Cuando Paula, el personaje interpretado por Ingrid Bergman en la película Gaslight, estrenada en 1944, enfrenta a su marido por coquetear con otra mujer en su casa de Londres, la respuesta de Gregory no es negar la acusación ni confirmar la sospecha, sino retrucar con una pregunta: “¿Estás imaginando cosas de nuevo Paula?”. Cuando en otra escena uno de los cuadros que cuelga en el living de la mansión de los recién casados desaparece, Gregory inquisitivamente insiste en preguntarle a su mujer dónde está la pintura y por qué la sacó de su lugar, a pesar de que ella afirma que no la ha tocado. Así, poco a poco, a lo largo de la película, el marido de Paula, a través de sus respuestas y acciones –entre ellas bajar el gas de las lámparas de la casa para que solo iluminen de forma tenue y hacerle creer a Paula que lo está imaginando– terminan por convencer a la mujer de que ha perdido la noción de la realidad.

De ahí viene el termino gaslighting y se trata de un concepto que se aplica en psicología para describir situaciones de abuso entre parejas, pero no exclusivamente en ese contexto. La periodista y escritora neoyorquina Ariel Leve, habló en su presentación TED sobre los efectos que tuvo en ella crecer con una madre que de forma reiterada reescribía la realidad y sus recuerdos. “Una de las cosas más horribles del gaslighting es la negación de la realidad”, explica en su testimonio. “Sentir que están negando lo que has visto con tus propios ojos y sabes que es cierto, que te nieguen una experiencia que has tenido y que sabes que fue real, que mi mamá anulara esos recuerdos del abuso para mí fue peor que el abuso en sí mismo”. La escritora comenta que la frustración que puede llegar a sentir una víctima en una situación de gaslighting es tal, que puede volverte loco. Como le ocurrió a la protagonista del thriller de ficción que dio nombre al fenómeno y cuya trama resultó no alejarse tanto de lo que viven muchas mujeres víctimas de abuso día a día.

Constanza del Rosario es psicóloga especialista en relaciones de pareja y género. La terapeuta explica que, si bien el gaslighting se puede dar en varios contextos, es muy común ver este tipo de abuso en relaciones de violencia hacia las mujeres. “El patriarcado ha forjado una división de género en la que ha situado la razón en los hombres y los sentimientos o la irracionalidad en las mujeres y esa educación de género se nos ha inculcado desde pequeños”, comenta. “Es una manera fácil y cultural de agredir a una mujer, ya que se le ha hecho creer que, al ser ‘tan emocional’, exagera o pierde la noción de la realidad y eso la convierte en una loca, mientras que los hombres son los racionales y ven con más claridad lo que está bien o mal”. La especialista explica que tratar a una mujer de loca es algo que la cultura viene inculcando para remover el poder de la persona y facilitar que el abusador esté en una posición de superioridad.

Así lo confirma un estudio realizado por la socióloga de la Universidad de Illinois e investigadora de Harvard, Paige L. Sweet, en 2019, que define el concepto como un tipo de abuso psicológico que tiene por objeto hacer creer a la víctima que ha perdido el juicio creando un ambiente interpersonal surreal. Sin embargo, a pesar de que se trata de un concepto propio de la psicología, la académica propone que no es un fenómeno acotado a la experiencia individual de algunas mujeres sino que, por el contrario, tiene sus raíces en fenómenos sociológicos como la inequidad de género y que se ve plasmada de forma categórica en la forma en que muchas parejas se relacionan. “El gaslighting se vuelve relevante cuando los perpetradores utilizan estereotipos basados en el género y las inequidades estructurales e institucionales en contra de sus víctimas para manipular la realidad”, explica en su texto. Además, el estudio agrega que uno de los pilares fundamentales del gaslighting en las relaciones abusivas es la asociación que se hace entre lo femenino y la irracionalidad. “Asociar al otro con irracionalidad en una relación es una estrategia basada en género que refuerza las dinámicas de poder”. El estudio demostró que el capital cultural y económico de los hombres, combinado con su credibilidad racional, generan condiciones perfectas para que se genere el gaslighting.

Y son precisamente frases que asocian a las mujeres con exageración y descontrol las que, por una parte, reescriben la historia, pero por otra van poco a poco anulando a una víctima que cada vez se siente más disminuida. Constanza del Rosario explica que expresiones como “por todo armas un problema”; “estás loca”; “estás exagerando”; “te imaginas cosas”; “eres tan dramática”; “no te acuerdas bien”; “solo fue una broma”; “siempre mal interpretas las cosas”; “es tu culpa” o “de qué me estás hablando”, son algunas frases violentas, pero muy normalizadas, que los abusadores utilizan dentro o fuera de un contexto de pareja.

La terapeuta explica que uno de los principales peligros que reviste este tipo de dinámicas es la confusión, la culpa y la inseguridad que genera en las víctimas. “Muchas terminan creyendo que quizás ellos tienen la razón y son ellas las que exageran y perciben mal las cosas”, comenta. Y esa falta de confianza en la percepción propia hace que el pedir ayuda y salir del abuso o la relación tóxica sea todavía más difícil. “Dificulta que la víctima que aumente su independencia emocional. Lo que ocurre es que se adaptan cada vez más a los malos tratos a través de una indefensión aprendida porque su autoestima decae día a día”.