Hace algunas semanas que el término “resolver” ha estado circulando por las redes sociales. Viralizado como un meme del que todas nos reímos porque daba cuenta de la falta de proactividad de algunos hombres, este concepto dejó en evidencia una realidad: muchos hombres efectivamente no resuelven.
Los hombres que no resuelven son aquellos que, sin iniciativa, esperan que alguna de las mujeres de su vida les diga qué tiene que hacer, cómo y cuándo debe hacerlo, con una actitud de “estar ayudando” por no considerar el asunto como responsabilidad propia. ¿Hay que organizar las vacaciones de los niños? ¿Hay que gestionar las compras de navidad? ¿Hay que decidir qué vamos a almorzar? De eso, ellos no saben.
Tener que exigirle a los hombres de nuestras vidas que se hagan cargo de sus propias responsabilidades, no es nada nuevo. Y es que es síntoma del desequilibrio histórico que existe entre hombres y mujeres respecto a la carga emocional, física y mental que significa sostener el mundo privado de una familia o una relación de pareja, dicen las especialistas. Porque son ellos los que –muchas veces– no piensan la organización del cumpleaños de sus hijos, la compra de la mercadería mensual o la gestión de una salida a comer como una tarea propia de su rol de hombre. Son ellos también los que esperan que sus madres, novias o esposas lo resuelvan. Pero, ¿qué hay detrás de estos hombres que no resuelven?
Para Mariana Gaba, psicóloga y directora del Departamento de Género de la Universidad Diego Portales (UDP) éste es un viejo problema que tiene que ver con la división sexual del trabajo, “que ha propiciado que haya una persona que ha volcado su cabeza, sus afectos, su tiempo y su energía en el mundo público de la producción y el reconocimiento y ha puesto en un lugar muy, peor muy lejano todo lo que tiene que ver con la producción y reproducción de la vida cotidiana, de las condiciones de vida, el hogar, la casa, los afectos, los cuidados y las tareas domésticas, todo lo considerado ‘menor’”, dice. Y es que todas estas tareas “menores”, que en realidad son las que sostienen su vida privada, no son consideradas como una responsabilidad propia porque así se nos ha socializado, dice la especialista.
Como evidencia de aquello, vemos que en América Latina y el Caribe las mujeres realizan tres veces más doméstico y de cuidado que los hombres. Algo que para la socióloga y autora feminista, María Francisca Valenzuela (@franciscalafeminista), tiene que ver con que aún vivimos bajo una lógica machista. “Cuando se vive en pareja, es natural tener que resolver cuestiones relacionadas a lo doméstico. Desafortunadamente, vivimos en un mundo que dentro de su machismo hace que las mujeres tengamos una sobrecarga de todo lo que significan estas responsabilidades. Vivimos en una región donde aún es evidente el machismo con el que se reproduce la idea de que lo doméstico, las emociones y los cuidados son cosa de mujeres”, asegura.
Desde pequeños, siendo niños y niñas, se nos enseña que hay determinadas temáticas que nos tienen que generar interés, preocupación o un sentimiento de responsabilidad, agrega la académica Mariana Gaba. “En ese sentido, el desgaste es altísimo por la carga mental y afectiva que significa hacerse cargo, algo que históricamente las mujeres llevamos encima. Desarrollamos más herramientas para poder abordar esto, como la preocupación y sensibilidad, y después se espera de nosotras que resolvamos”, asegura Gaba.
En cambio, explica, de ellos se espera poco: “se esperan dosis espontáneas de responsabilidad. Desde algo que se me ocurrió hacer o un “espera que te ayudo”, vemos que está instalada la idea de que hay algo que no es propio de su dominio, más bien es nuestro, y que entonces cuando aparecen, reciben en algunas ocasiones grandes reconocimientos, aunque estén haciendo lo mismo que venimos haciendo nosotras hace mucho tiempo”.
No resolver, ¿es una decisión?
“Al pensar en el tipo de hombre que, desde la comodidad, no aporta gestionando ni solucionando nada, se me viene a la mente la imagen de esas madres que lo resolvieron todo por sus hijos. Tanto así, que los convirtieron en unos adultos inútiles. Pero eso le atribuye la culpa a la madre, que nada tuvo que ver con la decisión de ese ahora hombre que decidió mantener sus ‘dedos crespos’”, dice la socióloga.
“Yo creo que es un error culpar 100% a las madres por el comportamiento de sus hijos. Y es que la verdad es que todas las personas nos hemos criado en una sociedad patriarcal machista, pero la diferencia está en lo que nosotros decidimos. Un hombre, a pesar de haber recibido una crianza machista, está súper consciente de que, por ejemplo, no ha lavado un plato en uno o dos meses, a pesar de ensuciarlos. Es algo que pasa por la decisión que están tomando. No hacerse cargo ni resolver también es una decisión”, agrega Valenzuela.
¿Cuál es el peso de no resolver en nuestras relaciones de pareja?
Aunque somos conscientes de que no tendremos una relación matemáticamente equilibrada, muchas veces tenemos la esperanza de que haya compañerismo, reciprocidad y semejanza en nuestro vínculo amoroso. Cuando nos damos cuenta de que somos las únicas resolviendo, esa ilusión se cae, asegura Gaba.
“Estas dinámicas cuando se sostienen en el tiempo propician a que en algunos casos las mujeres abandonen la esperanza de compañerismo que tenían y tengan que de pronto establecer expectativas de relacionamiento más realistas. Sienten la soledad de ser las únicas que hacen algo por la relación. Desde el lado de la masculinidad, creo que debe ser muy cansador, sobre todo el último tiempo donde cada vez más mujeres nos damos cuenta de esta inequidad y pedimos, exigimos o reclamamos eso que falta. Es, entonces, agotador para ambas partes e indiscutiblemente es algo que pone en jaque en términos de mediano y largo plazo la vialidad del vínculo”, concluye la psicóloga y directora del Departamento de Género de la UDP.