Si fueras Rodrigo Salinas, caminarías por la calle y la gente, sólo de verte, reiría. Los más audaces te gritarían "¡Ratoncito!" y los más tímidos murmurarían: "Ahí va el Dostor", los personajes que interpreta en El club de la comedia, en Chilevisión. Si fueras Rodrigo Salinas, sonreirías y te sacarías fotos con todos, sin quejarte, porque has estado al otro lado y no te has quedado callado cuando has visto a un famoso.
Te cuestionarías el valor de un autógrafo y llegarías a la conclusión de que es una completa lesera. "Es sólo un papel", dirías mientras caminas luciendo tu impecable ponchera. Y la gente te seguiría mirando, gritándote cosas y sonriendo en cuanto te reconociera.
Si fueras Rodrigo Salinas pensarías cómo comenzó todo. Te preguntarías cómo tú, licenciado en Arte de la Chile, llegaste a la tele y concluirías que fue el azar. Que todo partió dibujando a un profesor con un moco en la nariz en el colegio. Sí, todo partió así: con una historia y un personaje. Que del dibujo pasaste a fundar el colectivo artístico La Nueva Gráfica Chilena, de ahí al guión y después a los títeres de 31 minutos. Más tarde, luego de una travesía por el desierto, que incluyó un trabajo de creativo publicitario en la Ciudad Empresarial, terminaste en El club de la comedia. Eso sí, nunca abandonaste el dibujo.
Y pensarías que todo está ahí, en la soledad de enfrentarse a un papel en blanco. Solo, malvado, guerrillero. Al menos, eso es lo que sentirías si fueras Rodrigo Salinas y dibujaras la viñeta Canal 76 en el Wikén de El Mercurio. Ahí te sobarías las manos pensando en cómo afear a la gente de la tele. Porque, secretamente, te sientes un justiciero y crees que es justo darles como caja porque son ricos y famosos. Y te reirías solo, como cuando le haces bigotes y le pintas un tajo a la foto de alguien que odias. Sabrías que es muy estúpido hacerlo, pero que más lo es enojarse por eso. Porque si fueras Rodrigo Salinas, nunca entenderías que alguien se enoje por un dibujo.
Si fueras Rodrigo Salinas, no tendrías pudor en reconocer que lloraste viendo Hannah Montana, la película, sobre todo cuando Hannah canta The Climb, que dice que lo importante no es cuánto tardes ni qué te espera al otro lado de la montaña, que lo importante es subirla.
Luego, publicarías la cita en el libro que lanzaste recién, Obras completas de La Nueva Gráfica Chilena, de Feroces Editores, la editorial que creaste con tu linda hermana Bety y tus amigos Chico Dueñas y Carlitos Lechuga. Porque si fueras Rodrigo Salinas ya habrías entendido que el dibujo es el último eslabón de la cadena creativa y que por más que te esfuerces no encontrarás una editorial para publicar tus historietas.
Si fueras Rodrigo Salinas tus preocupaciones y tus sueños serían cómo seguir editando libros de Hervi, por ejemplo, y de tantos otros dibujantes que admiras. Te rebanarías la sesera pensando cómo organizar encuentros de dibujantes y ferias de historietas y fanzines. Y no sabrías por qué la gente se ríe de lo que haces. Sólo sabrías que, como te lo dijo tu amigo Pedro Peirano, lo importante es pasarlo bien, que si uno se ríe hay más posibilidades de que alguien más lo haga.
Pensarías que eres afortunado, que sin darte cuenta el humor se transformó en tu pega y que un buen día te pagaron por hacer algo que te gusta.
Si fueras Rodrigo Salinas habrías participado en la franja televisiva de Eduardo Frei y estarías triste, muy triste, por su derrota. Ahí se te acabaría el humor. Te dolería el tema de los derechos humanos y te daría rabia la poca memoria de algunos. Pensarías que Chile frente a su pasado es como un tetris mal armado. Y te parecería triste la despedida del tío Escafandra, de la Pequeña Gigante, porque te recordaría la Concertación que se va.
Si fueras Rodrigo Salinas también harías clases en la Universidad Finis Terrae, dirías que has trabajado con los cinco hombres más chistosos de Chile y nombrarías a seis porque es un chiste: Álvaro Díaz, Pedro Peirano, Sergio Freire, Pedro Ruminot, Fabrizio Copano y Felipe Avello.
Y, si te preguntaran por el sentido del humor de las mujeres, dirías que pasas, que esa carrera no la corres porque la ganó Pilar Sordo, la mujer más graciosa de Chile.
Si fueras Rodrigo Salinas, la gente de sólo verte, sonreiría.