Pegada a la puerta del refrigerador, una tabla impresa sobre una hoja tamaño carta señala que esta noche le toca medio anticoagulante, más la pastilla para la diabetes, más un antidepresivo. Mañana en la mañana, y luego a la hora de almuerzo, lo mismo. Y así todo el mes. Al lado del refrigerador, sobre el mesón, dos tupperware revientan de medicamentos para Neldy Urbina Tapia, de 84 años. Su nieta Valentina (25) es la encargada de que Neldy se los tome religiosamente desde hace dos años y medio, cuando su madre, Marielizabeth Segovia, decidió que toda la familia cuidaría a la abuela. A Marielizabeth (44), dueña de casa y la menor de siete hermanos, su mamá siempre le dijo que era “su hija para la vejez”.

Más de 50% de las mujeres que cuidan a sus parientes ancianos mencionan padecer estrés o depresión.

Así es que, pese a que sus hermanos hombres tienen una buena situación económica, cuando Neldy se empezó a deteriorar por una insuficiencia cardiaca y diabetes aguda, fue Marielizabeth la que pescó a su marido y tres hijas y se instaló en la casa donde vive su mamá desde hace 50 años. Pese a que conoce los espacios de memoria –no ha permitido que se cambie ni un mueble, ni una foto de lugar– Neldy no se puede quedar sola y se mueve con dificultad. Se aferra del brazo de su hija. "Para nosotros fue un cambio súper fuerte venirnos, pero nadie reclamó", dice Marielizabeth. "Todas las mujeres en esta familia pensamos que tenemos que cuidar a los viejitos. Yo baño a mi mamá, mis sobrinas hacen una vaca para comprar los remedios, mis hijas le llevan desayuno a la cama, se quedan con ella si yo salgo. O viene mi hermana mayor y ese es mi día libre. A veces es agotador, pero es lo que corresponde. Ni siquiera se discute llevarla a un hogar. Esta es su casa". La abuela asiente, sonriente, hundida en su sillón y rodeada de mujeres. "Yo me quiero quedar acá".

La mujer bisagra

Lo tenemos completamente incorporado a nuestro ADN: en Chile, las mujeres nos encargamos de los viejos. Según el Estudio Nacional de la Dependencia en las Personas Mayores (Senama, 2009), la abrumadora mayoría de quienes cuidan a los ancianos dependientes (que no pueden realizar actividades diarias sin la ayuda de otra persona) son mujeres: 85,6%. De ellas, la mitad tiene estrés y depresión. De ellas, casi ninguna recibe ayuda comunitaria o económica.

Mientras que en las últimas décadas se han implementado políticas públicas para que el cuidado de los hijos sea más compartido y las mujeres puedan compatibilizar esta tarea con su desarrollo profesional –incluso ya estamos hablando de corresponsabilidad parental– sobre el cuidado de los viejos nadie habla. Y no solo a todos nos va a tocar cuidar y ser cuidados, sino que cada vez seremos más. En 2025, uno de cada cuatro chilenos va a tener más de 60 años. "Tenemos que resolver esto de forma urgente –dice Rosa Kornfeld, directora del Senama (Servicio Nacional del Adulto Mayor). "Hoy tenemos lo que se llama la mujer bisagra: que va y viene entre los niños y los adultos mayores.

Es un estrés brutal que, además, repercute en la propia vejez de esas mujeres, porque ellas se deterioran". Haydée Contreras (58) lo vive sin cuestionamiento. Pero reconoce que hay días en que se despierta y dice: "Qué ganas de dormir hasta tarde, tomar desayuno tranquila y salir, ir al mall, almorzar por ahí". No le dura mucho la ilusión. Porque siempre está preocupada. ¿Y si pasa algo y no hay nadie en la casa? Ya sucedió hace poco, para el último Día del Padre, cuando salió con su marido y, al volver a la casa, se encontró con que su suegra, Ana, que tiene 102 años y lleva 27 viviendo con ellos, se había caído y fracturado la pelvis. Así es que a Haydée no le queda otra que ir y venir varias veces al día entre su trabajo –es dueña de un jardín infantil– y su casa, para cuidar a Ana. No lo cuenta como si fuera una carga, sino como quien comenta algo tan evidente que ni siquiera es importante.

710.000 chilenas asumen la carga de cuidar a personas dependientes de su familia.

El costo

"Tener a cargo un adulto mayor es más demandante, para una mujer, que cuidar a un niño", asegura Verónica Gubbins, sicóloga y académica de la Universidad Alberto Hurtado e investigadora asociada de Comunidad Mujer. "La probabilidad de que una mujer que cuida a un adulto mayor no pueda participar en el mercado laboral es casi igual a la de una mujer que tiene dos hijos dependientes. Chile tiene mucho más sistema de apoyo social para el cuidado de los niños, aunque esté disminuyendo la tasa de natalidad. Están los colegios con jornada escolar completa, los jardines infantiles… Pero los viejos, ¿qué tienen? ¿Adónde los llevas?", interroga.

