El tema de las mentiras infantiles es una preocupación muy común en las familias, principalmente porque cuando vemos que una hija o hijo miente recurrentemente, pensamos que algo hemos hecho mal en su crianza. Pero según la psicóloga y creadora de @educandoenamor, Leydy Gómez, en esta etapa las mentiras son un indicador de que sus procesos congnitivos se están desarrollando satisfactoriamente. “Las niñas y niños constantemente están alternando entre las fantasías de su pensamiento mágico y la realidad de su entorno, y muchas veces usan las mentiras para corroborar y tener certezas sobre esta realidad”, explica. “Decir mentiras en la infancia nos indica que la dimensión cognitiva se está desarrollando satisfactoriamente, lo que significa que de alguna manera es esperable que a partir de los 3 años las niñas y niños digan mentiras”, agrega.

Esto ocurre porque a esa edad mentir no tiene las implicancias morales que tiene la mentira para los adultos. Leydy explica que en la infancia la mentira tiene un objetivo más funcional, es decir, lograr modificar un comportamiento, reacción o situación del entorno, y no para causar daño o herir a otras personas. Pero que esto sea algo esperable dentro de su proceso de desarrollo, no significa que no podamos corregirlos o acompañarlos. En ese proceso lo más relevante, según la experta, es que no los juzguemos. “Es importante que no perdamos de vista que en esa etapa la mentira no es vista por las niñas y niños de la misma manera que los adultos y entonces no debemos juzgarlos sino que validar si tienen una necesidad o una solicitud no satisfecha en ese momento, y de ser así, darle la opción de expresarla de manera diferente”, dice Leydy.

También recomienda leerles cuentos donde la moraleja o aprendizaje realce el ser honestos, en lugar de aquellos que hablan de las consecuencias de las mentiras. “La idea es no centrarse en los castigos, ni menos llamarlos mentirosos, eso los confunde. Es mejor que en estas conversaciones hagamos todos la promesa de decirnos la verdad siempre, porque nos parece correcta la honestidad, y por tanto desde ahí, es muy importante que nosotros tampoco les mintamos porque las niñas y niños aprenden por modelamiento”, aclara la experta. Este último punto es relevante porque la mentira forma parte de nuestro día a día ya seamos niñas, niños, adolescentes o adultos. Desde que son pequeños muchas veces les enseñamos a mentir cuando no queremos ir a un compromiso y ponemos como excusa que el niño o niña se siente mal; o cuando les instamos a que mientan, por ejemplo, cuando les regalan algo que no les gusta y les decimos que sonrían igual y que digan que si les gustó.

Es necesario, como en todas las relaciones humanas, mantener una buena comunicación. Crear un clima de seguridad y confianza. Fomentar un ambiente en el que preguntamos y respetamos si no nos quieren contar, en el que nos acercamos a ellas y ellos con cualquier pretensión para tener temas de conversación y en el que nosotros tenemos que ser los primeros en contarles nuestro día, cómo nos sentimos y qué hemos hecho. Estos espacios de confianza promueven que niñas y niños digan la verdad. “Puede ocurrir que mientan porque piensan que el adulto no va a ser capaz de ser comprensivo con la verdad. Hay que mostrarles que podemos llegar a entender todo lo que nos cuenten aunque no estemos de acuerdo con ellas y ellos”, concluye.