Horas antes de la entrega de los Oscar, Natalie Portman caminó por la alfombra roja con un vestido negro y una capa Dior en la que llevaba bordados los nombres de 8 mujeres que, habiendo dirigido largometrajes durante la temporada, no habían sido nominadas para estos premios. Un acto de solidaridad de género con el que buscaba usar su plataforma para llamar la atención y mostrar cómo las mujeres en la industria cinematográfica siguen siendo invisibilizadas incluso hoy. Curiosamente –o quizás no tanto– la primera crítica luego de su paso por la ceremonia de entrega de premios vino de otra mujer, que la cuestionó duramente por solo haber trabajado con una directora durante su larga carrera como actriz en Hollywood. Efectivamente Portman ha protagonizado exitosas películas casi todas ellas dirigidas por hombres. ¿El no tener un historial intachable como feminista invalida su gesto? Pareciera ser que, el problema de fondo es que ser solidarias con otras mujeres no es algo que estemos acostumbradas a ver. Ya lo dijo el filósofo alemán Arthur Schopenhauer hace más de dos siglos: las mujeres somos naturalmente enemigas de nosotras mismas. Pero, ¿lo somos?
La sororidad es algo nuevo para muchas. No solo la idea, sino que incluso la palabra lo es. Se trata de un neologismo que la Real Academia Española incorporó por primera vez a su diccionario recién a fines del 2018 para dar cuenta de una realidad que existía pero que no tenía nombre. Y es que, hasta hace poco, "la solidaridad entre mujeres especialmente en la lucha por su empoderamiento", como la ha definido la RAE, no tenía cabida en el diccionario, pero tampoco en la mente de muchas mujeres. Fueron casos de violación emblemáticos como el de La Manada en España, de violencia brutal como la que vivió Nábila Riffo en Chile y movimientos sociales como Me Too y Ni Una Menos los que, en los últimos años, han relevado la solidaridad de género a un lugar más importante en nuestra escala de valores. Pasando por sobre toda una cultura de individualismo extremo y competencia en el que muchas crecimos.
La antropóloga mexicana, Marcela Lagarde, fue una de las primeras académicas en hacer uso del concepto sororidad en español. Según lo que ella misma explicó, adoptó la palabra de otros idiomas como el inglés sorority y del francés sororité donde se usaba hacía ya mucho tiempo. Para Lagarde la sororidad es una propuesta política que invita a las mujeres a comenzar a trabajar unidas por un propósito común. Y ella no es la única que entiende la sororidad desde lo colectivo. La socióloga española Marina Subirats ya lo planteó en el 2018 durante la conferencia Sororidad como vía para el empoderamiento colectivo. En su presentación reconoció los enormes avances del movimiento feminista durante los últimos 50 años pero agregó que el siguiente paso no podía darse sin sororidad. "Hasta ahora nos hemos cambiado a nosotras mismas. Las que han sido ingenieras, han logrado competir en ese terreno y ha sido difícil. O para las que son deportistas, no ha sido fácil competir con los deportes masculinos. Ha sido duro, pero ya estamos ahí. Ahora la perspectiva empieza a ser otra. Tenemos que ver cómo cambiamos lo colectivo", comentó durante su intervención la académica. Y la respuesta sobre cómo podemos cambiar lo colectivo está precisamente en la solidaridad con nuestro propio género. "La sororidad nos va a llevar a igualdad en ámbitos distintos. La sororidad nos lleva a la igualdad en lo colectivo. Nos va a permitir cambiar el mundo", agregó.
A pesar de que ser sororas es el nuevo mandato que prima para la mayoría, solidarizar y empatizar no es algo que se nos de con facilidad si consideramos que crecimos en un contexto en el que se nos enseñó a velar cada una por sí misma. En el que lo individual estaba por sobre lo colectivo. "La sororidad es contracultural porque el patriarcado y la sociedad en la que vivimos ha instaurado otros paradigmas como el privilegio, el abuso, la superioridad y la competencia", explica Teresa Valdés, socióloga del Observatorio de Género y Equidad. "En este sentido, la sororidad no es una realidad consolidada sino más bien una propuesta y una convicción de que somos más y mejores cuando actuamos desde la solidaridad de género y la colaboración".
Cláusula de no competencia
Muchas veces, quienes quieren argumentar en contra del movimiento feminista y de la solidaridad entre mujeres sostienen que es imposible que a uno le puedan caer bien todas las personas de su género. O qué pasa si una mujer actúa mal, ¿se debe ser solidaria con ella también?
El ser sorora no es un chipe libre que signifique que cada una puede hacer lo que quiera y todas tenemos que estar de acuerdo o agradarnos entre nosotras. Teresa Valdés explica que, al igual que la declaración universal de los DDHH, la sororidad es un principio. Una máxima a la que podemos aspirar. "Es un proceso, es una apuesta, una propuesta. Que no se cumpla a la perfección no quiere decir que pierda vigencia, por el contrario, sigue estando en el horizonte como un faro orientador", aclara.
Tampoco es una prohibición de competir. Porque la sororidad apunta al reconocimiento de la otra como una igual y la competencia apunta a mostrar la superioridad en algo específico es que ambos conceptos no son incompatibles. "Puedo ser mejor en matemáticas o en ciencia o en salto largo, pero como personas somos igualmente valiosas", explica Valdés. La socióloga aclara que es fundamental reconocer cuando otra mujer tiene más capacidades que tú en un área específica. "Debemos reconocer el mérito y combatir el chaqueteo, el tirar para abajo o atribuirle el éxito a otras cosas como que está casada con alguien, o que le soplaron la respuesta", comenta. Porque finalmente tener más habilidades para algo particular no te hace mejor persona ni más valiosa. "Tener esas habilidades, es un gran aporte y te necesitamos en la comunidad", agrega la especialista.