Al contrario de lo que pasa en otros países como Suecia o Estados Unidos, donde los ancianos pasan sus últimos años en casas de reposo, en Chile hay consenso: los hijos nos debemos hacer cargo. La encuesta Bicentenario de Adimark y la UC reveló que 68% de los chilenos piensa que es obligación de los hijos cuidar a los padres cuando no puedan hacerlo por sí mismos. Además, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez (que realizaron en 2010 las sociólogas Soledad Herrera y Beatriz Fernández), al preguntarles a los propios adultos mayores, uno de cada tres cree que es deber de los hijos hacerse cargo de ellos y llevarlos a vivir a su casa cuando no pueden vivir solos. Y los expertos en temas de vejez aclaran que esto está bien.

Es óptimo que a los adultos mayores los cuide la familia. "Es muy importante evitar la interpretación de que las mujeres ya no quieren cuidar a sus viejos", enfatiza Verónica Gubbins. "Una cosa maravillosa que tiene Chile es el víncul0 familiar, y eso hay que protegerlo. Pero a las mujeres nos han criado generación tras generación bajo la idea de que somos las únicas especialistas con criterio y conocimiento para cuidar niños y ancianos. Y se está produciendo una tensión entre el derecho de los ancianos a recibir atención, cuidado y calidad de vida, y el derecho de las mujeres a desarrollarse y trabajar para mejorar el ingreso familiar". "La realidad es que la responsabilidad de cuidar a los padres no recae sobre 'los hijos', sino sobre uno de ellos, y la mayoría de las veces ese hijo es mujer", advierte Esperanza Cueto, presidenta de ComunidadMujer. "La encuesta Voz de Mujer, que realizamos en 2010, concluyó que 710.000 chilenas son cuidadoras de niños, enfermos crónicos o ancianos. ¿Y cuáles son los costos que pagan estas mujeres? Más de 50% menciona padecer estrés o depresión, y casi la mitad de ellas plantea que ven limitadas sus oportunidades laborales, particularmente en los grupos de menores ingresos".

Le pasó a María Eugenia Parga (51 años, secretaria bilingüe). Es hija única, soltera y sin hijos. Vivió siempre con su mamá y para ella fue natural dejar su trabajo para cuidarla cuando esta se enfermó de cáncer. También gastar sus ahorros para no tener que llevarla a hospitales públicos. Le pareció lo mínimo que podía hacer. Ahora está tratando de juntar plata para operarse de un tumor en el útero que no pudo tratarse mientras cuidaba a su madre. Le está pasando a Victoria Rodríguez, 62 años, auxiliar de enfermera. Paradójicamente cuidó a enfermos y ancianos durante toda su vida, pero desde que a su marido le dio una depresión fulminante, no ha podido aceptar más trabajos. Se queda con él todo el día en el negocio de abarrotes y verduras que tienen en El Salto. Hace años también, cuando tenía una guagua recién nacida, le tocó cuidar a su suegro antes de que muriera.

Pero ninguna se queja. Tampoco María Teresa Bacigalupe (60), que todos los días, a las 6 en punto, sale disparada de su trabajo a la casa de su papá, que tiene 89 años y demencia senil. Con el colchoncito de ahorros del padre María Teresa le paga a una señora para que lo cuide. Pero para ella es impensable no estar con él, bañarlo, acostarlo en las noches.

Aunque su familia lo resienta un poco porque no se pueden ir de vacaciones, ni siquiera pasar un fin de semana fuera de la ciudad. "Los viejitos quieren que los atiendan sus familias. Además, para tenerlos en un hogar decente necesitas mucho dinero. Entonces, es complicado, porque hay familias de clase media que, así como no mandarían a su hijo a un jardín de la Junji, no mandarían a sus abuelitos a un hogar de Fundación Las Rosas". Efectivamente, el cuidado de los viejos también es un asunto de dinero. A los hogares que operan con fondos del Senama solo pueden optar por un cupo los viejitos más pobres o en situación de abandono. En los más de 350 hogares privados que se contabilizan solo en la Región Metropolitana, una mensualidad promedio cuesta $ 700.000. Una enfermera profesional no cobra menos de $ 400.000 mensuales por cuidar a un adulto mayor 12 horas al día. Y el monto promedio de las pensiones en Chile es $ 150.000.

Casi la mitad de las mujeres que cuidan a sus parientes ancianos plantean que ven limitadas sus oportunidades laborales, particularmente en los grupos de menores ingresos.

