoras sexuales físicas que quieren incursionar en la virtualidad. Estoy en contra de que menores de edad ejerzan cualquier tipo de trabajo sexual porque es muy importante la idea del consentimiento y tomar decisiones a conciencia. Y eso te lo da la madurez. Antes de vender tu sexo como un producto, primero tienes que conocerte.
Una parte del feminismo nos invalida diciendo que nosotras realmente no decidimos hacer este trabajo. Y eso es súper violento. ¿Quieren mandar a las putas a trabajar a las fábricas a ganar dos pesos? ¿A explotar sus piernas y sus brazos para enriquecer al dueño? En esos trabajos no eliges cuánto ganas. Como trabajadora independiente, sí lo hago. También muchos dicen que le estamos haciendo la pega al patriarcado, pero entonces hagamos una crítica al matrimonio, a la familia, al trabajo doméstico no remunerado que hacen las mujeres por amor. Nadie me puede decir que porque soy trabajadora sexual no soy feminista".
Por Pamela Athns aka Occvltriz