Es este contexto de menos competencia y más colaboración es que Valdés destaca los gestos de artistas como Mon Laferete y Francisca Valenzuela sobre el escenario del Festival de Viña. "Son claramente gestos sororos. Vamos a invitar y convocar a todas las mujeres porque no todas hemos tenido las mismas oportunidades pero valen tanto como yo", comenta. "Esta es una práctica de la sororidad que necesitamos que se replique en los distintos campos, que sean sumatorios, que reconozcan las capacidades de las demás y los aportes de las demás. Todos estos gestos son como faros, son como luces que nos van diciendo 'para allá', 'esto vale', 'esto aporta', y todos suman".
Ser más sororas
Carolina Carrera psicóloga de Corporación Humanas explica que para muchas de nosotras la sororidad no es algo que se de naturalmente. "Fuimos educadas en una sociedad patriarcal y no somos necesariamente por esencia solidarias", aclara la especialista. Pero existen recursos a los que podemos echar mano para fomentar la empatía. "No somos idénticas, pero si hay una noción de situaciones de discriminación y desigualdad, eso nos une en una lucha para poder cambiar las relaciones de poder. Y eso pasa por crear una conciencia de que esa realidad efectivamente existe".
Para algunas puede parece que la sororidad es un ideal imposible. Que las relaciones entre mujeres son demasiado complicadas o que somos demasiado diferentes como para poder empatizar de esta forma unas con otras. Sin embargo, las especialistas insisten en que no solo es posible, es necesario. "La sororidad apela a una condición de género compartida y en ese sentido es muy valiosa porque nos llama a nunca olvidar que tenemos hermanas y que, por lo tanto, nuestra relación tiene que ser horizontal y de empatía. Que tenemos que asumir la realidad de la otra como la realidad propia", explica Valdés.
Pero para llegar a esos puntos de encuentro debemos buscar. Carolina Carrera plantea que si bien somos infinitamente diversas existe una realidad que nos une y es lo que permite que exista sororidad entre mujeres. "A pesar de esta tremenda diversidad que tenemos, en el sistema social y político existe una desvalorización del ser mujer y eso lo compartimos todas", explica. "Existen miles de ejemplos: desde la brecha salarial, las jubilaciones mucho más precarias para las mujeres, las dificultades de acceso a la educación superior. Como dice la filósofa feminista española Amelia Valcárcel, no somos idénticas, pero en todos estos aspectos sí somos iguales".
Efectivamente puede que no nos nazca ser sororas pero inevitablemente llega un momento en que tomamos conciencia de que existe una discriminación estructural. Carrera plantea que muchas veces le ha tocado escuchar a mujeres decir 'eso a mí no me pasa' cuando se habla de discriminación, pero en realidad es que no les ha pasado todavía. "Porque luego entran a trabajar y les toca cotizar en una isapre y se dan cuenta que su plan es muchísimo más caro y que el sistema es profundamente discriminador de las mujeres", agrega. Y si no te ha tocado vivirla no significa que no puedas empatizar con quienes la sufren a diario. Ese es precisamente el llamado de la sororidad, a sentir por todas. "La sororidad es más que solidaridad en el sentido común. Es más fuerte. Establece un lazo más estrecho porque somos todas hermanas y la idea de sororidad apela a que lo que te pasa a ti me pasa a mi también", explica Teresa Valdés. "Es un vínculo afectivo, es de género y es equivalente al parentesco. Somos todas hermanas".
Científicas sororas
"Creo que las mujeres somos naturalmente solidarias. En el mundo científico he experimentado más instancias de solidaridad que de competencia porque por lo general las mujeres nos vemos en situaciones de desventaja y eso nos mueve a generar redes de colaboración. Pero eso no implica que la sororidad invisibilice cualquier aspecto negativo de la otra. Y en la ciencia sabemos que no se trata de ser sorora a costa de lo que sea, porque no podemos pasar por encima de la ética, por ejemplo".
Vania Figueroa, doctora en ciencias y académica miembro de la Red de Investigadoras.
Sororidad contra la violencia
"La sororidad es un motor fundamental para quienes trabajamos por erradicar la violencia hacia las mujeres. Comprender que la violencia es estructural y sistemática permite entender que estamos todas en esta situación y que las manifestaciones pueden ser diferentes según nuestra situación de vida pero que todas estamos en lo mismo. Por eso no creo que nos falte solidaridad entre mujeres, pero culturalmente eso es lo que se quiere mostrar. Esta idea de la madrastra, de que estamos constantemente peleando o hablando mal de otras es lo que nos quieren hacer creer. Si pensamos en la realidad, en las etapas duras de la vida, quienes nos ayudan a salir de eso son otras mujeres. La que te agarra de la mano en momentos difíciles suele ser otra mujer. Eso no se muestra, pero todas sabemos con quienes contamos realmente: nuestras amigas, mamás, compañeras".
Lorena Astudillo abogado y presidenta de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres.
Sororidad en los negocios
"En el mundo de los negocios la sororidad es algo básico para poder conectarnos y para generar redes. Compartir experiencias y hablar de cómo logramos las cosas, de nuestros errores y aprendizajes hace que podamos avanzar mucho más rápido y equivocarnos menos y nos hace más eficientes. En mi experiencia he visto cada vez más sororidad sobre todo en las generaciones más jóvenes. Cada vez estamos más dispuestas a ayudarnos y a estar ahí para las demás incluso cuando no nos compete directamente".
Carolina Abbott, gerente general de Mujeres Empresarias