Susana Sanhueza es auxiliar de enfermera desde hace 35 años. Cobra $ 500.000 al mes y tiene 4 días libres. Son libres a medias: los usa para ir a cuidar a sus padres, de más de 90 años, que viven en Molina. El resto del mes se turnan las tres hermanas de Susana. El único hermano hombre, dice Susana, es como si no existiera. "No sé si los hombres no quieren o no se atreven o no están capacitados, pero conozco muy pocos que han cuidado a sus mamás, que las bañan y las atienden.

La labor de cuidado es muy desgastante y comprometida. Yo tengo un hijo de 27 años y mi trabajo como enfermera tuvo un costo grande para él: a veces me tocaban turnos de noche, a veces turnos de 24 horas, y con los años nos fuimos distanciando. Eso me duele mucho. Yo tengo compañeras a las que este trabajo les ha costado separaciones. Porque faltas a los cumpleaños, a las navidades, a años nuevos. También he visto enfermeras que tienen que cuidar a su mamá enferma o anciana. ¿Y qué hacen? Trabajan de noche y durante el día atienden a su mamá. No duermen casi nunca. Y terminan tan cansadas, se les hace tan pesado, que al final las tienen que llevar a un hogar. Porque no se puede".

Cuidadoras profesionales

Chile será el segundo país más viejo de Latinoamérica hacia el año 2020, según proyecciones de la ONU. Pero todavía no llegamos a los niveles de envejecimiento de la población de los países europeos. "Este es el momento en que se pueden destinar más recursos a programas e infraestructura para el cuidado del adulto mayor, y eso es lo que no estamos haciendo: no estamos invirtiendo en lo que se nos viene en el futuro", dice Soledad Herrera, socióloga de la Universidad Católica y autora de la Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez.

Esta inversión, agrega, no pasa por crear más y más hogares y casas de reposo, que es lo que se ha hecho en los países europeos, sino por apoyar a las familias para que cuiden a sus viejos. Por ejemplo: que haya centros adonde llevarlos durante el día, o pagarles a las mujeres que se quedan en la casa cuidando a los ancianos.

La directora del Senama asegura que están trabajando en un proyecto, en conjunto con Mideplan, para implementar centros de cuidado por día. Pero no como si fueran salas cuna para ancianos, sino para mayores con algún grado de dependencia derivado de enfermedad –como un derrame o una hemiplejia– a los que se les haría rehabilitación. También se está tramitando un subsidio de ampliación para las familias que tengan a un adulto mayor dependiente en la casa y necesiten una pieza adicional e infraestructura especial, como puertas más anchas para que pase la silla de ruedas. Pero el programa que más destacan en el Senama es el que lidera la abogada de 70 años, Paulina Weber, que se llevó a su mamá a vivir con ella durante seis años, hasta que falleció.

68% de los chilenos piensa que es obligación de los hijos cuidar a los padres cuando no puedan hacerlo por sí mismos.

Ahí se dio cuenta de que se necesita una persona realmente capacitada. Hoy es directora del Movimiento de Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH), una organización feminista que desde hace tres años capacita a jefas de hogar para que se conviertan en "asistentes comunitarias": visitan a adultos mayores que viven solos y les hacen trámites fuera del hogar (como ir a retirar medicamentos), los llevan al consultorio, les cortan el pelo y las uñas, los bañan, les cocinan. "Resuelven problemas", resume Paulina. "Y cuando los ancianos están postrados y son cuidados por un familiar, estas mujeres ofrecen lo que llamamos 'respiro a la cuidadora': la ayudan a bañarlos o cambiarles las sábanas, ponerles las inyecciones, y muchas veces se quedan con ellos para que las cuidadoras permanentes puedan salir.

Desde el punto de vista de las mujeres es una oportunidad de tener un trabajo decente, se las transforma en profesionales del cuidado.Y la otra ventaja esquepara adultosmayores la mejor solución es que los cuiden en su propio entorno". El MEMCH tiene un equipo de 60 mujeres capacitadas que asisten a 600 adultos mayores en Conchalí, Huechuraba, Recoleta e Independencia.

El programa lo financia el Senama, donde dicen que quieren extenderlo a todo el país. Esperanza Cueto, concuerda en que una red de cuidadoras profesionales es una muy buena opción. Pero va más allá: “En el cuidado de los adultos mayores se tiene que hablar de corresponsabilidad social. Que las mujeres se hagan cargo solas es un problema en términos de la participación laboral femenina. Desde el punto de vista de la superación de pobreza de esas mujeres, también es un problema. Y desde una perspectiva más económica, se puede argumentar que toda esta generación de adultos mayores ha hecho su contribución al país: ha pagado sus impuestos, ha trabajado, y lo mínimo es que el Estado les ayude a vivir bien sus últimos años. ¿Por qué la retribución a los ancianos la tienen que hacer las hijas mujeres y no la sociedad?”.