Psicóloga y fundadora de Fundación Relaciones Inteligentes, Constanza del Rosario: “Hay que enseñar sobre salud mental desde el comienzo, tal como se le enseña a los niños a lavarse los dientes”

Constanza del rosario paula



No fue hasta que Constanza del Rosario tuvo a su primer hijo, que decidió abrir una fundación destinada a repensar el sistema educativo chileno en pos del desarrollo socioemocional de los estudiantes y docentes. Llevaba más de 15 años trabajando con adultos y adolescentes en temas vinculados a la salud mental, las relaciones afectivas y la sexualidad, y muchos de sus pacientes le habían preguntado por qué no les habían enseñado más al respecto en el colegio. De haber contado con ciertas herramientas durante la formación escolar, reflexiona ahora Constanza, muchos se habrían podido enfrentar a sus malestares posteriores desde otra vereda.

Fue así que en 2019 fundó Relaciones Inteligentes, una organización que realiza charlas y programas de capacitación dirigidos a estudiantes, docentes, trabajadores y público general con el objetivo de potenciar las habilidades socioemocionales y así favorecer los vínculos sanos y positivos. Fue recién en ese momento, tras el nacimiento de su hijo, que se dio cuenta que solo por nacer en este país, estaba destinado a ser infeliz.

Y es que los índices no dan margen para pensar lo contrario; Chile es líder mundial en trastornos psiquiátricos en menores de seis años; líder a nivel Latinoamericano en consumo de drogas y alcohol; es el segundo país del OCDE que más ha aumentado la tasa de suicidio adolescente; uno de cada tres niños sufre de bullying en el colegio y un estudio reciente develó que, de 30 países evaluados, Chile era el segundo país –después de Turquía– cuya salud mental de la población se había visto mayormente afectada por la pandemia. “Hay estudios transculturales que revelan que los niños en Chile tienen una salud mental igualmente dañada que aquellos que han presenciado situaciones bélicas. No puede ser entonces que no se eduque sobre bienestar desde la básica y con un enfoque de esfuerzo en conjunto, que incluya a todos, desde los jardines a las municipalidades y las empresas”, sostiene.

Así también lo hicieron durante la pandemia, cuando decidieron, en conjunto con Ignacio Eissman –parte del observatorio de la fundación y fundador de Moviliza–, realizar un taller de ocho sesiones para las personas en situación de calle o en transición desde la calle a la reinserción laboral, que estuvieran en casas de acogida y residencias. En él abordaron las habilidades de regulación emocional y la comunicación afectiva “Fue importante para ellos saber que tienen el control sobre sus reacciones emocionales, que pueden hacer algo al respecto y que pueden, en algunos casos, manejar las situaciones de otra manera”, explica.

¿Cómo surge la idea de hacer un taller que acoja a ese segmento de la población que ha sido abandonado y marginalizado de la sociedad?

Ignacio Eissman tiene una larga trayectoria en temas de calle y propuso que desarrolláramos un formato para intervenir en aquellos que están en situación de transición y que lo han pasado muy mal durante el encierro porque han tenido que convivir con ellos mismos y porque sus historias están marcadas justamente por una falta de estabilidad socioemocional. Presentamos un proyecto, nos ganamos un fondo del Ministerio del Desarrollo y dimos paso a la experiencia; ocho sesiones virtuales y capacitación al personal de las casas de acogidas, para que el trabajo fuera constante y hubiese una continuidad más allá de la duración del taller. Fue lindo darnos cuenta de lo mucho que les sirvió entender que el ritmo de la respiración afecta, la diferencia entre la simpatía y la empatía, y cómo aplicarlo en sus relaciones diarias por ejemplo. Les pasamos podcasts y videos para que pudieran seguir revisando estos temas y así, de a poco, se fueron dando cuenta de la importancia del hábito. Son personas, al igual que muchos segmentos de la población, que se enfrentan a estigmas y prejuicios todos los días; cuando reingresan al sistema se encuentran con situaciones en las que se sienten constantemente rebajados y eso les va generando crisis emocionales. En muchos casos, la primera reacción sería manejar esas emociones a través del consumo de alcohol, pero teniendo herramientas se opta por otras maneras.

Se habla de reinserción y reingreso al sistema, pero para llegar a estar en situación de calle, ¿habrán estado insertos realmente alguna vez?

