"Hace ocho semanas que no puedo darle un beso a mi pareja. Algo que, honestamente, durante los últimos tres años hice de manera automática. Estaba tan acostumbrada que me olvidé de disfrutarlo y hasta terminé pensando que no eran importantes en una relación. Creo que hace más de un año que no doy uno largo, de esos como cuando se está recién saliendo con alguien. Y ahora que tuvimos que separarnos por el aislamiento –él viajó fuera de Santiago a acompañar a su abuelo– me di cuenta de cuánto los necesito y lo reconfortantes que son". Florencia Merino (26).

"Siempre he sido bien patiperra. Me gusta juntarme con mis comadres a tomar té y caminar. Pero ahora todo eso se pausó y llevo más de cincuenta días aislada. La verdad es que antes del coronavirus pensaba que vivía súper limitada por mi edad y ahora me doy cuenta de lo libre que era, si me movía igual que una jovencita. Esto me hizo valorar mucho la energía que tengo y las ganas de seguir celebrando. Porque a esta vieja le queda para rato y ese bicho no le va a arruinar la fiesta de vivir". María Carrasco (84).

"Contrario a la mayoría de la gente, las primera semanas de cuarentena las sentí como un regalo caído del cielo. Es que siempre he sido un poco solitaria, buena para estar en la casa y entretenerme sola. Por eso, mientras todos hacían reuniones virtuales y buscaban formas creativas de conectarse con el resto, yo era secretamente feliz entre mis cuatro murallas y con todo el tiempo a mi favor para ver películas, leer o dibujar. Pasaron las semanas y de a poco empecé a ser yo quien sugería las juntas. Porque si hay algo que he aprendido con la cuarentena es que necesito ver y tocar a mis amigas y mi familia. Y que la vida no es feliz sin ellos a mi lado". Catalina Dulanto (28).

"La última vez que vi a mi familia fue el 14 de marzo y dos días después, ya encerrados, supimos que mi abuelo tenía cáncer. Fue un golpe súper fuerte y que implicó varios temores: su enfermedad, que se tuviese que operar en medio de la amenaza de la pandemia y, además, la soledad con la que él y mi abuela lo iban a enfrentar. Afortunadamente mi abuelo se encuentra estable y hemos aprendido a mantenernos conectados de una manera diferente. Sin embargo, esta experiencia me hizo darme cuenta de lo que frágil que es la vida y de lo importante que son esos momentos cotidianos con quienes queremos. Yo quiero aprovechar al máximo a mis abuelos, abrazarlos cada vez que pueda y disfrutar mucho más las instancias a su lado". Camila Sanhueza (24).

"Nunca pensé que iba a tener a mi primera hija sin la compañía de mi familia. Estuvimos nueve meses imaginando y planeando cómo iba a ser la llegada de Elena y cada plan incluía a mi mamá y hermana a mi lado. Lamentablemente nada de eso se pudo concretar. Yo soy súper apegada a ellas, sobre todo a mi hermana mayor. Nosotras éramos tres mujeres pero la de al medio murió y la Fran tuvo que hacerse cargo de mí, mientras mis papás lidiaban con su pena. Eso hizo que nos uniéramos un montón y que fuésemos súper cómplices. Ahora necesito su contención, sus consejos y sabiduría. Siempre he sido consciente de lo afortunada que soy por tenerla, pero el estar separadas en un momento tan importante me hizo valorar aún más nuestra hermandad". Valentina Prussing (31).

"Vivo con mis dos hijas de 27 y 28 años. Ambas en una etapa de su vida llena de vida social por lo que no las veo mucho, pero me tranquiliza saber que están ahí. Que lleguen de sus trabajos, se instalen en sus piezas y ven sus series. No somos de tener muchas instancias juntas, sin embargo, las tres nos necesitamos cerca para estar bien, pese a que eso implique varias discusiones, sobre todo por el sonido que hago con mis pantuflas por las mañanas. Ahora estamos pasando la cuarentena separadas porque tengo que cuidar a mi mamá y echo mucho de menos esa rutina. Sentir sus pasos y escuchar sus conversaciones. La verdad es que mientras lo tuve nunca lo valoré tanto y tendía a sentirme un poco sola, pero esto me sirvió para darme cuenta de lo rica y agradable que es esa compañía, una no tan intensa, pero incondicional". Victoria Mujica (56).

"Soy, o más bien era, una persona profundamente odiosa de la rutina. Y es que antes de encerrarme sentía que mi vida era todo lo que pasaba fuera de ese horario tan rígido. A mí me gusta mucho lo que hago y soy bastante comprometida con mi trabajo, pero me carga ser esclava del horario laboral. Apenas daban las 7 de la tarde yo sentía que recién ahí podía empezar a disfrutar. Pero ahora ya no tengo esa libertad y eso me ha hecho llegar a niveles de ansiedad y angustia enormes. La verdad es que intenté de todo para calmarme, cayendo en las llamadas grupales por Zoom, tomando clases gratuitas por Instagram Live, aprendiendo recetas, entre otras cosas. Sin embargo, llenarme de actividades nuevas no funcionó y eso me hizo apreciar la rutina. ¡Qué bien se siente tener algo seguro y estable! Ahora estoy ordenando mis días, tratando de repetir mis pequeños rituales. Si antes sentía que mi vida era todo lo que pasaba afuera de ese horario, actualmente agradezco que me brinde esa tranquilidad para apreciar todo lo que tengo. Mientras todo lo demás es incierto, yo solo pienso: qué ganas de volver a mi rutina laboral". Constanza Cabezas (31).

"Echo de menos algo tan simple como tocar el pasto o un árbol. Jamás dimensioné lo valioso que es y ahora una parte de mi cuerpo me pide hacerlo. Tengo ganas de salir sin zapatos, caminar y que mis pies puedan sentirlo todo. No sé si antes fui consciente de lo bien que me hace, pero mis recuerdos más apreciados son el algún lugar en el que la naturaleza ha estado presente. Conversaciones con mis amigas tiradas sobre algún jardín, bañándome en el mar o haciendo de esos picnic que tanto me gustan. Creo que tener que apartarme y verla desde otra perspectiva, hizo que apreciara mucho más sus ritmos. Quiero salir de este bloque de cemento y volver a esas tardes en el pasto". Macarena González (30).

"Antes del encierro no creía ser de ese tipo de persona que valora excesivamente la tecnología. Para mí era algo que tenía que usar porque el resto también lo hacía. Sin embargo, esta cuarentena me he dado de que ha sido un apoyo fundamental. Desde el año pasado que estoy estudiando en España y acá todo se ha vivido de una manera bastante trágica, algo que obviamente despierta aún más angustia. Suena superficial, pero encontré en la tecnología una calma. Gracias a internet he podido conectarme con mi familia y amigos, mantenerme distraída, ordenar comida y hasta comprar los materiales que necesito para poder trabajar en los proyectos de la universidad. Así que todos mis respetos a su creador. Sin este invento me sentiría aún más lejos de los que quiero y estaría sin esa compañía que tanto consuela en tiempo de pandemia". Trinidad Mosso (27).

"Más que nunca en estos días valoro la espontaneidad. A pesar de que soy una persona que disfruta de la soledad, extraño esas conversaciones interrumpidas, las risas de comidas familiares y el simplemente estar con alguien. Y es que nada de eso es igual bajo la estructura de una reunión a través de una pantalla, donde cada uno tiene que hablar por turnos y se pierde esa naturalidad. Anhelo esos momentos de risas incontrolables, mirar a los ojos, conectar de verdad". Daniela Pérez (36).