Queen-B
Columna de María Paz Rodríguez (@soylaro), autora de la novela Mala Madre y El gran hotel. Aquí, anotaciones sobre su vida adulta.
Mucho ruido ha hecho el nuevo disco de Beyoncé, Lemonade. Tanto, que apenas se estrenó, lo vi cuatro veces en repeat, hasta casi aprenderme todas las canciones. El disco se me metió debajo de la piel; me mantuvo en un estado raro, hiperconectado, hipersensible.
También encontré trailers, fotos, making of, entrevistas, mejores escenas, en fin, una sarta de miniaturas visuales que me hicieron pensar que este disco es una suerte de Game of Thrones de los videos musicales.
Lemonade hace un recorrido por los distintos estados que Beyoncé transita (intuición, negación, rabia, apatía, vacío, reformación, perdón, resurrección, libertad y más) tras enterarse de las infidelidades de su marido Jay-Z. Sin pudor, la cantante compuso distintas canciones/videos representado una emoción. Así, Lemonade recorre el proceso que vivió la artista para sanarse de la rabia contra su marido y de la decepción que sufrió en su matrimonio. Beyoncé no sólo se limita al despliegue coreográfico y perfecto de su equipo de baile —y a todos los artificios visuales que eso implica— sino que muestra imágenes de la naturaleza, citas a su identidad afroamericana, a sus raíces negras y folk, y a referentes políticos y propios de su cultura. Una suerte de película muy en la onda de El árbol de la vida con todos los enclaves pop que corresponden. En la que, a la vez, superpone pequeñas narraciones donde describe sus sentimientos que, íntimamente, nos hacen conectarnos con la mujer más que con el show.
Beyoncé es brutal.
Beyoncé es un genio.
Conozco demasiadas historias de infidelidad que no terminan tan bien. Y pienso que cuando una mujer descubre que es engañada, la realidad aparece nítida y terrorífica, pues finalmente lo que se devela es que durante X tiempo, uno no fue capaz de ver. O si vio, barrió todo debajo de esa alfombra mental que es el autoengaño. Se me viene a la cabeza el cuento Felicidad de Katherine Mansfield; ese momento en que una mujer que cree tenerlo todo, descubre que su marido le es infiel con la mujer de un amigo, y toda esa "felicidad" supuesta queda convertida en cáscara. O en una casa de naipes. Y nos preguntamos ¿por qué? Y, peor aún, ¿qué hago ahora? Y las opciones casi siempre son: a) perdonar y empezar de cero b) terminar y empezar de cero c) no ver, ni querer ver de nuevo d) todas las anteriores.
Y no sé bien qué me pasaría. Toco madera ahora.
Me gusta pensar que Beyoncé —que años antes cantaba "Crazy in love" al mismo Jay-Z— hoy exponga visualmente el proceso que la llevó a crecer y valorar esta experiencia, desde su arte. Y que, finalmente, al menos en Lemonade, se decida a favor del amor de su vida que no es otro que su marido infiel. Y después de vivir un pequeño infierno literal y explícito, opte por perdonar, madurar y continuar. Si la vida le dio limones, Beyoncé hizo limonada, tal como dice su propia abuela en el video.
Si a ella le pasó, nadie está libre, creo. Y tal vez contar ese proceso, a través de sus distintas etapas, de alguna manera, es denuncia y transformación. Como si ella —y quienes vean su disco— emergieran en otro estado tras esta experiencia. Y aunque es obvio que Lemonade es una mezcla del mejor marketing junto con la magia de la cantante, y todo está pensado para vender discos y conciertos, pienso que Beyoncé lleva su música a otro nivel; a uno visual, y tal vez, intensamente personal e íntimo. Y esto, siempre es algo bueno.
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