Son personas que se enfrentan a un mundo que ya los segregaba, pero hay todo tipo de historias. Personas que optaron por estar alejados del todo, que en ese alejamiento y desconexión se sentían mejor. En ese sentido, es una decisión que tiene que ver con personalidades pero también toda la vulneración a la que estuvieron expuestos, vulneraciones que hacen que alguien abandone el sistema escolar y termine en la calle. Alguien que está puesto en un sistema donde está siendo vulnerado a nivel psicológico o físico, y no tiene recursos ni red de apoyo, está en un nivel tal de estrés, que no puede aprender. Pero si hubiesen tenido la posibilidad de encontrarse con profesores capacitados para eso, cuántos se habrían salvado de eso. Los profesores son un vínculo de apego, pero no hemos entendido aun, a nivel sociedad, la importancia de los docentes. Entregar herramientas para situaciones traumáticas a tiempo.

¿Cómo se percibe a las personas en situación de calle en Chile? ¿Cuáles son los estigmas y las vulneraciones a los que se enfrentan de manera sistemática?

La creencia más generalizada es que están locos. Nosotros mismos fuimos con prejuicios, pensando que nos encontraríamos con muchas más patologías de las que encontramos. Pero están ahí en esa situación porque tienen una historia detrás, marcada por vulneraciones del sistema. Es cuestión de oportunidades.

Y lo mal distribuidas que están en Chile.

Cuando hablamos de salud mental, lo vemos clarito; si alguna de estas personas en su momento hubiese querido buscar apoyo, entre que le den la hora y que puedan pagar y haya una continuidad, no hubiese pasado. Por eso es tan importante ver cómo instauramos la salud mental como una herramienta desde el comienzo, tal como le enseñamos a los niños a lavarse los dientes. No hay que llegar a soluciones parche que remedien la cobertura a un problema, hay que hacer un cambio a nivel de prevención. Porque en salud mental lo principal es la prevención. Cuando vamos enseñando desde niños a identificar las emociones y poder regularlas, ya estamos generando un impacto enorme. Y cuando formamos a los docentes y educadores para que puedan hacer eso, estamos llevando a cabo una política de prevención a nivel país.

¿Pero cómo fomentamos eso?

Tiene que haber una reformulación profunda del paradigma educativo; salud tiene que entender que tiene que trabajar con educación, y no solo cuando hablamos de educación sexual. Hay que hacer ese cruce, porque el actual paradigma de la educación es de la época industrial. Está obsoleto y se instauró para formar obreros. Hoy en día tenemos que formar personas con altas capacidades de adaptación a los cambios.

¿Y el Estado debería cumplir un rol en esto?

El Estado es el que puede intervenir y garantizar políticas de formación de los docentes. Eso es lo más impactante. Si se siguen aplicando pruebas como la PSU, no vamos a cambiar el paradigma, por ejemplo, entonces hay que desarrollar políticas públicas que pongan al centro la importancia de las relaciones y emociones. Seguimos con un modelo muy cognitivo pese a que el ser humano es socioemocional con habilidades cognitivas.

En tus palabras, ¿por qué crees que en Chile los índices de malestar y depresión son tan altos?

Se trata de algo multifactorial; por un lado, a nivel cultural, somos muy internalizantes y reprimimos mucho la expresión emocional, en particular no nos gusta mostrarnos vulnerables y evitamos el conflicto a toda costa. Lo vemos por ejemplo cuando nos llama la atención que los extranjeros sean tan expresivos emocionalmente, nosotros en cambio nos comemos todo y eso tiende a generar más trastornos mentales. Por otro lado tenemos una historia traumática que nunca ha sido del todo abordada, que sigue ahí en nuestro cuerpo e historia. Y por último, somos un país que se rige por un modelo capitalista y neoliberal, en el que predomina una cultura exitista. Que la importancia esté puesta en el éxito va totalmente en contra de nuestro bienestar y desarrollo socioemocional. Por eso, algo como el estallido social es un gran reflejo o analogía de cómo afrontamos los conflictos en Chile. Hay un problema, se niega y se minimiza, y la parte que lo está sufriendo empieza a subir el volumen. Finalmente eso se vuelve un estallido. Eso lo vemos en interacciones también; nos comemos las cosas, partimos tranquilamente planteando y cuando vemos que el otro no nos recepciona o nos minimiza (o no realiza una escucha empática) finalmente nos empezamos a desregular emocionalmente. Es algo que se veía venir y es por eso que las personas que están en política tienen que tener habilidades socioemocionales y tienen que saber escuchar de manera activa y empática.

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