Paula 1117. Sábado 16 de marzo 2013.
Desde hace unos meses que se escucha hablar de la moda barroca y durante este invierno habrá un bombardeo de campañas y ropa con detalles recargados y mucho dorado. Lo llaman el nuevo barroco, pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de él?
Todo comenzó con la primera colección póstuma de Alexander McQueen en 2012, a cargo de quien fuera su mano derecha en los últimos años, la diseñadora inglesa Sarah Burton. Convertida en directora creativa de la firma, lanzó una línea de vestidos repleta de encajes y bordados dorados en terciopelos negros y brocados rojos y blancos, como una clara reminiscencia al que probablemente haya sido el periodo más extravagante de la moda: el barroco.
"Es curioso, pero es frecuente que en tiempos en déficit, como el de la actual economía europea, se ponga aún más de moda de lujo. Los diseñadores venden fantasía a través de una visualidad donde los excesos predominan", dice Claudia Campaña para explicar la fiebre actual por el barroco.
Desde entonces Dolce & Gabbana, Versace y Balmain, entre otras marcas, están desarrollando esa estética con orígenes en el siglo XVII, cuando luego de un arte renacentista que buscaba la serenidad ante todo, se comenzó a valorar la libertad para crear. La exageración de bordados y pedrería incrustada en el vestuario apareció entonces como el camino obvio y la palabra barroco, de origen portugués y utilizada para definir una perla de forma irregular, calzó perfecto con la excentricidad y rareza ornamental del nuevo estilo.
Si en toda época hay un ícono, fue Luis XIV, rey de Francia, el que lo llevó a su máxima expresión. "Se dice que fue el primer hombre en usar zapatos de taco alto. Llevaba mantos forrados en armiño, medias blancas de tafetán y sendos encajes en los puños de sus camisas. Fue el rey de los lazos y los botones", explica Claudia Campaña, profesora de Teoría e Historia del Arte de la UC. La aristocracia quiso emularlo y su esposa María Teresa de Austria también. Así, se puso en boga la policromía, la mixtura de telas y una silueta de gran volumen que, primero, se utilizó para esconder el embarazo de mujeres solteras y luego, para realzar su rol de reproductora. "Como si eso fuera poco, debían usar enormes pelucas y sobre éstas, plumas y cintas. Todo estaba marcado por una estética teatral. Es curioso, pero es frecuente que en tiempos de déficit como el de la actual economía europea, se ponga aún más de moda el lujo. Los diseñadores venden fantasía a través de una visualidad donde los excesos predominan, y el barroco es lo opuesto al minimalismo. O sea, "¡que no se note pobreza!", concluye Campaña.
Una obra emblemática del barroco
El retrato de Luis XIV (1701) de Hyacinthe Rigaud. Pintado cuando el monarca tenía 62 años, denota su exagerada preocupación por el look.